Paisajes después de la batalla
Juan Goytisolo
Barcelona, 1ª edición de enero de
2013
Círculo de Lectores S.A.
Editorial Galaxia Gutenberg S.L.
ISBN: 978-84-15472-81-0
No voy a ser yo quien le discuta al genio si este libro
es o no una novela. Así lo afirmó el. Yo nunca lo hubiera dicho a bote pronto, porque
la estructura y las apariencias engañan pero seguramente es irrelevante lo que
sea, y seguro que lo es lo que a mi me parezca. Paisajes después de la batalla, escrito originalmente en 1982 es
una novela desde el momento en que contiene un argumento. El protagonista,
quien comparte a pies juntillas la ideología de su autor, ¿o es al revés?: (…) al final, ya no sabe si es el remoto
individuo que usurpa su nombre o ese Goytisolo lo está creando a el, dice
en el capítulo Su vida es sueño; denuncia
el genocidio del ficticio pueblo Oteka y lucha contra las fuerzas que lo
llevaron a cabo. Y lo hace en nombre propio y del Movimiento de Liberación del
pueblo oteka. El momento actual es propicio, porque al parecer, se han girado
las tornas y ahora, algunos barrios de las grandes ciudades europeas, ocupadas
por el África negra y por el mundo árabe tanto física como lingüísticamente,
favorecen la rebelión. Algo así empieza anunciando desde el primer
texto-capítulo-fragmento titulado Hecatombe,
y luego en otros muchos como Síntomas
de pánico.
Pero no hallará el lector mejor justificación al asunto
que las tres últimas líneas de uno de los capítulos titulado Lo dijo ya Platón: (…) Escribe cuanto sepas
y, si no sabes nada, inventa. Recuérdalo: un buen relato ficticio vale por cien
verdades si respeta mejor que ellas las leyes de la verosimilitud.
En cualquier caso es un libro magistral de 175 páginas,
un fogonazo de lucidez inaudita dividido en 80 momentos que son 80 miradas
sobre el mundo que rodea al personaje, trasunto de Juan Goytisolo, desde el
barrio parisino de el Sentier. El autor conoce muy bien este escenario y su
evolución pues como es sabido, allí se instaló en 1956, en la Rue Poissonière, como en Paisajes…,
allí empezó a trabajar en la mítica editorial Gallimard y también allí
conoció a su esposa, Monique Lange. Allí se dará cuenta el protagonista de que
no entiende ninguno de los rótulos que pueblan el barrio porque no estaban
escritos en francés. No en vano en el Sentier, a los franceses de procedencia judía
supervivientes del holocausto nazi, que parecer ser el único, se fueron sumando
africanos, árabes, turcos, paquistaníes o hindúes y esto lo explica todo, la
complejidad de las sociedades modernas, las guerras de la emigración, la
proliferación de la extrema derecha, primero con grupos terroristas como el de
Charles Martel y ahora ya con una importante presencia política parlamentaria
ante el democrático miedo occidental a ser expulsados de su paraíso.
Paisajes después de
la batalla es en definitiva una alegato a favor de la alteridad y de la
idea del homo viator, del mestizaje
étnico y cultural. A favor de esta idea tan maravillosa y tan necesaria que
Juan Goytisolo dejó dicha o escrita por ahí, en medio de su prolija obra: El hombre no es un árbol, carece de raíces,
tiene pies, camina. Desde los tiempos del homo erectus circula en busca de
pastos. Una idea de la historia de la antropología tan básica como
olvidada.
Desde este complejo caldo de cultivo Juan Goytisolo se
carga, de forma contundente pero siempre irónica e incluso con humor a menudo, las
ideologías totalitarias y excluyentes, los nacionalismos cualesquiera que sean,
en Nuevas aventuras, El síndrome total o Del burgo a la medina, y por lo tanto arremete contra los
fanatismos, en Manifiesto, la
justicia vendida al poder, el capitalismo caníbal, o el racismo congénito de
las sociedades occidentales y de las fuerzas de seguridad en ¡Atención morenos!. Denuncia también la
pasividad de los ricos con respecto a evidencias como el cambio climático, o la
obesidad como consecuencia del progreso capitalista desmedido. Porque si soy
rico, carpe diem, desde las alturas
de mi mansión de lujo que es una isla aún protegida, no me afectan estas cosas
de pobres… así que a ellos y al futuro, que les den… Lo ilustra perfectamente
el capítulo Consoliden su futuro, en el
que con un nuevo ejemplo magistral de ironía da consejos a los ricos para la
salvación del mundo a través de su propia y cara salvación. ¿Cómo?
