Frutas y banderas
Paco Moral
Madrid, 2013
Poesía. Colección Baños del Carmen nº 363
Ediciones Vitrubio
ISBN: 978-84-941208-4-8
Fue terminar la primera lectura del libro, y ya son tres
los que leo de Paco y necesitar ir rápidamente a mi Moleskine para confesarle
lo que sigue: Paco Moral, qué cojones, es un pedazo de poeta. Este mortal,
compañero de trabajo, con la ira siempre a cuestas, la de quien jamás aceptará
la tiranía del patrón insolidario, este Paco fondón, fumador de los de antes,
sufridor sufrido de voz cazallera, es un pedazo de poeta. Paco Moral, dejémonos
ya de pollesías…, ya es un grande
casi anónimo entre los grandes y un poeta de mi cabecera.
Espero me disculpen lo prosaico y arrabalero de la nota pero es que yo a mi Moleskine le suelo
hablar así, a la cara y sin pelos en la lengua.
Después de la nota, he vuelto a releer el libro hasta dos
veces más para poder comentar lo que sigue, y que no pretende otra cosa que
invitarles a su placentera lectura.
Frutas y banderas es un borbotón de setenta y dos poemas sin otro orden que
el recuerdo recuperado de amores o momentos amorosos, las frutas, de los años
reivindicativos de la transición en los que incluso amarse así, rendidos a la
más absoluta libertad, era una manera de amar la utopía. De todos modos, habría
que aclarar, y no es una evidencia, sino algo que en parte explica la
pertinencia del libro, que los tiempos actuales, siguen siendo años
reivindicativos. Eso no ha cambiado, la lucha sigue. Y luego están las
banderas, aquellos poemas que ilustran las diferentes razones por las que
luchar a favor de las libertades democráticas entonces, a favor de la justicia,
la lucidez y la razón. Y estas banderas, también siguen ondeando hoy día,
enarboladas entre los puños cerrados y comprometidos de gente como Paco.
He creído descubrir tras la lectura atenta, que habría
otro grupo de poemas en los que frutas y banderas, amores y luchas políticas,
se mezclan y confunden dándose sentido las unas y las otras. Poemas en los que
amarse en plena lucha, compartiendo el vértigo, multiplicaba la potencia
erótica de la carne. También, veremos algún ejemplo.
El libro lo abren y lo cierran las citas de dos monstruos
del verso. Antes de empezar, Bertolt Brecht:
En los tiempos sombríos,
¿se cantará también?
También se cantará
Sobre los tiempos sombríos.
para recordar los tiempos sombríos,
los de entonces, los del hoy y ahora, o como la poesía nos sirve para marcarlos
en el tiempo siempre, como cada poesía, en este sentido puede ser una bandera,
y un arma cargada de futuro como dejó
escrito Gabriel Celaya.
Y después, terminamos con mi paisano
Jaime Gil de Biedma, que nos dice cómo para conocer y haber probado las frutas
del amor, el amor cual manzana crujiente, es suficiente e indispensable haberla
mordido, pero sobre todo, haberlo pedido alguna vez…:
Para saber de amor, para aprenderle,
haber estado solo es necesario.
La fruta del libro que querría destacar es la de La máquina del tiempo, dedicada al gran
Ángel González:
Yo me asomaba al mundo, tantas veces,
(…)
Y también el amor, eso que llaman
amor, y que conduce al llanto o al
delirio,
la tibia indecisión de las verdades,
la ruina de las manos, la avaricia
de los dedos buscando caminos donde
nadie
se hubo perdido antes. Sobre todo el
amor
como bálsamo suave, igual que el
linimento
de los gimnasios o los vestuarios,
ese olor a victoria aún habiendo
perdido.
Versos que me recuerdan, a pesar de
lo mucho que hemos leído del amor, ese personaje acaparador, el final de una
novela memorable, El licor muerto del
escritor y periodista griego Giannis Xanthoulis, traducida al castellano por mi
amiga Cristina Serna y que terminaba así:
Puede
parecer que divago, pero me he pasado toda una vida intentado precisar “el
sentido de las cosas” y, si acaso he olvidado muchas cosas –y es muy probable
que así sea-, recuerdo, sin embargo, el amor. Eso sí que lo recuerdo…
Atenas, mayo de 1987
De las muchas banderas me quedo con Oración, entre otras razones que tienen que ver con la calidad
poética, la emotividad y la rabia contenida, ese amor apasionado a la vez que
ese desconsuelo por la ciudad de su alma, el Madrid contradictorio de Paco, y
también por la cercanía en el tiempo, porque yo viví aquél 11 de marzo del 2004
desde mi Barcelona también del alma que lloraba lo ocurrido, todo el día
enganchado a los medios, odiando sí, soy humano, desde el odio, a los que
indirectamente habían provocado la masacre, los de la foto de las azores,
perdidos tantos días entre dos líneas de investigación. Esos cuya conciencia ya
jamás estará limpia.
Oración
Como si el nombre de este mes tuviera
algún significado, digo marzo,
aunque puedo decir también noviembre,
o septiembre, o dolor, o enero o fiebre.
Puedo decir esquirlas
de huesos en los bancos de los parques,
(…)
Puedo decir pronombres,
signos de admiración, sirenas,
adjetivos con uniformes, cifras
exponenciales, devastadores cálculos.
Puedo contar que he visto
a una mujer llorando con el llanto
más triste y silencioso del planeta.
Una oración.
Una
oración atea
en la ciudad más digna e insurgente,
la más desmoronada, la que hoy
contiene más preguntas.
Santa Eugenia, 11 de marzo de 2004
De ese grupo de poemas que son
frutas y banderas a un tiempo, confundiendo la lucha política y el amor añorado
de los años jóvenes, de ese grupo al que me refería en la introducción y que
quizás mejor resuma la intencionalidad, la motivación genética del libro de
Paco, me quedo con La memoria herida.
Es largo septiembre sobre una piel
infante.
Un presagio de invierno,
tal vez un torbellino de miseria y
destierro
para un brazo vencido,
para el labio tan joven desangrado en la
tarde.
Hay edades que son para los cromos,
para las golosinas, para el aprendizaje
alevoso y feliz de los pechos alzados,
para el tacto de pubis como peluche
suave,
para el grito en la dicha y después la
pandilla,
y cannabis, cerveza, los sexos
encendidos,
el besar inconsciente, la torpeza y la
duda.
pero no para el duelo,
para el dolor no hay cita.
No hay edad para el llanto.
nos robaban la vida.
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