Dialogando en el Café Salambó

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domingo, 26 de enero de 2014

Presentación "Las tres caras de la moneda" en el Café Comercial de Madrid, el 7 de noviembre de 2013, con el editor Romualdo Carnero y el escritor Luis Landero.


http://www.youtube.com/watch?v=NFO9Y1bGZ_w

Presentación "Las tres caras de la moneda". Biblioteca Can Baró de Corbera de LLobregat, 25 de enero de 2014, con Maria Carme Roca.


El sábado 25 de enero de 2014, la sala polivalent de la Biblioteca de Can Baró de Corbera del Llobregat (Barcelona) se llenó para asistir a la primera presentación en Catalunya de "Las tres caras de la moneda". En representación de la regidoria de cultura de l'ajuntament inauguró y cerró el acto Isidor Schmid. La prestigiosa escritora catalana Maria Carme Roca diseccionó con precisión las múltiples caras del libro y mantuvo un interesante debate con el autor, Jorge Gamero.


Con Isidor Schmid en representación de la regidoria de cultura, Alícia G.Roca y Montserrat Isern de l'ajuntament de Corbera.

lunes, 6 de enero de 2014

Maneras de volver, de Rafael Soler


Maneras de volver
Rafael Soler
Madrid, 4ª edición de 2011
Poesía. Colección Baños                 
del Carmen nº 187
Ediciones Vitrubio
ISBN: 978-84-96830-96-7

Pocas veces había tenido tanta curiosidad por un libro de poesía y por un poeta como hasta ahora. Curiosidad literaria y vital y llegados a este punto incluso diría que necesidad. Necesidad de leerlo, dos y tres veces algunos poemas, reflexionarlo y finalmente caer en este estigma y esta trampa inevitable de escribir sobre el fenómeno literario, para eso somos escritores sin remedio. Es una necesidad que ha nacido de la inteligencia del azar y que tiene algo también de legítimo egoísmo. Porque Rafael Soler tiene hechuras de ángel en la tierra de los letraheridos y todo lo que toca, lo dignifica. Así que aquí estoy, resuelto a abandonarme a lo inevitable de su palabra.
Desde que llegué a Madrid hace más de cuatro años, el nombre de Rafael Soler aparecía con frecuencia en mis conversaciones con escritores de la ciudad, y en mis múltiples visitas al Café Comercial de mi corazón, la estampa y los modales de dandi de Rafael no me pasaron desapercibidos, antes incluso de asociar el nombre a la imagen y ni siquiera fisgonear por ese tercer ojo moderno llamado Internet. Era él, estaba claro, las descripciones coincidían con el empaque y la voz de excelente rapsoda. Pero faltaba lo más importante: la obra. Entonces, después de tropezarnos en silencio tantas veces por el Comercial, una tarde, con la coartada de una ausencia, la de nuestro amigo común Paco Moral, ya se sabe, dime con quién andas y te diré quién eres… entablamos nuestra primera conversación. Rápidamente, cambiamos cromos como los niños. El me envió su novela El corazón del lobo reeditada en el 2012 por Ediciones Evohé, treinta años después de su aparición, y yo le devolví la cortesía con mi primera y última novela juvenil Simón, no; Saimon editada por Alfaguara.
          El corazón del lobo resultó ser, como le escribí entonces, algo de lo más desconcertante que he leído en mi vida. Desconcertante en el más literal y literario sentido del desconcierto. El texto es de una tensión lingüística espectacular, línea a línea, llevada casi al extremo de la escritura automática. Cada palabra, cada frase, cada página significan sin descanso. El texto, se convierte así en una narración delirante, febril, de una tensión evocativa que te obliga a leer la novela a sorbos, y saborearla como un poema. Por lo demás, diré que se trata de una historia de amor anterior a la invasión post moderna del paraíso de los años sesenta y setenta, en un marco triangular que podría estar representado entre las Islas Pitiusas, su Valencia natal y Madrid. Una historia de amor que lleva un nombre, el de Lucía, como causa y consecuencia.
          Rafael me contestó con una carta manuscrita, un anacronismo dicho sea de paso que ya daba uno por muerto, esa comunicación epistolar a la que tantas horas entregamos cuando éramos más jóvenes. En ella sencillamente valoraba y agradecía la lectura de mi novela juvenil con el mayor elogio recibido hasta entonces: me decía Rafael que mi novela era necesaria… No sé si fue por eso especialmente, que poco más tarde Simón, no; Saimon, optó al Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil a la mejor novela publicada en el 2012.
         Establecida esa difícil complicidad, después del verano del año pasado, yo quería que la lectura de la poesía de Rafael Soler acompañase al otoño. Y compré este magnífico libro, Maneras de volver.
      Este dandi, novelista, poeta, sociólogo, que fue profesor de la Politécnica de Madrid; también es ingeniero. No tuve más remedio que acordarme de aquel verso, ¿Le parece a usted correcto que un ingeniero haga versos?, de ese bello y duro poema titulado Biografía, de ese otro magnífico poeta como lo fue el también ingeniero Rafael Múgica, quien quizás en ese poema esconde las razones por las que decidió renombrarse como vate con el seudónimo de Gabriel Celaya. Pero sobre todo, me llamaba la atención cómo sería un libro de poemas, con un título excelente y tan sugerente como Maneras de volver, escrito nada menos que después de veinticuatro años de silencio, tras unos años ochenta en los que el autor había publicado numerosos libros, novelas y poemarios, y obtenido un puñado de importantes premios. ¿Qué iba a encontrarme después de ese misterioso silencio?
        Y lo que he encontrado es un libro de poemas impecable, perfecto, un espejo del Rafael Soler más íntimo a la vez que más rotundo e inteligente. Un libro que a día de hoy, si no me falla la información ya va por cinco ediciones y algunas traducciones a varias lenguas.
       Maneras de volver, me respondo ahora, quizás fuera el fruto de una larga reflexión para dejar escrito en versos su particular visión del amor, y de la muerte. Eros y tánatos reflejados como dos caras en el marco de la vida, la tercera cara de la moneda que las alumbra. Yo, que me quedé con las ganas de ser poeta, apenas soy capaz de describir torpemente un libro tan bueno y a lo sumo destacar aquellos versos o poemas que me han zarandeado el alma, o que directamente me han hecho sangrar como una pedrada en la sien… la que decía su colega y contemporáneo Ramón Irigoyen. Y eso es lo que voy a hacer, incluso a veces, puedo ser capaz de explicar por qué, aunque en poesía, lo subjetivo vence a lo objetivo y haya tantas lecturas como lectores.
       Maneras de volver está dividido en tres partes, con diecisiete, trece y trece poemas cada una de ellas y las tres se inician apoyadas, introducidas, por una cita de otros poetas, por cierto, muy bien escogidas.
       La primera parte se titula Amor Kebab y la encabezan unos versos de Benedetti:

