Dialogando en el Café Salambó

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lunes, 24 de julio de 2017

Las defensas de Gabi Martínez





Las defensas
Gabi Martínez
Barcelona, 1ª edición de marzo de 2017
Editorial Seix Barral S.A.
Colección Biblioteca Breve

ISBN: 978-84-322-2991-6



El mes pasado leí a Hume. Dice que la identidad personal es una ficción.
Página 384. Las defensas. Gabi Martínez


Empiezo por la cita de esta frase del mismo libro, que cacé al vuelo en pleno fragor de la lectura, porque tiene que ver en gran parte con las cosas de las que habla esta magnífica novela y con algunas de las que voy a escribir a continuación.
A muchos escritores alguna vez nos han dicho aquello de: tienes que escribir mi historia, es que mi vida daría para un libro… Y es probable que así sea, que en cada vida anide una novela, pero eso dependerá de la voluntad de cada autor, que a menudo escarbamos entre la realidad y nuestra imaginación, para encontrar esas historias que valgan la pena ser contadas. Porque lo que es cierto es que tanto a los que querrían que alguien contara su vida, como a los escritores que procuramos escribir una buena novela, nos mueve una misma voluntad: trascender a nuestra efímera existencia, dejar huella, servir de algo a los demás etc.


Lo que no ocurre todos los días es que tú estés firmando tu última novela en Sant Jordi, y de repente, se plante ante ti un desconocido y te sirva en bandeja, y te regale, la posibilidad de una argumento extraordinario.
            Eso es lo que le ocurrió al periodista y escritor catalán Gabi Martínez (Barcelona, 1971) hace algo más de tres años, cuando Domingo Escudero, Camilo Escobedo en la ficción, le dijo que tenía una historia que podría interesarle. Gabi Martínez, sabedor de la condición de imán de vanidades que tiene todo escritor, le indicó que tenía prisa pues le esperaban en otro sitio para seguir firmando y que solo disponía de un momento. Domingo supo aprovechar muy bien ese momento, y lo que quería contar al mundo era tan extraordinario, que Gabi Martínez aceptó citarse con él una semana más tarde.
Él era un neurólogo que durante una época de su vida se volvió loco de verdad, que había contraído la misma enfermedad que estudiaba, que había sido ingresado en el mismo hospital en el que trabajaba y que, afortunadamente un año después, consiguió recuperarse. Un caso único en el mundo. Mas aún si cabe, teniendo en cuenta que el propio Escudero se auto diagnosticó su enfermedad antes de ser descubierta, apoyándose en los estudios de Josep Dalmau, otro neurólogo de prestigio internacional al que había escuchado y leído tiempo atrás. Aunque quizás no sea lo más importante en una reseña que por supuesto no es científica, hay que decir que la enfermedad se le manifiesta en un par o tres brotes sicóticos, diagnosticando algunos colegas suyos en primera instancia un trastorno bipolar, en el fondo para ocultar en realidad el no saber qué tenía Domingo, pasando por un indefinido y ambiguo diagnóstico como el de psicosis no especificada, por el de esquizofrenia e incluso por el de algún extraño cáncer cerebral; hasta llegar al NMDA, una encefalitis autoinmune cuyos anticuerpos se rebelan contra el propio sistema neuronal que se supone que deben proteger. Y durante un tiempo, agrede e insulta a todo el mundo, incluso a sus seres queridos, y adopta una actitud autodestructiva, suicida e irracional, incompresible. Como diríamos los profanos, Domingo se vuelve loco de remate.


¿Cómo no iba a sucumbir Gabi Martínez a una historia tan singular? De repente se le acababa de aparecer el tío Celerino de Juan Rulfo, pero de verdad. Otra cosa es que como aquél, fuera necesario ser un gran escritor para materializar una historia en apariencia sencilla, pero en el fondo, tan compleja, y conseguir sobre todo, lo que para mí es uno de los mayores méritos de Las defensas: llenar ese año de silencio, de vacío, de desconexión de la realidad, que duró la locura o enajenación de Domingo Escudero. Y no solo crear el personaje, que en realidad lo ha acompañado, para suerte de ambos a lo largo de todo el proceso de escritura; sino además, meterse dentro de él, hablar, sentir y expresar toda la degradación, la sensación de soledad, la pérdida del equilibrio emocional y toda esperanza de volver al mundo de los supuestamente cuerdos, con tanto loco suelto de por medio. Locos no diagnosticados, como Subirats por ejemplo, el primer director del hospital, quien primero contrata a Escobedo y quien después, lo toma como objeto de un encarnizado bullyng personal y profesional que sin duda, contribuye a desencadenar la desconexión del protagonista. Lo que plantea también la reflexión sobre la presión profesional y de la sociedad en general que nos empuja al estrés y la ansiedad, caldo de cultivo necesario para cualquier tipo de depresión o desequilibrio emocional.
            Para todo ello decía, ha hecho falta un buen escritor, con una mirada que traspasa lo aparente y se cuela en el alma del personaje, como algunos neurólogos, cuando la química no es capaz de explicarlo todo y necesitamos de la literatura. Y para denunciar ciertos atavismos del sistema sanitario en general, y de los departamentos de psiquiatría y neurología en particular, la corrupción política y la de la industria farmacéutica, o la de los tejemanejes de los fondos para la investigación, ha hecho falta la mirada aguda y crítica del periodista que también es Gabi Martínez. Y para retratar la Barcelona de la transición e invitarnos muy sutilmente, al debate sobre el proceso actual por la independencia  de Catalunya. Son temas todos ellos de los que no trata la novela, pero que la acompañan y la arropan como un marco verosímil, necesario.


