Colección particular
Juan Marsé
Barcelona, 1ª edición, abril de 2017
Prólogo de Ignacio Echevarría
Colección Lumen narrativa
Penguin Random House Mondadori
Grupo Editorial
ISBN: 978-84-264-0433-6
Si tropezara con algún bicho raro o
pobre criatura que jamás hubiera leído a Marsé, nada, o alguno de ustedes acaba
de tropezar ahora mismo conmigo, le recomendaría que empezara por este volumen
de relatos, porque de alguna manera, en el se pueden encontrar todos los
elementos y todas las luces de su narrativa, como una suerte de repostería
frente a un pastel inmenso y delicioso. Porque
la selección es la del propio autor y porque esta edición incluye un excelente
prólogo del buen crítico Ignacio Echevarría. Echevarría empieza con un certero
elogio a Marsé al considerarlo el mejor
narrador que ha dado la literatura española en muchas décadas. Y utiliza el
término narrador en su sentido más clásico, previo al de novelista, término
este otro que necesita indefectiblemente del envoltorio editorial. Narrador en
el mismo sentido en el que Landero habla de su abuela Frasca, tesorera de la
ficción cuando le contaba siendo él un niño, aquellas historias antiguas a la
sombra de un evónimo. Se adentra con maestría el crítico en los conceptos de
novela y cuento, siempre en suculenta polémica de debate y afirma, que no todos
los novelistas son igualmente capaces de escribir cuentos. Y yo añadiría, precisamente
por sus mismos argumentos, que es más fácil el camino a la inversa. Y el propio
Juan Marsé, sería un ejemplo. El de quien en una etapa de aprendizaje
escribiría y publicaría en revistas como Ínsula,
Triunfo o Destino sus primeros
cuentos, una especie de gimnasia narrativa entre la que habitaba el germen del
novelista que muy pronto empezó a ser, sobre todo desde el año 1965, con Últimas tardes con Teresa aunque ya
había escrito al menos dos novelas que él siempre se encarga de obviar
deliberadamente. En esa etapa de narrativa breve, yo añadiría también, como
ejercicio, algunos textos publicados en la revista Por favor, aunque ésta tuviera una clara intencionalidad política.
El presente volumen, como bien sigue
diciendo Echevarría en una acertada y bella imagen, admite ser leído, hasta cierto punto, como si de una visita al taller o
a la cocina del escritor se tratara. (…) pero es un taller cuyas piezas
manufacturadas están listas para ser entregadas a los lectores, no en vano,
Juan Marsé las ha revisado una vez más, un Marsé que como todos sus lectores
sabemos y el propio Echevarría recuerda, afirma que siempre me gustó corregir, en realidad, me pasaría la vida corrigiendo.
Sí, lo voy a repetir: este libro es
una joya. Por el prólogo, por las notas finales y por la incorporación de
diferentes relatos que no recogía otra buena edición, seamos justos, como lo
fue la de Juan Marsé. Cuentos completos,
edición a cargo de Enrique Turpin, Madrid, septiembre de 2003, Editorial Espasa
Calpe S.A.
En esta Colección particular de Lumen, con respecto a la de Espasa Calpe se
añaden el maravilloso Noticias felices en
aviones de papel de reciente publicación, concretamente en el año 2014, el
relato que da título al conjunto, también magistral sí, como es Colección particular, que hasta ahora solo se había publicado por
entregas en el periódico El País entre 1988 y 1989 y, el único estrictamente
inédito hasta ahora, Conócete a ti mismo,
Fritz, quizás no tan brillante como los anteriores, o quizás el relato
menos Marsé de todos, y que es una sinopsis argumental para un guión de cine,
que no se llegó a estrenar.
El libro está estructurado en tres
partes cuya división responde más bien a criterios literarios, a como los
relatos rescatados están atados a la producción de sus obras mayores y no tanto
a lo experimental, a lo periodístico. La primera contiene tres relatos, Historia de detectives, El Fantasma del cine
Roxy y Teniente Bravo.
¿Quién en su infancia y primera
adolescencia, no jugó algún vez a los detectives? Pues eso es Historia de detectives, una de chicos
que observan al barrio y a sus personajes en búsqueda de sórdidas historias que
quizás acaban encontrando, en una Barcelona de los años cincuenta que rezumaba
clandestinidad. Una realidad que ya superaba la ficción y que Marsé nos
devuelve engrandecida por su narrativa fotográfica. Como en toda pandilla, hay
un jefe, en este caso Juanito Marés, ese Marés ya utilizado en otros lugares,
una especie de velado trasunto del autor, y unos aprendices cómplices que serán
los encargados de seguir las directrices y la didáctica infalible del jefe en
la búsqueda de la verdad. En este caso, se trata de seguir a la rubia señora
Yordi, quien busca al parecer, a través de un siniestro falangista, un
salvoconducto para liberar de la persecución policial a su marido, que se
camufla con los disfraces de los personajes que interpreta como actor en los
teatros de aficionados del barrio. La base de operaciones de la pandilla es un
viejo Lincoln Continental del 1941 abandonado. Allí, el jefe Marés le entregará
a David su credencial de detective tras habérsela ganado con sus buenos
servicios de seguimiento. Una credencial que dice así: David Bartra. Agencia de Detectives Donald Lam/Berta Cool. Pesquisas,
seguimientos, misiones secretas, sabotajes. C/. Verdi, Campo de la Calva s./n.
