Dialogando en el Café Salambó

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sábado, 10 de diciembre de 2011

Los enamoramientos

Novela impecable, de prosa elaborada, profunda, sobria a la vez que suelta y de fácil lectura. Sólo me sobran los fragmentos en los que se emperra en glosar el argumento de El coronel Chabert de Balzac. Por muy fundamentales que sean para la comprensión del personaje y de la novela de Marías, y por muy del gusto del autor que sean este tipo de juegos comparativos de altos vuelos intelectuales, yo prefiero y me basta quedarme con la construcción contemporánea de su novela, con dos personajes magistrales como lo son el amante Díaz Varela y la protagonista y primera persona femenina, María Dolz, otro mérito, meterse en la piel de una mujer sin que chirríe ni se "vea ninguna costura" como les gusta decir a los malos críticos. Y la historia, a mi modesto parecer, sin esas parrafadas se aguantaría solita. Sí, ya sé que la editorial en su segunda edición ha retractilado la obra de Balzac con la de Marías, pero sigue sin importarme, es una mera cuestión de mercadeo. El lector que necesite leer a Balzac siempre puede hacerlo. Yo, con todos los respetos y desde mis más insuperable modestia prefiero seguir leyendo sólo a Marías, la mayoría de los clásicos me aburren.
Javier Marías es un narrador de raza y clásico en el buen sentido del término. El final de la novela es genial. Invita a que el lector lo imagine a su medida una vez robado el morbo de un final truculento y efectista, el que quizás esperaba todo el mundo para aplacar una sed de venganza, un ajuste de cuentas con el hijo de puta del protagonista. Díaz Varela encarga el asesinato del amigo para quedarse con la mujer desconsolada de este, mientras se entretiene con María Dolz, que se enamora del monstruo imaginando la pareja perfecta que formaban el difunto y su esposa, el objeto prohibido del deseo de Díaz Varela. Pero Marías no cae en la chabacanería de un final de manual, sino que las cosas pasan como podrían pasar en la vida real, sin más, sin ruido, silenciosamente, sin pasar más que el tiempo, de una página a otra, dejando así que sea el lector el que imagine como sigue viviendo la ficción en su mente.

En dicho final además, hay algo que me ha llamado mucho la atención. La protagonista tiene una de esas cenas soporíferas y protocolarias de editores con autores y la prensa. Marías, aprovecha la escena para criticar la zafiedad del mundo editorial actual, como hace en otros momentos de la novela por boca María Dolz. Así, para referirse al escritor con quien cenan, en la página 392, Marías escribe:
(...) el novelista (...) era un tipo con jersey de rombos, gafas de violador o maníaco y pinta de acomplejado, que incomprensiblemente tenía una novia agradable y bien parecida y vendía bastantes libros.
Evidentemente me encantaría saber a quién tiene Marías en su mente cuando escribe este párrafo, preguntarle directamente a quién se refiere en este juego tan trovadoresco y medieval entre autores coetáneos de lanzarse puyas mediante su obra.
La verdad es que lo imagino y a riesgo lógicamente de equivocarme, sé que es alguien a quién le encanta comer nocilla.

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