Esta bruma insensata
Enrique
Vila-Matas
Barcelona, 1ª
edición, abril de 2019
Colección
Biblioteca Breve
Editorial Seix
Barral S.A.
ISBN:
978-84-322-3489-7
Cada nuevo libro
de Enrique Vila-Matas contiene de alguna manera más o menos evidente todos los
libros suyos que lo preceden. Siendo así, y algo que seguramente ningún vilamatiano
me discutirá, la pregunta que me hago es ¿por qué no deja de cautivarnos y
reincidimos incluso aunque durante la lectura reconozcamos rápidamente la
repetición? Probablemente sea porque a
su universo temático en cada libro aporta una novedad, un matiz, algo que lo
afianza como un autor único en nuestra literatura, o incluso en la literatura,
por huir de nacionalismos.
Vila-Matas no pasará a la historia por ser un gran novelista, un creador
de ficciones al uso, no pretende evadirnos con realidades paralelas que
reinterpretan el mundo no, todo lo contrario, y ahí es donde es un verdadero
genio. Lo que hace Vila-Matas es provocarnos con dudas, abandonar teorías, embaucarnos
con un entramado metaliterario de citas e ideas en torno a la magia de la
creación literaria y, cuando se da el caso, si el lector es también autor, te
empuja a seguir escribiendo o quién sabe si, un día de repente, a dejar de
hacerlo.
Aún así, aunque la historia una vez más sea lo de menos, este es el
resumen más suficiente que se me ocurre.
Simon Schneider tiene una obsesión, quizás fruto de no haber triunfado
como novelista: coleccionar citas de otros autores. Pero se las proporciona a
un solo escritor, su hermano Rainer Schneider, a quien llama Rainer Bros, quien
después de cinco novelas mediocres viviendo aún en Barcelona, desaparece en
Nueva York. Todo empieza cuando “El autor distante”, Rainer Bros, le hace a su
hermano un encargo: frases en torno a la importancia de que los artistas tengan
o no opiniones políticas. De eso hablamos luego.
Allí triunfa desde la lejanía y la ausencia voluntaria al estilo de
Salinger o Pynchon pero lo hace gracias a las citas que le proporciona Simon.
Esto, que no deja de ser una paradoja, no hace más que alimentar la dualidad,
el juego de los opuestos o los espejos. Por un lado Simon envidia el éxito de
su hermano y Rainer en cambio vive con la angustia de haber caído en la trampa
de creerse todo un escritor y ahora no sabe cómo salir de ella.
Pasados veinte años, con la excusa de aclarar los términos de una
herencia, Rainer Bros de repente decide volver a ser visible y cita a Simon en
Barcelona en lo que al final será un ajuste de cuentas vital y literario.
La idea de Rainer es escribir una “novela de no ficción”, ¿”Esta bruma
insensata”, diría yo…? sobre lo vivido los últimos tres días por su hermano
Simon, que coinciden con los últimos días de octubre de 2017 cuando se proclama
la república catalana. Pero debaten otra opción, la de Simon, escribir una
“Introducción al arte de las citas” con su teoría de montar novelas con tramos intertextuales y contra el fetichismo de la
originalidad.
El propio Vila-Matas ha declarado que este encuentro final entre los hermanos
evoca el del capitán Benjamin L. Willard y el coronel Kurtz de la película “Apocalypse Now” de Coppola, como sabemos, basada en la novela “El corazón de las tinieblas”
de Conrad.
Obviamente, nada que objetar a ello, pero debo confesar
que a mí me evocó en primera instancia el encuentro entre los dos viejos amigos
de “El último encuentro” de Sándor Márai. En ese caso el litigio era amoroso
por una mujer, no como en el que nos ocupa, cuyo litigio es por la literatura,
otra relación al fin en la que también se mezclan amor y odio.
En cualquier caso no es necesario ser muy avispado para entender, basta
conocer algo la obra de Vila-Matas, que los hermanos Schneider no son más que
las dos caras principales del propio Vila-Matas.