Construyéndose refugios antiatómicos…
Muy al contrario precisamente, hará una defensa del
mestizaje, con una finísima y divertida ironía contra la pureza racial y étnica
en Las lágrimas de Polonia: (…) por la
emergencia (…) de brechas y fragmentos de Tremecén y Dakar, El Cairo y Karachi,
Bamako y Calcuta; por un Berlín-Kreuzberg que ya es un Estambul del Spree y una
Nueva York colonizada por boricuas y jamaiquinos; por un futuro Moscú de
uzbecos y chinos y una Barcelona de tagalos y negros, capaces de recitar de
memoria, con inefable acento, la Oda patriótica de Maragall.
Una defensa también y un respeto absoluto y por igual a
todas las lenguas y culturas, sin excepción. Y por la misma razón, en el
fragmento Paisajes después de la batalla que
da título al conjunto, con gran ironía se ríe de la importancia y supremacía de
las lenguas: (…) Observarás que algunos
comunican entre sí con ademanes y gestos en su alfabeto próximo al de los
sordomudos; otros, se sirven de esa especie de taquigrafía sonora, hecha de
breves o largas modulaciones agudas, que los indígenas guanches usaban quizá
desde antes de la llegada de los conquistadores y que, a fin de liquidar de una
vez para siempre las viejas y absurdas querellas lingüísticas de tus
compatriotas, debería ser proclamada solemnemente el idioma oficial de la
fatídica e incorregible Península: el silbo gomero.
Y desde este Palimpsesto
urbano, así titula a otro de los 80 fragmentos, va dando cuenta de cada una
de las mil hojas que componen este pastel como una orgía de sensaciones
superpuestas una a una, sumando, enriqueciendo la vida imparable. En Llamamiento a la opinión hará un elogio
a la diferencia en todos los ámbitos de la vida, el respeto a la diversidad que
reclama para su barrio del Sentier, en una carta dirigida al director de un
periódico: (…) Yo, señor director,
reclamo el derecho inalienable a la diferencia: la posibilidad de vivir
plenamente, a la luz del día, mis sentimientos y mis afectos más profundos e
íntimos, por mucho que ello pueda chocar a los espíritus mezquinos y timoratos;
de disfrutar sin ninguna clase de represiones ni complejos de una forma
heterodoxa, pero enriquecedora, de sexualidad. En El templo de las musas, pone de relieve la socialización de la
creatividad poética en los excusados públicos, que le servirá incluso de
inspiración al protagonista amanuense cuando siente el bloqueo creativo, y
allí, en una de esas paredes públicas, refugiado en el anonimato reproduce su
Manifiesto: Después de varios siglos de
cómplice y cobarde silencio sobre el genocidio del pueblo oteka, exterminado
por las hordas tártaras, con la connivencia del Celeste Imperio y otras
potencias asiáticas, hemos decidido pasar a la acción… He aquí la línea
argumental.
En definitiva, se hará eco de la riqueza para unos, del
miedo, para otros, que provoca este lugar, ejemplo del mundo que nos está
tocando vivir. Así, en Espacio en
movimiento, ironiza diciendo que ya no hace falta viajar porque lo exótico
ha invadido el barrio: (…) Nuestro
excéntrico personaje ha advertido que no es necesario coger el avión de
Estambul o Marraquech en busca de exotismo: basta con salir a estirar las
piernas para topar inevitablemente con él.
Y en Intermezzo
televisivo pone en boca de los residentes tradicionales del Sentier lo que
muchos temen, lo que muchos piensan y lo que algunos políticos, de repente han
encontrado como gallina de los huevos de oro para darle la macabra vuelta a la
historia, que pronto seremos nosotros, o ellos, los extraños…: (…) los aborígenes, se sienten cada día un
poco más perdidos y extraños en la vasta e incontenible marea. Pronto seremos
nosotros los extranjeros, repite uno de los bebedores de calvados acodados en
el cinc: al paso que vamos, acabarán por hacerse los amos y echarnos fuera.
Quiero terminar esta lectura, seguramente muy parcial
ante la magnitud de reflexiones que propone siempre una obra de Juan Goytisolo,
y esta, especialmente, con la cita que el mismo propone en la primera página.
Una cita que en realidad, no deja de ser un mensaje, un nuevo paisaje después
de la batalla vivida por el hombre contra el hombre distinto, una invitación a
la duda para entender mejor las cosas. Y es muy sintomático que sea de una obra
de Flaubert en la que se aborda la transposición de evidencias universales:
Ils mettaient en
doute la probité des hommes, la chasteté des femmes, l’intelligence du
governement, le bon sens du peuple, enfin sapaient les bases.
(Cuestionaron la probidad de los hombres, la castidad
de las mujeres, la inteligencia del gobierno, el buen sentido de la gente y,
finalmente, las bases)
Gustave Flaubert, Bouvard
et Pécuchet
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