Tiza
Eugenio Asensio Solaz
Barcelona, 1ª edición de marzo de 2014
Colección Narrativa nº 2
Editorial Playa de Ákaba S.L.
ISBN: 978-84-941451-5-3
Esta novela tenía que publicarse. Hacen falta
novelas como ésta en el panorama literario actual de este país. Y me consta que
alguna editorial menos atinada que la emergente y atrevida Playa de Ákaba, se
debe estar tirando de las melenas, pero allá ellos. Yo también tuve el placer y
el honor de leer la versión original, incluso antes que los editores, y de
considerar desde mi condición de amigo, y un amigo es el que dice la verdad;
que la novela merecía que esta reseña empezase como la he empezado.
Tiza
no es una novela juvenil, ni tampoco negra
a pesar de contener un asesinato, no es una novela más sobre el desencanto que
padecen algunos docentes y sin embargo la novela tiene algo de todo eso. El
argumento es sencillo. Un profesor visita a un ex alumno que está en la cárcel
acusado de asesinato. La madre de Héctor le pide al profesor que hable con él
porque confía en su inocencia y necesita, desde su desesperación, que alguien
crea en su hijo. Pero lo que en principio parece una trama tópica acaba
convirtiéndose en una lucha psicológica entre Héctor y su ex profesor. Una
batalla final de ambas conciencias, una acusación del chico ante la indolencia
y la supuesta impunidad del profesor en la forma de dar sus clases y de
repercutir con ellas, y con el trato de ciertos tópicos universales de la
literatura; sobre la maduración de los alumnos. En eso se escuda Héctor para
pasar por alto su verdadera responsabilidad. ¿Quién será finalmente el
verdadero culpable?
Tiza
es una novela bien estructurada, con un
ritmo equilibrado y de tensión ascendente que lleva al lector a sorprenderse y
a querer saber toda la verdad hasta la última página. Una novela con diálogos
excelentes y el mérito de construir dos grandes personajes. ¿No es eso en gran medida
la buena literatura? ¿La construcción de buenos personajes? ¿La manera de
diseccionarlos en medio de una trama fluida y sencilla? El profesor y Héctor
son ese tipo de personajes, complejos y profundos en su misma sencillez y
miseria humanas. El profesor es un desencantado de la profesión, un ser humano
en decadencia que busca sin embargo redimirse y Héctor, el alumno, un
delincuente que busca también redimirse demostrando la culpa de los demás. Pero
hay otros personajes transcendentales, el más tierno e inocente como es la
madre, que se limita a padecer la situación y buscar ayuda, pero sobre todo la
chica que acompaña a Héctor el día del asesinato, Olga, la amiga cuya actitud y
pasividad acentúa la ira y la oportunidad de gallear del chico ante la víctima.
Ese momento quizás sea el clímax de la acción, una acción que pasa casi
desapercibida a lo largo de la novela pero sobre la que sin embargo gira toda
ella. Eugenio Asensio como buen profesor y doctor en Filología Hispánica,
sabedor de la importancia del inicio de una novela para captar ese primer
impulso lector, nos regala una primera página magistral en la que se condensa
el tono confesional de la voz narrativa, la voz en primera persona del profesor
que nos cuenta su historia y la de Héctor:
La
primera imagen que se me dibuja al recordar a Héctor la sitúo en una estancia
estrecha, enmarcada en una limpieza oficial, donde venían a morir melodías
desafinadas, llamadas amplificadas y rematadas con el pitido tembloroso de un
timbre lejano. Todos los sonidos, que previamente rebotaban por el corredor,
penetraban con el esfuerzo de una reverberación moribunda. También recuerdo que
ese lugar se difuminaba en la irrealidad de un tragaluz que proyectaba la caída
oblicua del polvo, como una fuente malsana que irrigase luz sucia. Ahí,
guardado en el álbum fotográfico de la memoria, habitará para siempre Héctor. (…)
Así mismo, el último capítulo es impecable
porque cierra y ata todos los cabos de la trama dándole sentido al conflicto,
con una batalla dialéctica entre profesor y ex alumno maravillosamente escrita.