Pero
volviendo al primer párrafo de esta reseña hay que recordar que la obra de Vila-Matas
siempre ha girado en torno a una dualidad casi obsesiva. Por un lado el “no
escribir”, el rechazo y la renuncia, la energía
de la ausencia, la impostura de escribir etc. la literatura del “no” en
definitiva, desarrollada sobre todo, aunque también antes, desde “Bartleby y
compañía” (2000).
Y en el
otro lado, desde “El mal de Montano” (2002), la literatura como única forma de
vida, porque para mí vivir era construir
ficciones (…) cualquier versión narrativa de una historia real era siempre una
forma de ficción, dice Simon. La
devoción febril por las palabras y la imaginación, el placer lúdico de la
ficción del Tristam Shandy de Laurence Sterne.
Este es el universo narrativo de Vila-Matas.
Y este es también el tema del último libro de mi admirado autor, que
coincide con el tema de su personaje Rainer Bros, con las citas o sin ellas que
le suministra su camello de frases ajenas, su hermano Simon.
(…) aquella permanente tensión que se
daba en sus textos y que, por lo que podía ver, se daba también en su propia
vida privada: la tensión por no saber si encarnar el rechazo a la escritura y
la consiguiente renuncia a ella o tener fe en la literatura y ponerle a todo
alegría y continuar escribiendo. Siempre estaba esa tensión en lo que escribía,
siempre preguntándose, al principio, si escribir o no escribir, y más tarde,
cuando ya era una evidencia que escribía, si seguir o no seguir. Si tener fe o
tirar la toalla, enviarlo al diablo todo, that is the question, aquélla era la
cuestión, su tema central: la fe en la literatura en una época en la que la
Red, como un tratado de antropología global, lo sabía todo de nosotros y
suplantaba a los escritores en su tarea.
A esta dualidad podríamos añadir otro tema sostenido a lo largo de su
obra hasta este preciso momento: huir, desenmascarar y finalmente acabar con el
tópico de la originalidad en literatura puesto que como el propio Simon Schneider
afirma,
(…) uno acaba confirmando que en la
literatura la originalidad era sólo un fetiche y no existía, (…)
(…) nunca ha existido la originalidad,
que fue sólo una fantasía de Platón, para quien el mundo mismo era una copia.
Esta falacia es la principal coartada para justificar otra tendencia
vilamatiana, no exclusiva del autor, Borges por ejemplo destacó por ello
incluso inventándoselas, a usar las citas de otros autores para explicar su
forma de ver el mundo y la literatura, y la de sus personajes, lo que suele
llamar “la intertextualidad”. A tal punto lo cree inevitable que llega a
afirmar que en literatura todo lo dicho es una cita de lo ya dicho por otros…
Otra cosa, añadiría yo, es que seamos más o menos conscientes de ello. Recuerdo
ahora cuando un autor amigo, después de leer un relato mío ya publicado, “El
leedor fósil” (2005), me preguntó si había leído a Giorgio Manganelli. Le
contesté que no y me invitó a leer su “Centuria. Cien breves novelas río”
(1982). Cuando llegué a la número treinta y tres descubrí el porqué de su
pregunta: que mi relato seguía de una manera asombrosa la misma idea y con
palabras similares, a las del autor italiano. Las primeras cincuenta líneas
eran asombrosamente parecidas.
El autor de “Esta bruma insensata” echa mano del que considera el mayor
defensor del “arte de las citas”, Georges Perec, del que algunos decían incluso,
que “vivía de ellas”. Pero Perec aporta un matiz importante, el de sumar o
añadir siempre algo a lo citado:
“La introducción en lo que escribo de
algo escrito por otro no ha de ser vista como un acto reflejo, sino consciente,
como un firme paso para ir más allá de ese punto del que parto y que fue el
punto de llegada de otro”
Más claro, el agua. Añaden Simon Schneider y Vila-Matas.
Perec arguye lo deliberado de la praxis pero Vila-Matas también trae al
uruguayo Mario Levrero para ilustrar la opción inconsciente de la cita, aunque
bien mirado la invalidaría como cita y la convertiría en una repetición
literaria inconsciente.