El Fantasma del cine Roxy es el siguiente,
y uno de los relatos más reconocidos y más representativos de la relación
apasionada de Juan Marsé con el celuloide para quien ambas artes, literatura y
cine, son indisociables pues ambas se nutren de la misma materia volátil de la
que están hechos los sueños. Un cuento largo o novela muy corta de 67 páginas
dividido en subcapítulos llamados secuencias. Con el marco del desaparecido Cine
Roxy, un novelista y un director de cine discuten el guión y la puesta en
escena de una historia de barrio. Y casi nunca se ponen de acuerdo. Ambos
quieren imponer su criterio al otro y mientras el novelista se otorga el poder
y la paternidad de la historia y por lo tanto el poder de decidir cómo
plasmarla, … no deberías rodar un solo
plano que no contenga una idea… el cineasta solo repara en la puesta en
escena, en la sencillez de la interpretación y en su efectismo, más allá de la
reflexión o los sentimientos que provoque en el espectador, ... Me revienta el cine de ideas..
Paralelamente, se va contando la
historia en sí misma, la otra historia de historias en clave de meta literatura
como una simbiosis imprescindible; la de la demolición del Cine Roxy, situado
en la Plaça Lesseps del barrio de Gràcia y posteriormente ocupado por un banco,
la pervivencia de sus fantasmas y la multiplicidad de planos de la Barcelona de
la posguerra vistas a través de las películas americanas. Una época de
miserias, censuras, y represión. Un marco dentro del cual, para información de
soberanistas iletrados de insulto fácil que últimamente han vuelto a cargar
contra el maestro, cabe destacar el peso protagonista de una pequeña historia
de amor, la del xarnego, inmigrante andaluz
y analfabeto que aprende catalán y protege a Susana, viuda de un anarquista
supuestamente en búsqueda y captura y propietaria de la librería Rosa d’abril.
Y Vargas, la defenderá de los ataques de Fermín, un chulo fascista del barrio,
que no aprueba la exposición y venta de libros en catalán.
En definitiva la historia de los
cines de barrio de la época, con sus taquilleras, su guardarropía y su
gallinero, su NO-DO y sus pajilleras, su olor a meados y a aserrín los días de
lluvia, que tan maravillosamente versionó Joan Manel Serrat, otro insultado por
los mismos tontos, y cuya audición no soy capaz de escatimarles si no la han
oído antes. Hay que decir que el libro también nos regala la letra de la
canción al terminar el cuento.
Cierra el bloque Teniente Bravo. Se trata de una anécdota
con hechuras de chiste que según cuenta Marsé, de tanto contarla en tertulias
de amigos, acabó convertida en relato por la insistencia de Manuel Vázquez
Montalbán. Parodia las miserias del orgullo y el honor castrenses. Año 1955, el
sargento Lecha y el teniente Bravo, del campamento de instrucción militar de la
Agrupación de Transmisiones de la Comandancia General de Ceuta, zona occidental
del Ejército de Marruecos reciben un regalo largamente esperado: un potro de
gimnasia. El teniente tiene que ser el primero en saltarlo y dar ejemplo. Los
reclutas, con esa mirada vidriosa y
bovina de los servidores de la patria en reposo y después, disimulando la rechifla
y ahogando sus risillas; asisten al ridículo del teniente ante sus numerosos
intentos y sus respectivas caídas y morrazos contra el potro y el suelo
polvoriento. El sargento Lecha manda orden y manda callar mientras intenta
persuadir a su teniente para que deje de intentarlo una y otra vez. Y a medida
que se agranda el despropósito, los personajes del teniente y el sargento, que
al principio representan la autoridad y el poder incontestables, acaban
convirtiéndose en dos entrañables peleles que provocan la burla y la ternura
del absurdo en la percepción del lector.
En definitiva, un ejemplo de lo
cazurro, vanidoso y trasnochado del ejército de entonces, no hace tanto quizás,
o al menos un servidor, tiene edad para haberlo vivido así y en propia piel.
