Dialogando en el Café Salambó

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jueves, 15 de agosto de 2013

Los años viajeros.

Los años viajeros
Luis Márquez
Sevilla, 2013
Editorial Gramática Parda
Colección Gramática Narrativa                                                                   ISBN: 978-84-938895-6-2


En el primer capítulo de este libro de viajes, y ante la primera escala dedicada a Santo Domingo, República Dominicana, Luis Márquez nos dice: Hace unos días cumplí veintiséis años y siento que estoy ante un regalo. Las expectativas son altas y no puedo defraudar a nadie. Mucha responsabilidad. Se refiere al reto de ser contratado como reportero para un programa de Canal Sur Televisión. Pero ahora, una vez leído el libro yo diría que es él, Luis Márquez, el que nos ha hecho un regalo a los lectores. Porque el periodista solvente y comprometido y el joven ávido de experiencias su suman para devolvernos con creces la oportunidad de viajar por diez países más o menos exóticos y alejados de nuestra realidad pero idénticos en lo esencial, en lo más emocional, en lo que tiene en común el ser humano allá donde se encuentre: el sueño de la felicidad.
            Desde República Dominicana hasta Egipto, pasando por Senegal, la India, Qatar, Sudáfrica, Palestina, Estados Unidos, Irlanda del Norte o Noruega.
            Y lo hace con un lenguaje sencillo y un estilo directo, transparente, alejado de florituras y de cualquier impostura. De esta manera, consigue que el libro resulte creíble por sincero y honesto, todo lo contrario a esas crónicas de viajes odiosas e infectadas de esnobismo y de la mal disimulada presunción. Luis Márquez nos cuenta sus viajes, sin dejar de lado en ningún momento el rigor social, político y en general informativo del buen periodista; como se los contaría a un amigo. Desde el lado más humano de la experiencia. Todo ello sin embargo no impide que en algunos momentos, haya fragmentos que entran incluso en lo que podría ser buena literatura, cuando la lectura más visceral pero a la vez más crítica de la experiencia vivida se mezclan con un lenguaje preciso.
            En cada uno de los viajes hay una pequeña lección, una vivencia que sumar a la maduración como periodista y como ser humano. Y el lector, como yo en este caso que no he tenido la suerte de estar en ninguno de esos lugares sino a través de los libros, siente una sana envidia de viajero frustrado.
            Está como no la dramática situación de las condiciones de vida de los niños en la India, en Senegal o Sudáfrica, la isla de riqueza, como un oasis aupado en el petróleo y el gas en Qatar, la pantomima del sueño americano en uno de sus estados más rancios y emblemáticos, y armado hasta los dientes como lo es Texas, la sabia asimilación del frío extremo por parte de los habitantes de Laponia, la relación entre la ETA y el IRA que mal representan la realidad de dos pueblos con legítimo derecho a la autodeterminación, la encrucijada actual de Egipto, uno de los pueblos más enigmáticos de la historia, en cuya juventud está depositado el sueño de un país más evolucionado y libre, democrático.
            Todas ellas poseen el valor de la verdad contada sin censuras y con una mirada limpia, pero me quedaría por ejemplo con la historia de Andy, el niño dominicano de doce años que tras morir su madre de sida, se queda a cargo de dos hermanos menores y que para enterrar a su madre, tiene que dar una paliza a un conductor de autobús, tomar el vehículo y llevarla al cementerio. O con el capítulo dedicado a Palestina, uno de los más completos, en el que Luis nos cuenta algunas consecuencias, las menos evidentes y televisivas del conflicto con Israel. Como el hecho de ser extranjeros en su propia tierra, ejemplificado en la historia de amor de Dunia, una granadina hija de palestino afincada en Jerusalén y su novio Hazem, también palestino pero residente en Belén, Cisjordania. Dos enamorados que no pueden abrazarse y verse libremente donde quieran porque se juegan la vida en territorio israelí, o en territorio palestino ocupado.
            Y asomado a estas aristas de la realidad, está Luis Márquez, repartiendo camisetas del Sevilla F.C, dignificando la profesión, convirtiendo este libro en una ventana privilegiada abierta al mundo.
            Si conocen esos lugares, vale la pena que lean el libro y si no, aún más, porque en algunos casos, Luis consigue que durante la lectura uno tenga la sensación de haber estado allí, con la realidad de sus gentes, no para hacerse una foto junto a monumentos ya vistos por otros y condenarla al olvido de un álbum de vacaciones. Ese viene a ser el regalo al que yo me refería, una lección magistral de periodismo objetivo.