Dialogando en el Café Salambó

Dialogando en el Café Salambó

Índice

martes, 29 de enero de 2019

"Nadie nos oye", de Nando López


Nadie nos oye
Nando López
Loqueleo
ISBN: 978-84-9122-319-1
Madrid, 1ª ed. de septiembre de 2018

Editorial Santillana Infantil y Juvenil, S.L


Nando López (Barcelona, 1977), profesor, dramaturgo y novelista, es ya un autor consagrado de la literatura juvenil. Aunque ha publicado otras cinco novelas para adultos, y escrito algunas obras de teatro, con cuatro novelas para jóvenes incluyendo esta que me ocupa hoy, se ha convertido en una voz fresca, lúcida y provocadora para profesores de secundaria, para adolescentes y lectores en general. Provocadora porque pone el foco en conflictos que al margen de justicia, necesitan de una mejora de la conciencia social. Otra cosa es que como él mismo defiende, la literatura si es buena, debe ser simplemente eso: literatura para todo el mundo y sin importar la edad de los lectores. Quizás al hablar de jóvenes, no sean tanto los temas a tratar sino la forma y la intencionalidad del narrador al tratarlos lo que cambia, sin dejar de llamar a las cosas por su nombre, y sin un solo tema que sea tabú para los adolescentes, a los que habría que dejar de tratar como niños incapaces de entender cosas de adultos.
Nadie nos oye cumple por supuesto estos requisitos iniciales. Además, vuelve a ser una novela de género, un thriller que te secuestra la atención desde el principio y no te libera hasta que conoces el desenlace final. Es este un entorno que Nando López merodea siempre en sus novelas y en el que se mueve como pez en el agua. Pero Nadie nos oye es mucho más que todo esto y de eso quiero hablarles. En esta novela, Nando vuelve a la carga con su necesaria trayectoria de denuncia de una sociedad inmadura y a la reflexión sobre los entresijos de la desigualdad. Así, encontramos una vez más a lesbianas, gais o bisexuales, entre otros personajes representativos de la pura realidad. Y claro está, los visualiza con la normalidad que visualiza a los personajes heterosexuales. Son personajes en tanto que son agentes de la historia, y no por lo que son, sometidos a la mirada oblicua de una sociedad pacata. Y es esta sociedad la que zarandea Nando López en la novela, añadiendo otros temas como la violencia de género, la Islamofobia y en general, algo igualmente dañino como la cobardía y la complicidad del silencio. Finalmente, en esta ocasión el autor convoca al deporte como marco argumental, porque el deporte es un entorno representativo e incluso multiplicador de alguna de esas realidades sociales, especialmente la del machismo imperante. Un deporte en el que a menudo, importa más el resultado que equivale a dinero, que no el mismo espíritu de solidaridad y superación que lo deberían definir.

El título de la novela no podía ser otro, y no podía ser mejor, Nadie nos oye alude a todas esas personas señaladas, silenciadas, y es un título que el lector entiende y recuerda en cada página, que acompaña a la lectura de principio a fin en una suerte de sincronía extraordinaria.
Otra sincronía inaudita es la relación entre la trama y el caldo de cultivo descrito hasta ahora. Quiero decir que lo que ocurre, el homicidio de Asier, un joven de 17 años, de alguna manera es la consecuencia de esas patologías sociales y por lo tanto, fuera de la ficción, para evitar tragedias así es necesaria otra actitud por parte de amigos, padres, profesores y entrenadores.
Lo ilustra muy bien el poema de Jaime Gil de Biedma con el que se abre el libro a modo de pauta:
Y será preciso no olvidar la lección:
saber, a cada instante, que en el gesto
que hacemos hay un arma escondida,
saber que estamos vivos aún.
Y que la vida todavía es posible, por lo visto.

“Por lo visto”, Las personas del verbo

La primera línea, lapidaria, nada más empezar ya nos da la idea de cual va a ser el tema principal: Llevo tantos años inmersa en la violencia que cada vez me cuesta más creer que sea evitable. Habla Emma, la psicóloga que contrata el club a través de su amigo Víctor, director del club de waterpolo Stark, para asesorar a los jugadores y jugadoras adolescentes. La violencia, la evidente, la aparente y la que ocultamos para no entorpecer una calma a veces de cristal. Una violencia, sistémica.
La novela nos cuenta el cúmulo de relaciones y situaciones previas, desde el verano anterior, hasta llegar al mes de diciembre con un partido trepidante de cuyo resultado depende probablemente la continuidad del Stark y de su equipo juvenil masculino de Waterpolo. Pero una última jugada, un último balón en manos de Asier, decanta la suerte a favor del rival… y esa misma madrugada de un 9 de diciembre, Asier es asesinado. La línea del tiempo narrativo son los siete días que trascurren desde la tragedia hasta la detención de los sospechosos y de los autores materiales de los hechos.
Tenemos tres grupos de personajes. Por un lado están padres, empleados del club como Víctor, director cuya carrera fue truncada por una lesión y a quien solo le importa la viabilidad del equipo y del club, entrenadores como Hernán, del equipo masculino, o Borja, el de las chicas. Emma, que lleva la parte de la investigación que le corresponde desde la vertiente emocional, y Andrea, la inspectora de policía. Y entre los jóvenes, como suele suceder, tenemos a dos bandos: uno formado por Pau, Javi, Alicia e Izan, este último, líder y estrella del equipo, hijo de papá llamado a ser una figura del Waterpolo, un tipo atractivo y superficial. Y otro bando formado por Quique, Vera (fundamental el papel de ambos en la investigación de Emma), y Asier, la víctima, carismático y muy buen chaval.