“Desde que empecé a escribir, hay textos
que los notaba como no-míos”, declaró en cierta ocasión Mario Levrero, para
quien esos textos sólo podían venir de una parte suya que le era completamente
ajena y aun hostil, o bien de malas pasadas que le jugaba la memoria que le dictaba
un texto ajeno, borrándole el dato de que no era suyo. (…)
En definitiva, que Vila-Matas vuelve a hacer uso de la cita como su
personaje Simon Schneider ahora y como tantas otras veces lo han hecho otros
personajes suyos. Concretamente, y a menos que me haya dejado alguna, utiliza 43
citas, pero debo confesar que la mayoría me han defraudado en este libro. No
por ellas mismas sino por su contextualización. Porque muchas de ellas sirven
solo para ilustrar escenas mínimas, cotidianas e irrelevantes para la idea
general del libro. Carecen de músculo ideológico.
Lógicamente hay excepciones y gustos. Al margen de algunas ya citadas
para armar la reseña, me gustaría rescatar dos, entre mis predilectas, una por
su maravillosa evocación lírica, un verso de Luis Cernuda: Adolescente fui en días idénticos a nubes.
Y otra excelente a la que recurre Rainer Bros para justificar su uso de
frases de otros y que sirve para cerrar el tema aquí. La cita es de Wallace
Stevens y es tan buena que no en vano, juraría que Vila-Matas ya la había
utilizado en algún libro reciente: Soy
incapaz de citar algo que no sean mis propias palabras, quienquiera que las
haya escrito.
Y me dejo para el final el tema de la independencia de Cataluña que,
como decía al principio es una clara novedad en Vila-Matas quien no nos ha tenido
acostumbrados nunca a la opinión política. Debe ser porque esa era la consigna
inicial de Rainer para pedir citas a su hermano Simon, la importancia de que
los artistas tengan o no opiniones políticas. O es esta la ficción porque la
realidad nos la sirve en bandeja. O debe ser para que no se diga que el autor
no se moja siendo catalán, sobre un tema con la presencia social y en los
medios más aplastante de los últimos tiempos.
Y lo hace Simon Schneider en los siguientes términos, que seguramente
coinciden con los del autor, o habría confrontado otra opinión contraria a
través del hermano, Rainer Bros. La escena corresponde al día que Simon baja de
Cadaqués a Barcelona para encontrarse con Rainer, coincidiendo con una manifestación por la unidad de
España:
(…) no tardé en verme rodeado de
personas que agitaban banderas españolas y se dirigían al llamado Cinc d’Oros,
la confluencia de Diagonal con el Paseo de Gracia, que era de donde arrancaba
la manifestación por la unidad de España. Y yo no sabía dónde ponerme porque
simplemente no me identificaba con ninguno de los dos “proyectos políticos”
enfrentados. (…) Por eso, aquel domingo por la mañana, ver aquel espacio tan
sobrecargado de signos intrusos no pudo más que incomodarme visualmente, sin
duda porque convertía la ternura y grandeza de mis recuerdos de infancia en un
paisaje burdo y fanático.
Añade alguna referencia sobre la relación de algunos autores y sus obras
con la política. Por ejemplo Kafka, de quien dice que pretendía ir más allá de
la política sin dejar de resolver las
cuestiones que el pútrido sistema político de turno pudiera plantearnos a
nosotros, pobres mortales. O Joyce cuyo lema “silencio, exilio y astucia” ilustraba su posición ideal frente al nacionalcatolicismo irlandés.
Una vez posicionado el autor sobre el procés, a favor de nadie, lo que yo creo es que el asunto se ajusta
como un guante al juego de dualidades metaliterarias que propone el libro sobre
la renuncia o la entrega total, sobre la consciencia de autor o sobre la
invisibilidad. Es evidente, el procés,
enfrenta un sí y un no, una renuncia
y una entrega, un ser y un no ser; Cataluña como estado independiente o seguir
como parte de España y viceversa. Bartleby o Montano. Y luego está la
proclamación de la república catalana como forma política de estado
independiente, que fue la representación de un legítimo anhelo, la
interpretación de una ficción, un estado independiente tan efímero que apenas
duró un minuto, una declaración que nadie salió a celebrar al día siguiente, dice
el autor.
Una vez más, Vila-Matas fusiona realidad y ficción con acierto
inapelable. Y una vez más, los vilamatianos esperamos el siguiente reto, el
siguiente libro de Enrique.
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