“Simón, no;
Saimon” de Jorge Gamero.
Editorial Alfaguara. (Tercera edición, 2014)
He leído “el Saimon”, (como lo llaman los alumnos),
casi de un tirón y lo que he encontrado, por encima de todo es una enorme sensibilidad
del autor hacia nuestra profesión. En este libro, Jorge Gamero demuestra
conocer perfectamente el funcionamiento interno de los institutos de secundaria
y ha sabido retratar con respeto y delicadeza, la pluralidad de perfiles
humanos que conviven en un centro educativo.
La trama plantea una situación de maltrato familiar y
acoso escolar en que un profesor se convierte en víctima de un alumno que, a su
vez, lo es de su propio padre. Las consecuencias de la violencia doméstica sobre
un adolescente y el traslado de esta violencia al entorno escolar es, la base
argumental de la novela. Situaciones como esta, afortunadamente, puntuales y
asiladas, pero gravísimas, exigen la implicación de todos los agentes
educativos pero, por desgracia, esta solo será eficaz si se encauza a través de
una atención individualizada, cercana y comprometida como la que el autor nos
muestra.
En mi opinión la originalidad del planteamiento
radica en la presentación de la diversidad de reacciones de los protagonistas
ante un mismo conflicto y, especialmente, en el retrato de las vivencias de los
adultos, que se aleja de estereotipos comunes y los “humaniza” a los ojos de
los adolescentes. En este sentido aporta una imagen del profesorado que les aproxima
a una realidad a menudo ignorada: que las circunstancias personales que pueden
condicionar las actitudes y el rendimiento de los alumnos les preocupan y
muchas veces les afectan y que su trabajo, además de la transmisión de
conocimientos, implica la colaboración en el progreso de cada uno de ellos.
La novela, cuyo tiempo interno se corresponde con un
curso escolar completo, se estructura en dos partes equilibradas tanto en
extensión como en intensidad del contenido. El interés del relato aumenta
progresivamente en cada capítulo a medida que se va enriqueciendo con las
pequeñas historias paralelas que se incorporan y que después irán confluyendo
en la principal. Es un planteamiento complejo que el autor ha sabido utilizar
en la medida justa, sin que con ello se pierda la tensión narrativa. El
incremento de la intriga basado en lo que “Ángel” y “Saimon” ocultan, (“lo que ocurrió aquella noche”), y que se
desvela más allá del desenlace, empujan a leer “con urgencia” hasta el final.
Así, el clímax que se alcanza en el capítulo seis, al final de la primera
parte, con la enigmática desaparición del profesor “Ángel”, se mantiene veladamente
y se recupera en el once, al final de la segunda parte.
La caracterización de los personajes es fundamental. Creo
que la presentación indirecta y progresiva, sencilla pero no simple, apoyada en
las acciones y comentarios de los propios personajes más que en el retrato
externo, facilita a los lectores adolescentes el reconocimiento y la
identificación en la novela de muchos elementos de su entorno inmediato. El
realismo del vocabulario y las expresiones que se ponen en boca de los alumnos,
las conversaciones entre ellos, entre los profesores, con los padres, etc.,
manejado con gran habilidad por el autor, contribuye decisivamente en la proyección
del lector, y, en este caso, “engancha” desde el principio.
En cuanto al punto de vista narrativo, el uso de la
tercera persona omnisciente, favorece el protagonismo coral, basado en la
intersección de conflictos entre los tres personajes principales, y, en mi
opinión, evita que el relato caiga en el melodramatismo. Además permite al
autor, hacer oír su voz a través del narrador e incluir reflexiones (que, dicho
sea de paso, comparto plenamente), sobre la educación en general, por ejemplo
cuando compara la experiencia como estudiantes que tuvieron los profesores con
la situación y las actitudes de sus actuales alumnos o los comentarios sobre la
utilidad/inutilidad del conocimiento y dominio de la lengua, la comunicación
verbal, la evolución del concepto de “éxito” en nuestra sociedad, etc., o sobre
el funcionamiento y las carencias del sistema educativo.
Para terminar, encontramos una cita esencial de
Sócrates, sabiamente elegida a modo de conclusión, que constata, una vez más,
la importancia que tiene la educación para el autor, y lo hace doblemente: por
una parte, el hecho de que sea el alumno protagonista del conflicto quien la escoge
para que sea expuesta “en un sitio que se
vea bien” ya a final de curso y tras una reveladora conversación con el
director, pone de manifiesto su transformación y en cierto modo ejemplifica la
auténtica idea de éxito personal (en contraste con la idea más superficial
asociada al personaje de “Lolita”). El alumno conflictivo, el “eterno
expulsado” no es desahuciado, sino que gracias el apoyo colectivo y a la
colaboración positiva del entorno se reintegrará nuevamente al sistema y será
capaz de tomar las riendas de su propia vida: su decisión de repetir curso, se
presenta aquí como una oportunidad de recuperar el tiempo perdido y revela la
voluntad de afrontar con seriedad y madurez el propio futuro. Por otra parte,
el contenido de la misma, nos recuerda que las actitudes displicentes de los
jóvenes hacia las convenciones transmitidas por los adultos que tenemos la
responsabilidad de educarlos y formarlos humana e intelectualmente se han
mantenido a través de los siglos, del mismo modo que la visión negativa que de
ello tenemos, muchas veces, los adultos. Pero el conflicto no debe tener la
última palabra y nos corresponde a nosotros, asumir el compromiso de
gestionarlas para que los jóvenes puedan llegar a ser, incluso en las
circunstancias más adversas, la mejor versión de sí mismos.
En el trasfondo de la novela subyace un valor
fundamental: la confianza en los educadores y en la voluntad de las personas de
comprometerse con su profesión, con los demás y consigo mismos.
Creo que este es el mensaje.
Agradezco a Jorge Gamero, la creación de esta novela,
pensada y escrita para un público adolescente, que plantea con naturalidad y
sin prejuicios, la delicada problemática del acoso, el maltrato, las rencillas,
el desánimo y las múltiples dificultades que presenta a diario la vida escolar,
pero también la entrega, la perseverancia y el compromiso, desde la diversidad
de ángulos que se muestran en la obra, y, especialmente, cómo dije al
principio, su sensibilidad, su interés y su enorme respeto hacia la labor
docente.
Àngels Campos Martínez
Lda. En Filología Hispánica
Profesora de Lengua castellana y literatura.
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