Uno siempre empieza el año con buenos propósitos. Ello responde a la voluntad universal de ser más felices. Par mí, uno de esos propósitos es leer más si cabe. Este día uno de enero de dos mil quince, una vez dormida la mona, por la tarde empiezo haciéndole caso a mi habitual Enrique Vila-Matas y releo a Rulfo y leo, por primera vez a otro Juan, a Villoro.
Del primero releo el relato Luvina, recogido en El llano en llamas. Para Vila-Matas tal vez el mejor relato que él haya leído, dice.
Más allá de la maestría de Rulfo en el uso preciso del lenguaje, con esa tensión en la que cada línea significa, Luvina es uno de esos cuentos en los que el arte de sugerir queda patente. En el cuento se nos dan todos los detalles necesarios para imaginar otra historia, la no contada. La que el lector necesariamente imagina que le va a ocurrir a uno de los personajes cuando llegue a ese mundo fantasmagórico que describe el otro personaje narrador. Luvina, un viaje al centro mismo de lo desconocido.
Aunque no sabría decir si es el mejor relato que yo haya leído, yo me quedo sin embargo con otro cuento, Talpa, recogido en el mismo libro. En este cuento se dan cita el eros y el tánatos de manera sutil y transgresora, contra toda prescripción no ya bíblica sino de la propia condición humana. Otra cosa sea la relativa transcendencia del concepto que la muerte tiene en la cultura mejicana y concretamente en la obra de Rulfo. No les digo más. Léanlo.
De Juan Villoro no había leído nada. En esta ocasión Vila-Matas recomienda por ser según él una obra maestra el cuento Corrección, recogido en el libro de relatos La casa pierde. El título del libro es a su vez el de otro cuento con el que este escritor, también mejicano, obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia en el año dos mil. Pero este, me lo dejo para mañana.
Corrección acaso le haya entusiasmado a Vila-Matas por tratar la historia de un escritor, Germán Villanueva, que acaba convertido en un Bartleby, ya saben, en el universo vilamatasiano, uno de esos escritores que un día dejan de serlo por múltiples y extrañas razones, o no tanto. Aunque el cuento esconde quizás una pista para este caso, cuando el protagonista narrador, también escritor, sintomáticamente innominado, refiriéndose a Germán Villanueva dice: Es tan bueno que ya no escribe.
En cualquier caso el impostor Germán Villanueva, realmente lo que hace es disfrazarse de Bartleby detrás de la obra del protagonista atormentado y que es, sin saberlo, el verdadero escritor genial. No quiero leerte, Eres mi borrador, ¿te parece poco? le dice Villanueva al narrador.
Sencillamente extraordinario, inteligente. Léanlo también para empezar un buen año de literatura.
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