HILARIO BARRERO
Este año allá por el mes de mayo, de la mano de
amigos comunes, conocí a este poeta, Hilario Barrero (Toledo, 1946), residente desde
1978 en Brooklyn, Nueva York, donde es profesor en el Borough of Manhattan
Community College de la City University of New York. Fue con motivo de la
presentación de esta antología poética Educación
nocturna, en la agrupación de El laberinto de Ariadna del Ateneu de
Barcelona. El poemario, como dice José Luis García Martín, prologuista y amigo
del autor, más que una antología, pretende ser una “completa autobiografía
poética”. Meses después de lectura, y relectura, uno no queda indemne. Me
apetece destacar estas pequeñas muestras del valor de este libro y de este
autor descubierto. Unos
poemas en los que la sensualidad del deseo se manifiesta con una fuerza digna
del mejor poeta del amor.
Independientemente de las partes a las que
pertenecen, y huyo de la tentación de destacar aquellas de su etapa en Nueva York,
tan larga ya, como una fácil alusión al poeta en Nueva York que también es él,
condición por la que tanto le preguntan sus alumnos al estudiar a Lorca;
destaco sencillamente aquellos que me han zarandeado por dentro que es lo que
yo busco como lector de poesía.
Sólo de esta etapa más reciente es este verso,
solo destaco un verso brutal, el último del poema titulado Mudanza, perteneciente a la cuarta y última parte de esta antología,
del mismo nombre “Educación nocturna”:
(…)
La
soledad, como un perro rabioso, le mordía el corazón.
De la primera parte, “Travesía”, son los poemas
Sin salida:
Me
adentro en el laberinto
donde
encontrarte a ti
es la
única salida razonable.
Y Viaje:
Me
separan de ti,
salgo
del mundo de tu mundo
y
perdido la ciudad te nombra.
Me
pierdo en pasadizos,
entro
en bocas marcadas,
huelo
antiguos olores
y al
salir de la cámara oscura
me
encuentro troceado
el
rostro de la noche.
Siempre
que te perdí volví a encontrarte,
no
importa que otros cuerpos te buscaran.
Te encontraré
del todo
cuando
te pierda para siempre.
Y de la segunda parte, “Modo
subjuntivo” es este poema titulado Nihil:
Dejas de reflejarte y eres
oscuridad,
va tu cuerpo delante de tu
sombra,
ceniza la firma de tus ojos,
pavesas los deseos,
arpillera el aliento, la
palabra un tizón.
Bajas lento la cuesta,
maldices tanta piedra
y al recordar la tarde que te
llevó a su casa
se te llena la boca de
asfalto derretido.
Darías todo por una sola
noche
de aquel verano del setenta y
uno.
Dos carbones mojados en tu
ingle
y un cansancio de arrugas en
tus manos
te recuerdan que ya no tienes
nada.
Amarrado al árbol de la noche
oscura
tu cuerpo no soporta una
saeta más.
ÁNGEL
GONZÁLEZ
Empiezo con el final del poema de amor En ti me quedo, de Palabra sobre palabra, que me hace pensar en otras cosas además del
amor. Allá cada uno con su lectura.
(…)
la
nostalgia me muerde las entrañas,
y
regreso a mi posición primera
alegre y
triste a un tiempo
—como te
dije al principio:
alegre,
porque
sé que tú eres mi patria,
amor
mío;
y
triste,
porque
toda patria, para los que amamos,
—de
acuerdo con mi personal experiencia de la patria—
tiene
también bastante de presidio.
De la poesía social de Áspero mundo, el imprescindible poema Para que yo me llame Ángel González:
Para que
yo me llame Ángel González,
para que
mi ser pese sobre el suelo,
fue
necesario un ancho espacio
y un
largo tiempo:
hombres
de todo mar y toda tierra,
fértiles
vientres de mujer, y cuerpos
y más
cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro
cuerpo nuevo.
Solsticios
y equinoccios alumbraron
con su
cambiante luz, su vario cielo,
el viaje
milenario de mi carne
trepando
por lo siglos y los huesos.
De su
pasaje lento y doloroso
de su
huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios,
aferrándose
al
último suspiro de los muertos,
yo no
soy más que el resultado, el fruto,
lo que
queda, podrido, entre los restos;
esto que
veis aquí,
tan solo
esto:
un escombro
tenaz, que se resiste
a su
ruina, que lucha contra el viento,
que
avanza por caminos que no llevan
a ningún
sitio. El éxito
de todos
los fracasos. La enloquecida
fuerza
del desaliento…
Y de Sin
esperanza, con convencimiento, los versos de este poema Porvenir, que desde los años de la
facultad me han acompañado siempre, como un aviso…
Te
llaman porvenir
porque
no vienes nunca.
Te
llaman: porvenir,
y
esperan que tú llegues
como un
animal manso
a comer
en su mano.
Pero tú
permaneces
más allá
de las horas,
agazapado
no se sabe dónde.
…
Mañana!
Y mañana será otro día
tranquilo
un día
como hoy, jueves o martes,
cualquier
cosa y no eso
que
esperamos aún, todavía, siempre.
GLORIA
FUERTES
Este año se está conmemorando el centenario del
nacimiento de Gloria Fuertes. Son de aquellos fastos que uno necesita, entre
tanto por leer y releer, como coartada para volver, o profundizar en ciertos
autores. A pesar de ello, quizás el mejor homenaje que yo haya hecho a la gran
Gloria sea el de haberles leído a mis hijos, cuando niños, sus poemas
infantiles y sus cuentecitos rimados. Aquellos de los cinco o seis volúmenes
editados por Susaeta. Esa obra por la que Gloria fue mayormente conocida y
seguramente menos valorada, como si la poesía para niños fuera algo fácil y de
poco valor, siendo por cierto, todo lo contrario. Pero tenía pendiente la
lectura atenta de su poesía para adultos, de su poesía social y postista.