Otros polos enfrentados son los dos Institutos vecinos, el Távora, cuyo jefe de estudios es el padre de Quique, y el Zayas. En el Zayas confluyen los personajes principales y en el Távora, con una presencia importante de chicos de origen marroquí, están el chico del Kebab llamado Said, o Karim a quienes Izan señala como sospechosos de lo de Asier. En palabras del propio Izan, o de su amigo Pau, hay que parar a los moros esos.
Y en medio de esta constelación humana, Asier tendrá una breve relación con Vera aunque no salieran oficialmente, y otra relación íntima con Karim. Con Karim solo ocurre una vez, pero ninguno de los dos lo compartirá con nadie. Y aún menos Karim ya que en su cultura y entorno familiar le caería la hshuma:
(…) Él iba a contarlo en casa, me dijo. Yo, no. Yo no puedo decir eso en casa, Si lo digo, me caerá la hshuma.
—¿La hshuma?
Karim mastica con rabia las palabras.
—La culpa y la vergüenza. (…)
Así se lo cuenta Karim a Quique porque cree que con eso desmonta muchas suspicacias hacia la gente del Távora, y este se lo cuenta a su vez a Emma. De la misma manera que Said, cuando lo investiga la policía, también tiene su verdad: que la noche de autos, estaba trabajando en el Kebab de su padre.
Los que sí tienen una relación algo más formal son Vera e Izan, una relación que a Asier, le dará mal rollo. Pero en medio de estas relaciones, y de otras, ocurren cosas tan tristemente habituales en nuestros días y tan graves como una violación no denunciada en su momento por miedo y falta de pruebas. Una violación que cuando la víctima decide confesar a un adulto con autoridad, Víctor en este caso, ella se encontrará con la indiferencia y la voluntad de silenciar el delito para no montar un escándalo, ensuciar la imagen del club y hundir la reputación del violador. Y el adulto con autoridad, en lugar de ser un apoyo y un ser justo, se convierte en cómplice del delito con una sentencia tan repugnante y demoledora como esta: ¿De verdad te quieres jugar el futuro y el suyo por un simple polvo?

Cosas tan tristemente habituales como esposas maltratadas, unas, incapaces de denunciarlo por miedo al maltratador y otras, que excusan el maltrato porque niegan la gravedad o lo asumen como episodios domésticos desafortunados, cuando el pánico se convierte en sentimiento de culpa.
Padres que temen que su hija sea lesbiana porque aún no le conocen un novio oficial y porque visten poco femeninas, cuando lo más grave es que esa circunstancia por sí misma sea motivo de temor. Es la misma culpa y vergüenza para la que los padres de Karim tienen una palabra: la hshuma.
Por supuesto, también la homofobia consentida por los gregarios dentro de un vestuario se da cita en la novela, y lo que es peor, consentida por los mismos entrenadores que lejos de apoyar a Lucas, un personaje homosexual que abandona el equipo harto de sufrir el vacío, las bromas pesadas y de soportar la presión de sus compañeros de equipo; se dirigirán al grupo con términos como sois una pandilla de fracasados y maricones, o maricas de mierda, uno de los sintagmas favoritos de Hernán.
Es ese mirar para otro lado tan dañino al que me refería antes.

Y como no, el machismo que insufla y sostiene toda esta sarta de patologías. El equipo femenino del Stark obtiene unos resultados excelentes por ejemplo, pero nadie va a ver a las chicas, a nadie le importan, ni siquiera a los patrocinadores entre los que se encuentran los padres de Izan y de Pau. En definitiva, una vez más la invisibilidad de las mujeres.
Con este caldo de cultivo Nadie nos oye acaba planteando cuestiones tan primordiales para esta sociedad en manos de nuestros adolescentes, futuros adultos y dirigentes, como el sentido de la justicia. Una justicia que exige dos requisitos en entredicho: uno es ser fuerte. Aunque Lo peor de ser fuerte es que exige apretar los puños y guardarlos en los bolsillos para impedir que salgan dice Quique cuando intenta convencer a los del Zayas para participar en una mediación con los del Távora, en lugar de ir dándose puñetazos por el mundo. Y el otro requisito es no callar, porque como dice más adelante el propio Quique Callar es un modo de permitir que la verdad siga enterrada.


Nadie nos oye, con una segunda edición ya en solo cinco meses es una novela necesaria y valiente, un mensaje imprescindible no solo para jóvenes y profesores, sino para la sociedad entera. Y Nando López, con su presencia en los centros nos recuerda en cada uno de ellos que un mundo mejor es posible.
Leer esta novela, también puede ser una aportación a la causa, una manera de escuchar a los sileciados.