De Augusto Monterroso podríamos estar recordando genialidades sin parar, dedicar todo un blog sólo a ello, y el resto de los mortales podríamos descansar las neuronas.
De momento, a modo de aperitivo, ahí van tres de una sola tacada.
La primera la explico según recuerdo haberla leído en algún sitio. Dice que Tito Monterroso en alguna ocasión, o en alguna página, sentenció más o menos lo siguiente: Los enanos tienen un sexto sentido que les permite reconocerse a siemple vista.
La segunda y la tercera las reproduzco según aparecen en un libro ideal para fetichistas cuya cita viene al pie:
Se cuenta que en una recepción de mucha gala –zapatos brillantes, lamés y lentejuelas- le presentaron a la mujer de un embajador, o un banquero, o alguien, diciendo que era el autor del conocido cuento del dinosaurio. La señora le tendió la mano con indolencia, agitó un par de veces las pestañas pintadas de rímel como el casco de un petrolero, y dijo: “Ah, el cuento del dinosaurio, recién lo estoy leyendo, ya le contaré cuando termine”. Nadie dijo nada, naturalmente, pero hay que reconocer al comentario cierta falta de oportunidad suicida tratándose de un cuento que tiene siete palabras, cuarenta y cuatro caracteres, veintiuna consonantes, veintidós vocales, tres tildes y una coma –“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”-, y que pasa por ser el más corto de la historia de la literatura, tan corto que una señora decente puede leerlo de un tirón mientras suspira.
(…) Este amor a la brevedad, las sinopsis, los resúmenes urgentes, lo explicó en una conferencia que impartió junto a Bryce Echenique. Cuando éste comentó que escribía casi sin corregir, Monterroso le respondió que en su caso corregía casi sin escribir, lo que provocó sonrisas y codazos cómplices en el auditorio.
39 Escritores y medio. Jesús Marchamalo. Damián Flores. Editorial Siruela. Madrid 2007
páginas 133-134
La brevedad tiene una ventaja, y es que tiene infinidad de interpretaciones.
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