Donde anidan los sueños
Blas Gallego
Ediciones Carena
Barcelona 2012
ISBN 978-84-15471-56-1
De vez en
cuando la literatura, como la vida, te da sorpresas. Y eso es lo que me ha
ocurrido con Donde anidan los sueños.
A veces no hace falta irse tan lejos, ni leer a los más vendidos. A veces basta
con volver a un viejo amigo, como hace Martín Serrano, para reencontrarse con
Valentín Burillo, y sobrevolar el espacio físico y vital que unen y separan
Barcelona de Ariño, provincia de Teruel.
Al terminar la novela de Blas
Gallego he sentido una sana envidia. Porque la novela Donde anidan los sueños es un ejemplo de algo difícil de conseguir,
que no es otra cosa que, cómo desde la sencillez y la ausencia de imposturas se
puede lograr la solvencia narrativa al servicio de una historia humana bien contada.
La novela está entregada al más absoluto bucolismo del marco rural que acoge a
sus personajes. Y lo hace con un léxico preciso, perfectamente ajustado al
escenario de la acción, con el que consigue hacernos oler la tierra, sentir el
frío y el calor del aire y notar las texturas silvestres de su vegetación e
incluso escuchar la música de los pájaros aleteando y sus cantos en los cielos
turolenses. Hasta tal punto es así, que un pájaro, la alondra de Dupont, tiene
entidad de personaje, en vías de extinción, que el protagonista, V.Burillo, cabo de la guardia civil responsable del servicio de protección de la
naturaleza, se propone rescatar del olvido, encontrar y fotografiar si quiera
un instante efímero, como metáfora del paraíso perdido. La prosa de Blas
Gallego se aleja de cualquier subterfugio o amago de falsa originalidad, de
modismos sujetos a tendencias de la narrativa actual más atrevida o de género, en
algunos casos, forzadamente híbrido. No pretende romper con nada ni con nadie. La
prosa de Blas Gallego en esta novela es directa, transparente a la vez que
sugerente porque como afirma nuestro amigo común, Paco Barquino en el prólogo: dice más por lo que calla que por lo que
afirma. Y esto, que podría parecer un cumplido enlatado, en este caso es,
absolutamente cierto. Porque el personaje V.Burillo está esbozado,
sugerido, explicado con silencios y elipsis. Solo una cosa es evidente, V. Burillo,
como cualquier mortal es víctima de los designios del destino. Incapaz de
romper con la recia autoridad paterna y de la tradición, vuelve sin embargo, al
origen de todas las cosas que lo definen, a su pueblo, con su alma de poeta, a
encontrarse, como dirían espirituales y bien intencionados seres alternativos
de la sociedad moderna; a sí mismo. Vuelve al verdadero escenario íntimo de
todo ser humano, a la infancia y la juventud, convertido en poeta por los
mismos designios del destino y en guardia civil por la inercia inevitable de la
tradición familiar. Compaginar ambas identidades, en principio incompatibles a
causa de la historia y de la literatura, es lo que convierte a V. Burillo en un
ser singular. Y la razón de los atestados más bellos que podría escribir
cualquier guardia civil. Estos son a mi juicio los mejores momentos de la novela
de Blas Gallego: los atestados, porque describen sucesos anodinos de forma
literaria, lo que podría ser de paso una de las múltiples definiciones de lo
que es la literatura; y las llamadas de atención de su teniente, que además
aportan una tímida nota de humor. ¿Cómo se puede escribir un atestado por el
atropello de un zorro? Y escribir: (…) mientras
espero la llegada de la grúa que se llevará al coche accidentado, miro las
escombreras de la mina La Oportuna, como si fueran una pila de gigantescas
paletas, llenas de todos los tonos de grises, negros y ocres, que hubiesen sido
desechadas por un pintor triste y obsesivo. (…) O bien: Los arbustos quedan sucios, impregnados de
hollín. Es como la ceniza de un incendio que aún no ha sucedido. (…) Y
rematar así el atestado: Constato como
cierto lo que he averiguado esta mañana gris de marzo.
Pues esto es lo que define al
personaje V. Burillo y Blas Gallego consigue darle esta voz propia en los
atestados.
Hemos hablado más de la forma de
contar la historia que al final, es lo que cuenta en la buena literatura, más
que de la historia misma. Pero no quiero cerrar esto sin añadir que la historia
es más real que novelesca, más verosímil que espectacular. En medio de ese
reencuentro de dos amigos, de esa búsqueda íntima del yo del protagonista, de
ese lirismo de lo intranscendente, cómo no, hay una historia de amor. V. Burillo
se enamora de Dora Gradnic una chica serbia que trabaja en un bar, otra ave de
paso como la alondra de Dupont. Pero Dora, sin embargo, no volará más porque
anidará y se quedará en Ariño quizás para siempre. No pretendáis que os
explique el final. Los finales, como en Donde
anidan los sueños, siempre deben dejar puertas abiertas al lector. Solo os
confesaré que V. Burillo consigue encontrarse a sí mismo finalmente, ser poeta,
conocer el amor y captar, aunque solo sea en su retina la quietud de una
alondra de Dupont asustada en la rama de un árbol. Pero no podrá escribir
ningún atestado para explicarlo.
El único testimonio de ello es esta
buena novela.
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