Ahora que amaneces
Felipe Sérvulo
Madrid, 1ª edición, abril de 2013
Poesía. Editorial Playa de Ákaba S.L.
ISBN: 978-84-941025-1-6
Ahora que amaneces es un poemario de amor entregado a la causa, al placer y
al gozo del sentimiento que mueve al mundo y a la poesía. De hecho, ese es el
sello identificativo de su autor, Felipe Sérvulo, poeta jienense y catalán de adopción,
como el mismo se declara.
Son cuarenta y cuatro poemas que ponen el acento en esos
momentos minúsculos pero imprescindibles en las veinticuatro horas de un poeta
y, en este caso, de un poeta enamorado. Enamorado del amor, de lo femenino, de
la lluvia y de la ciudad de Barcelona, otro elemento presente en gran parte de
los poemas. La voz poética de Felipe Sérvulo está al servicio de ese ideal de
amor que es espiritualidad y sensualidad a un tiempo, que vale para su amada y
para todas las mujeres del mundo reunidas en una, con el marco de la ciudad
cobijadora y vigilante, húmeda y canalla de fondo. El amor, un suburbio… dice en uno de los poemas titulado Se adormece Barcelona.
Se trata de un poemario dulce que
apenas pasa de puntillas por el desamor, por el dolor contrapunto inseparable
del amor y que si acaso lo hace en algún momento fugaz, lo hace camuflado de la
nostalgia de los momentos amorosos que sin duda, un día se perderán llevados
por el tiempo. Quizás de ahí la cita inicial de esa mítica escena de Blade Runner (1982), dirigida por Ridley
Scott en la que el replicante Roy Batty, interpretado por el actor Rutger Hauer
improvisa estas bellas palabras:
(…) Todos esos momentos se perderán en
el tiempo, como... lágrimas…en la lluvia.
Es como si la única amargura del amor fuera simple y
rotundamente el miedo a perderlo. Pero Felipe no acaba la cita que en la
película termina diciendo: Es hora de
morir. En este caso, en Ahora que
amaneces sería hora de amar. Morir, amar, dos caras de la misma moneda. Los
amores que matan que nunca mueren que diría Sabina.
Pero yo no quería hacer con esto una
reseña al uso sino la crónica de un encuentro y del placer de haber conocido al
poeta Felipe Sérvulo.
Eso ocurrió antes de ayer viernes 28
de febrero en el Café Salambó de Barcelona. El encuentro con el poeta fue
organizado y moderado por Cati Gómez, miembro del Club literario Marina.
También estuvimos otros profesores, escritores, lectores y amigos como
Guadalupe Mendoza, Mercedes Gascón, Mariela Puértolas, Herminia Meoro, Susana
Tomás, Alicia Blanco, Eugenio Asensio, Pedro Lara, Enrique Clarós, José Luis
Rebollo, Javier y un servidor. En la cabecera de la mesa, además de Cati y
Felipe, estaban Blanca Ruiz del colectivo de escritores El Laberinto de Ariadna
y el también poeta Alfonso Levy que nos regaló con una semblanza profunda y muy
espiritual de Felipe Sérvulo.
La cabecera de la mesa leyó una
buena selección de poemas del libro a la que yo sumaría mi personal selección
que, curiosamente solo coincidió en un poema Cinco minutos, leído por Cati:
EN
cinco minutos te habrás ido,
ahora
que la vida es un torrente
y
tantas cosas quedan por decir.
Llueve.
Llueve dentro de nuestro hogar
y
no puedo recorrer la ciudad sin ti,
ahora
que ofrezco mis venas
para
que inyectes tanto amor como desees.
Importan
miradas, pactos, una señal…
Y
compartir ilusiones, ahora
que
todo se cumple inexorable,
abres
la puerta, me abrazas,
derrotas
el tiempo y quiebras la noche.
Porque en poesía, nos enamoramos de unos poemas y no de
otros, o de unos más que de otros, a menudo por razones mágicas. Y podemos
explicarlo y divagar todo lo que queramos, e incluso ponernos intelectuales y
acertar en teorías literarias, pero lo que sucede en realidad es que el poema
nos lee a nosotros, como dijo alguien en la mesa, o lo que es lo mismo, rescata
matices olvidados de nuestros recuerdos, algo íntimo que nos hace vibrar,
desempolva el sentimiento. Puede ser una estrofa, un verso, una sola
combinación de dos palabras a veces. Y eso es lo que nos conmueve.
También me ocurre con Iré donde estés.
MÁS
allá de L’Eixample,
se
pierde la mirada
y
los crepúsculos rebosan destierros.
En
la linde habitan otros vecinos:
funcionarios
de la Generalitat,
profesores,
abogados,
algún
freelance…
Iré
donde estés:
Horta,
La Pau, Sant Adrià,
Palau
Reial o Gavarra;
qué
sería un metro sin tus huellas.
La amada y la ciudad unidas por la pasión del poeta,
inseparables, lo que me ha llevado al recuerdo de una frase rescatada de una
lectura de hace tantos años, en una de las novelas de la tetralogía del
cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell y que decía: una ciudad es un mundo cuando amamos a uno de sus habitantes.
Y podría citar más versos y poemas pero yo no quería que
esto fuera una reseña más sino solo una forma de celebrar el descubrimiento de
un buen poeta, humilde y autorizado a un tiempo en su trato y su discurso, y de
celebrar un reencuentro con mi ciudad y mis amigos letraheridos. Ahora que amaneces será para siempre el
título de este reencuentro.
Gracias Felipe, y gracias también a
la editorial Playa de Ákaba por el acierto en la publicación.
Tengo su libro y es una delicia, otro poema suyo dice:
ResponderEliminarCuando apagues la luz de la mesilla,
sabrás que no soy yo quien te vela,
sino la ciudad que guarda
tantos secretos.
Anoche al marchar quise besarte,
pero estabas ausente,
sólo encontré las doce
en un reloj que no me conocía.
Cerré la puerta y olí tu madrugada.
...Es maravilloso..