En ese largo diálogo hay incluso rasgos de thriller psicológico con momentos de
gran tensión narrativa, como cuando Héctor, dominador de la situación, controla
los movimientos de su ex profesor, rozando incluso las puertas del
enfrentamiento físico:
Me
levanté decidido a pulsar el botón del interfono para pedir a quien estuviera
en la otra parte, que me vinieran a buscar. Héctor se levantó a toda velocidad
y me cortó el paso.
__ Profe, la clase no se ha acabado.
¿Tú has oído el timbre? –Y clavó sus ojos en los míos, aunque aquellos ya no
pareciesen los suyos.
Por otra parte, Eugenio Asensio ha insistido
en los medios y en las diversas presentaciones realizadas, que Tiza es una novela desmitificadora, una
novela cuyo principal objetivo es el de reivindicar el derecho de un profesor a
ser imperfecto y huir así de toda idealización. Haberlo conseguido, con un
personaje que rompe el mito social del buen profesor sin embargo no esconde
algunas evidencias. Escoger el entorno de la docencia que tras una dilatada
experiencia conoce perfectamente le sirve de coartada y, el hecho de que desmitificar
comporta que existe un mito, el de la figura de los docentes como profesionales
valorados socialmente; son algunas de esas evidencias. Siempre ha habido
profesores faltos de vocación o disidentes de la misma ante la impotencia de
contrarrestar un sistema convertido en enemigo.
Sin necesidad de caer en los tópicos, la profesión docente hoy por hoy
ya ha caído en un progresivo desprestigio en manos de los intereses políticos y
económicos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico
(OCDE). Pero ése sería tema para otro debate muy aburrido. Lo que quiero decir
es que Tiza, de alguna manera también
contiene algo de dignificación de la profesión. Algunos ejemplos podrían ser el
hecho de que la madre del alumno vaya a pedir ayuda al profesor, y no a
cualquier otro elemento, que en la voz del profesor pese la conciencia de un
compromiso que reconoce no estar cumpliendo siempre como es debido, o que el
alumno busque la credibilidad del profesor y a su vez, parte de su culpabilidad
en medio de una estrategia bien urdida entorno a una gran empresa, conseguir
engañar, ahí es nada, a su propio ex profesor.
Por lo tanto, el gran personaje que construye
Eugenio Asensio, el personaje del profesor, se convierte en un antihéroe y ya
sabemos que todo antihéroe goza de ambas caras de la moneda, la del éxito y la
del fracaso. La dignidad de su condición de profesor y el derecho a echarla a
perder en tanto que también es humano e imperfecto. En Tiza, en el fondo nadie quiere salvar a nadie, el profesor, y Héctor;
sólo quieren salvarse a sí mismos.
En cualquier caso, y como ocurre con toda
buena novela, ustedes extraerán sus conclusiones desde el gran placer de su
lectura, y se dejarán llevar por momentos de gran nivel literario. Como los ya
citados, u otros como cuando Héctor describe cómo se siente en la cárcel:
(…) Aquí
dentro el tiempo huele como la ropa de las viejas, huele…
__A
alcanfor –dije yo.
Cuando el profesor, seducido por la imagen de
una compañera de instituto piensa en clave poética y dice:
(…) De aquel
despertar me quedó otro verso que lancé contra la portada de mi “Cancionero
para desengañados”, como se lanza un calcetín al cesto de la ropa sucia. El
verso se doblaba y redoblaba en los atabales de las sienes, y después de haber
impregnado el espacio, todavía quedó su eco repitiéndome algo así como “la
eternidad sueña con días efímeros”.
O como cuando el profesor, advierte de las
consecuencias colaterales que tienen sus palabras para la materia sensible con
la que trabaja; y dice:
No
confundamos vida y literatura, muchachos; esta va en serio.
Y sí, así es, lo dijo con desgarro el propio
Jaime Gil de Biedma, que la vida iba en
serio, una lo empieza a comprender más tarde…
Por eso yo les invito a que no tarden en
comprobar lo muy en serio que va esta primera novela de Eugenio Asensio, lo muy
en serio que auguro, irá la carrera de este buen escritor.
Esa persona es mi profesor de castellano anda :)
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