Y hablando de homenajes, no puedo eludir la
mención del que le hace mi amigo Emiliano Valdeolivas en sus conciertos desde
hace más de veinte años. En todos esos años, he tenido el placer de escucharle
cantar, con su melodía y su voz portentosa, la letra del El vendedor de papeles o el poeta sin suerte, poema también
incluido en este libro.
Aprovechando el mismo viaje a Oviedo y en la
misma librería donde lo de Ángel González, compré la antología Obras incompletas, una edición a la que
le seguía la pista hacía tiempo y que este año conmemorativo me ha servido en
bandeja. Son cuatrocientos treinta y
siete poemas, la mayoría breves, entre los que yo destacaría los de amor, para
este humilde lector de poesía, una enorme sorpresa. Como también lo ha sido
comprobar que la mayor parte de esta antología queda por debajo de las
expectativas que me había marcado. La profundidad de parte de la antología es
evidente, es de una calidad evocativa, de una ironía y jocosa denuncia,
tragicómica, más ácida cuanto más leve y desenfadada, acaso esta sea la pauta
de la mejor Gloria Fuertes… Pero esto que la eleva y mucho, en una pequeña
parte según mi opinión, en la mayor parte de la selección, desaparece vencida
por la anécdota rimada, o más o menos rimada.
En cualquier caso, la irregularidad no le resta
valor a la obra ni respeto a mi lectura, así que ahí dejo mi particular
selección:
NOTA
BIOGRÁFICA
Gloria
Fuertes nació en Madrid
a los
dos días de edad,
pues fue
muy laborioso el parto de mi madre
que si
se descuida muere por vivirme.
A los
tres años ya sabía leer
y a los
seis ya sabía mis labores.
Yo era
buena y delgada,
alta y
algo enferma.
A los
nueve años me pilló un carro
y a los
catorce me pilló la guerra;
a los
quince se murió mi madre, se fue cuando
más falta me hacía.
Aprendí
a regatear en las tiendas
y a ir a
los pueblos por zanahorias.
Por
entonces empecé con los amores,
—no digo
nombres—,
gracias
a eso, pude sobrellevar mi juventud de barrio.
Quise ir
a la guerra, para pararla,
pero me
detuvieron a mitad de camino.
Luego me
salió una oficina,
donde
trabajo como si fuera tonta,
—pero
Dios y el botones saben que no lo soy—.
Escribo
por las noches
y voy al
campo mucho.
Todos
los míos han muerto hace años
y estoy
más sola que yo misma.
He
publicado versos en todos los calendarios,
escribo
en un periódico de niños,
y quiero
comprarme a plazos una flor natural
como las
que le dan a Pemán algunas veces.[1]
CRISTALES
DE TU AUSENCIA
Cristales
de tu ausencia acribillan mi voz,
que se
esparce en la noche
por el
glacial desierto de mi alcoba.
—Yo
quisiera ser ángel y soy loba—.
Yo
quisiera ser luminosamente tuya
y soy
oscuramente mía.
YA VES QUÉ TONTERÍA
Ya ves qué tontería,
me gusta escribir tu nombre,
llenar papeles con tu nombre,
llenar el aire con tu nombre;
decir a los niños tu nombre,
escribir a mi padre muerto
y contarle que te llamas así.
Me creo que siempre que lo digo me oyes.
Me creo que da buena suerte:
Voy por las calles tan contenta
y no llevo encima nada más que tu nombre.
POETA DE GUARDIA
…¡Otra noche más! ¡Qué aburrimiento!
¡Si al menos alguien llamase llamara o llamaría!
…¡La portera! Que si su nieta pare,
y recordase que soy puericultora…
O un borracho de amor con delirium tremendo…
o alguna señorita de aborto provocado
o alguna prostituta con navaja en la ingle
o algún quinqui fugado…
o cualquier conocido que por fin decidiera suicidarse…
o conferencia internacional…
(esto sería bomba —pacifista—).
O que la radio dijera finamente:
“¡La guerra del Vietnam ha terminado!”
“El porqué de estar solo ya se sabe”.
“El porqué de estar solo ya se sabe”.
O “el cáncer descubierto”.
Y nadie suena, o quema, o hiela o llama
en esta noche,
en la que,
como en casi todas.
soy poeta de guardia.
CARTA EXPLICATORIA DE GLORIA
Queridos lectores:
Os pido excusas y excusados
y os insinúo que me perdonéis
por estas entregas diurnas
que vengo entregándoos últimamente.
Más siento yo que vosotros
que mis versos hayan salido a su puta madre;
más siento yo que vosotros
lo que me han dolido al salir,
quiero decir, la causa por la que,
me nacieron tan alicaídos y lechosos.
No soy pesimista,
soy un manojo de venas desplegadas
que apenas puede aguantar el temporal.
Me pagan y escribo,
me pegan y escribo,
me dejan de mirar y escribo,
veo a la persona que más quiero con otra y escribo,
sola en la sala, llevo siglos, y escribo,
hago reír y escribo.
De pronto me quiere alguien y escribo.
Me viene la indiferencia y escribo.
Lo mismo me da todo y escribo.
No me escriben y escribo.
Parece que me voy a morir y escribo.
[1] Este poema lo escribí en
1950. Ahora debería decir “como los que le dan a los Murciano algunas veces”.
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