La segunda parte la componen cinco
relatos más. Parabellum, se había
publicado en la revista Bazaar en
1977, que a su vez era una reelaboración de un artículo publicado en la revista
Por Favor con motivo de la
publicación de las memorias de Pedro Laín Entralgo y el consiguiente cabreo de
Marsé al intentar obviar aquél, su pasado falangista. El relato acabó siendo de
alguna manera la génesis de la novela La
muchacha de las bragas de oro, premiada con el Planeta en 1978. El relato habla
del retiro de un escritor para escribir su novela frente al mar. En la casa lo
acompaña Mariana, su sobrina según ha creído toda su vida. Y esta, con su
presencia molesta y seductora, interfiere en lo que escribe su tío Luys Ros en
pleno duelo entre ficción y realidad.
El pacto, había seguido la misma secuencia
editorial que el anterior, Bazaar, Por
Favor, ironía contra Laín Entralgo … pero sin llegar a convertirse en
novela. Se trata de una ironía en la que dos rivales políticos, uno de Alianza
Popular, ahora PP, y otro del PSUC, ahora vete tú a saber… quedan para cenar y
cerrar un pacto: que ninguno de los dos desvelará un vergonzoso capítulo de sus
vidas del que ambos son respectivamente testigos presenciales únicos, y así, no
enturbiar sus carreras políticas frente a las próximas elecciones.
La liga roja en el muslo moreno fue un encargo de
Esther Tusquets para una colección de relatos eróticos que nunca llegó a
publicar. Al parecer, solo Ana María Moix y Juan Marsé cumplieron entre sus
candidatos, pero aunque el libro no salió entonces con Tusquets, la editora les pagó su anticipo.
Luego saldría en el volumen colectivo Fin
de milenio (Barcelona, Planeta, 1990), y también lo recoge la antología Cuentos completos de Espasa Calpe.
Lógicamente, y con el permiso de la reciente Esa puta tan distinguida (Barcelona, Lumen, 2016) en la que se
narra el asesinato de Carol, una prostituta en el también desaparecido Cine
Delicias en 1949, novela que comparte muchos elementos de El Fantasma del cine
Roxy; en este relato de La liga roja en
el muslo moreno observamos al Marsé más sensual, erótico y pornográfico,
todo a la vez y en sutil armonía, que podamos haber leído. Trata del sueño
erótico de una prostituta, Nieves, que imagina a un violador chiflado pero
cuidadoso, delicado y muy especial, convertido en el compañero o incluso en el
marido que querría tener.
El caso del escritor desleído es una divertida
sátira sobre la relación entre los escritores y los medios, una burla de ese
mundillo del famoseo de algunos de sus colegas, del que tanto ha abominado
siempre Juan Marsé. El escritor protagonista sufre una extraña enfermedad que
lo va desdibujando físicamente frente a los demás. Le ocurre a él y a su obra,
cuyas páginas se van tornando poco a poco en páginas en blanco. Esto le ocurre
al principio, pero llega un momento en el que se da cuenta, y los médicos se lo
prescriben, que la única solución es, lejos de rehuir sus apariciones públicas,
provocarlas cuanto más mejor, hasta convertirse en un personaje mediático más,
habitual de tertulias de todo tipo y debates varios sin ninguna relación con su
obra y la literatura. El escritor, se rinde ante una evidencia, y dice: Va a resultar profético lo que me dijeron
una vez: Si no sales en televisión, no existes.
Noticias felices en aviones de papel, es otra
maravilla de relato largo o novela corta de 65 páginas. Se publicó como libro
independiente en 2014 (Barcelona, Lumen) en una edición ilustrada por María Hergueta.
Aquí, en este volumen, igual que allí, el relato termina con la descripción de
una fotografía, que también se incluye, en blanco y negro, en la que se ve a
unos niños judíos sentados en una acera de la Calle Nowolipie, del gueto de
Varsovia, en el verano de 1943. Una fotografía y un final que recién acabada su
lectura y llevado por la emoción del lector que soy, ya entonces me impulsaron
a hacer una apunte en Instagram, en Facebook y el Twitter, esa tríada mediática
actual, colmo de vanidades. El relato
nos habla del desarraigo, de la soledad, de la búsqueda del padre, -tema
recurrente en Marsé-, de la locura, de la amistad y de la traición, del
sentimiento de culpa… Bruno, un niño de doce años del barrio de Gràcia, una vez
más Gracia, hijo de padres separados, se hace amigo de la señora Pauli, una ex
prisionera judía polaca del gueto de Varsovia a la que todos dan por loca y a
la que el niño le sigue la corriente. La relación es interesada, Bruno le
consigue periódicos usados por los que ella le paga y ella, con los periódicos
construye aviones de papel que lanza desde su balcón. Bruno convierte aquello
en un negocio y comparte su trabajo con los hermanos Rabinad, ambos pobres y
famélicos y a los que promete una comisión. Bruno acaba cobrando pero un día
todos desaparecen definitivamente. El padre, la señora Pauli, sus amigos… y él
se quedará con el remordimiento y el sentimiento de culpa instalado para
siempre en su memoria.