En ese contexto narrativo, los capítulos se alternan entre la vida del personaje desde los años 70 más o menos y hasta el presente, y los momentos de locura, en los que narra su conciencia de degradación y cómo el personaje es capaz de entender lo que le está pasando, cómo sus colegas erran en los diagnósticos y tratamientos pero él no puede hacer nada hasta que llega un momento de lucidez y él mismo le da la pista a Emma, su segunda esposa, sobre lo que le ocurre. Durante esos periodos Gabi Martínez utiliza una fórmula muy acertada, el uso del futuro del verbo decir, así que todos los personajes de su entorno, profesional y personal “dirán” esto o aquello cuando el protagonista, Camilo Escobedo salga del trance y pueda contar lo que cada uno de ellos, efectivamente le explicarían sobre lo ocurrido, ya como un recuerdo.
La novela describe un universo de relaciones familiares extraordinario, especialmente complejo, con un Camilo rodeado de mujeres, todas ellas muy importantes. Su primera mujer, Sol, su hermana Carmen, su segunda esposa, Emma, realmente clave, y un regalo del destino y del amor pues decide compartir su vida con él en pleno proceso de degradación, sus tres hijas, su compañera profesional y amante, amiga hasta el final, Diana, amén de otras tantas amantes. Y su madre que, sin que yo pretenda jugar a ser Freud para vincular el caso de Domingo con la figura materna, no puedo sin embargo dejar de citar un párrafo significativo, entre otras cosas por tratarse de un streep tease del alma increíble:
Dicen que el nivel de ansiedad deriva en gran parte de la relación con las primeras figuras de apego. En especial con la madre. Yo he padecido momentos de torturadora ansiedad. De todas formas, quién no. Mi madre está convencida de que me pasa algo con ella. No se explica mi agresividad. Dice que, al mirarme a los ojos, en ellos lee: no te quiero. Y así es.  (Página 140)
¿Cómo de angustioso debe ser eso de sentir que no quieres a tu propia madre…? Ahí lo dejo.
Y luego está la literatura, como no, lo decía antes, que llega a dónde no llega la química o la medicina. Es otro de los temas que trata y que me interesa especialmente de esta novela. La literatura que interviene como terapia, como antídoto para la salud del alma. Las defensas ofrece un bonito repertorio de ejemplos y de confesiones íntimas sobre algo que algunos tenemos muy claro: que la literatura, cura. Cura esta novela gracias a la cual muchos neurólogos tendrán una nueva visión de ciertos conflictos a partir de ella, cura al protagonista, quien ya tuvo la necesidad de explicarla él mismo hasta acudir a Gabi Martínez. Cura porque es capaz de explicarnos la realidad desde diferentes ángulos y así, entenderla.
Siempre ha habido alguien que nos ha empujado hacia ese camino sin retorno. En este caso es Diana, la colega de Camilo en el hospital, amante durante una época y a la postre, amiga hasta el final, quien le inocula el vicio de la lectura de ficción.
Y no empieza por mal camino; no.
Yo estoy en mi cuarto. Animado por la opinión de Diana –vas bien, vas muy bien–, intento leer un libro. No tardo en elegir a Rulfo. Avanzo lento pero a buen ritmo. Comprendo cada línea. Es un libro lleno de piedras, casuchas y soledad. Un paisaje lamentable que me sienta bien. (Página 143)
Más adelante, en una conversación también con Diana, hablando por ejemplo de Henry Roth y del estado de su relación sentimental Camilo le dice:
–Sin embargo –dije–, de eso habla la literatura. De sentimientos.
Y ella le contesta:
–Quizá por eso me interese. Cubre una carencia. (Página 208)
Y en la misma conversación Camilo hace una afirmación mucho más rotunda aún:
(…) me recomendó leer poesía, insistiendo en que me atreviera con la de José Ángel Valente. “Ante la pútrida rosa de la infancia arrasada, no conoce límites el odio”. Amé a Diana por señalarme al poeta.  (Página 209)
Entre tanto, hay otras declaraciones flagrantes de lo terapéutico de la literatura:
Los brazos de la literatura me mantuvieron en vilo, aún en el aire, sin estrellarme. (…) En las historias de otros vi proyectada la mía, me observé con distancia de lector, (…) (Página 298)
Leía como si estudiara, pero más libre. (Página 299)
E incluso se permite un comentario crítico sobre el que habría que pedir cuentas al personaje real:
Carmen (…) Vino con un libro de Jorge Bucay y un jersey nuevo de color granate (…) lancé el jersey sobre el respaldo de una silla sin probármelo ni agradecerlo.
—Y el libro ese te lo metes por donde te quepa —dije—. ¿Quién te has creído que soy? (Página 352)
 La lectura es en definitiva un acto emocional, así que la bondad de sus propiedades terapéuticas para el equilibrio de la mente, son fácilmente defendibles.ái﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽ebro; son fngan que ver onal,  quepa robvo de color granate (...le que mre sienta bienento pero a buen ritmo. Comprend
Llegados a este punto, con la esperanza de haber hilvanado sobre el papel los ingredientes para que ustedes se acerquen a Las defensas, debo confesarles otra evidencia, que lo de Hume los escritores lo tenemos muy claro: que la identidad personal puede ser una ficción. Y que la ficción sirve para crear y consolidar identidades. Como la de este personaje de carne, papel, tinta y hueso, como la de este buen escritor, como la de este trepidante ejemplo de realidad novelada.

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