La tercera y última parte incluye
dos relatos a mi entender muy dispares entre sí, por la extensión, por la
temática e incluso por la calidad. Y esto último me hace sentir un tanto
sacrílego puesto que lo peor de Marsé, sin serlo, nunca es malo. Lo que ocurre
es que el primero, Colección particular es
magistral y el segundo de esta tercera parte y último del libro, el único de
verdad inédito del conjunto, Conócete a
ti mismo, Fritz es el más flojo, es el menos Marsé de todos, luego veremos
por qué.
Colección particular es un cuento maravilloso sobre la
búsqueda del padre, tema casi diría que eterno en Marsé, un cuento también
sobre la pérdida de los sueños, de los ideales y, paralelamente a esa pérdida,
un cuento sobre el doloroso descubrimiento de la realidad. Se subdivide en pequeños
apartados que recorren, con la mirada de un niño, personajes reales, de cómic,
lugares comunes del universo ficcional de Marsé, la represión franquista, o la
resistencia republicana y catalanista. El Capitán Blay y su mujer, la Betibú,
el hombre invisible, Radio Barcelona Libre y Clandestina, las bodegas del
barrio de Gràcia, muchas de ellas aún vivas, los cines Delicias y Rovira, el
niño del antifaz, las novelas de El Coyote o la viuda Fullat…
Conócete a ti mismo, Fritz es, además del
único relato realmente inédito, y el más breve, es también el único que no toma
como marco la ciudad de Barcelona, sino Berlín y Buenos Aires. Trata el tema de
la suplantación de la identidad. Fritz Schneider, un criminal nazi, mata a su
amigo Hans Kaufman, hace desaparecer el cadáver, toma su documentación y se va
a Buenos Aires para iniciar una nueva vida. Pero el pasado lo persigue y el
destino volverá a restablecer el orden de las cosas. El relato era inicialmente
un borrador para un guión de cine que le sugirió Fernando Trueba a Marsé en la
época en la se filmaba la adaptación de El
embrujo de Shanghái. Pero como ya sabemos, la relación entre ambos se
torció y nunca llegó a entregarle esta idea para una película.
El recorrido por esta recopilación
de los relatos favoritos del propio Marsé, dejando al margen todas y cada una
de sus novelas, avalan algo que siempre he defendido; que Marsé es el auténtico
escritor de Barcelona, con permiso e incluso sin él, sobre todo de Eduardo
Mendoza. Entendida esta afirmación como alguien que convierte al lugar de la
acción, al marco en el que ocurren sus ficciones, en un personaje en sí mismo,
con entidad propia. Algo parecido aunque salvando las distancias a lo que
ocurre con Dublín y Joyce, con Manhattan y Woody Allen, por acudir a un ejemplo
cinematográfico, y por qué no, con Macondo y Gabo si pensamos en como la
imaginación y la mirada de un autor también son creadoras de espacios. Marsé es
Barcelona, especialmente Gràcia, El Carmel, Horta, Guinardó… y Barcelona es
Marsé. Y ser de Barcelona, escritor y barcelonés, como es el caso mío y de
tantos, una razón añadida para disfrutar especialmente de su literatura.
Esa
mezcla indisoluble de vida y ficción hace que uno, cuando pasea por esas calles
de esos barrios del Marsé escritor, crea entrever de vez en cuando, como espectros,
el aura de sus personajes, e incluso cree personajes propios a partir de
individuos reales que aquí y ahora no puedo citar, pero que ya han sido y
serán, novelados a su debido tiempo. Esta suerte de cercanías biográficas y la
pasión por la lectura de este monstruo de la narrativa, hacen que uno se
arrellane en sus páginas, como quien busca el calor y la nostalgia en el sofá
de las tardes de domingo, y dentro de ellas, se sienta como en casa.
Que
recuerde, las sintonías de radio nacional en fraternal batalla con el traqueteo
de la máquina de coser Singer de tu madre, la voz de Matías Prats padre o de
las telenovelas esas tardes estivales en las que la calle estaba desierta, o
cuando, como en una aventura a un mundo nuevo, desde Cornellà nos embarcábamos
en el Seat 1430 familiar de mi padre para visitar a los primos de Barcelona.
Ese recuerdo en sepia es el que me regalan las páginas de Marsé y cuando uno lo
lee, se convierte en un personaje y narrador omnisciente más. Ningún otro
escritor ejerce esa capacidad evocadora en mí.
Gracias maestro.
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