            Varón urgente
            hembra repentina
            no pierdan tiempo
            quiéranse. 

    Estos versos bien podrían ser, por eso los pone ahí Rafael, un poco la esencia de este bloque de poemas. Esos sujetos denominados con nombre de género sexual, esa urgencia, esa premura, nos hablan del amor y el sexo como entes indisolubles, condenados a quererse. Pero si profundizamos ya en el contenido de los diecisiete poemas, vemos que el amor es infinito y efímero a un tiempo, que su grandeza se concentra en su materialización, en esos momentos de comunión de la carne, esos que acumulados unos encima de otros nos dan la medida de la felicidad. De este primer bloque destacaría el primer poema, Se nos apaga el mundo, el único por cierto de todo el libro con subtítulo entre paréntesis, (Cine puro). Un subtítulo que si bien no hubiera hecho falta, quizás esté ahí para singularizar la importancia que tuvieran los cines en el amor adolescente. El poema describe una sala de cine como cobijo del deseo y cómplice de los amantes. Y termina así:

(…) y en las butacas numeradas siete y nueve
pasillo central y terciopelo

lento zoom con música de piano
mientras abres descarada
el pan de la merienda y de tu falda.

O ese otro, Un poco más de ella, en el que se pinta la imagen de un encuentro amoroso, o un enamoramiento súbito, o solo apenas la idea o el sueño de ambas cosas en la mente de un hombre solitario sentado en la terraza de un bar.

Inventa un ángel y cédele tu asiento
a la hora del Martini y de las prisas
en esta plaza con más bancos que palomas

busca luego un nombre adecuado a tu impostura
y escáncialo con devoción sobre su pelo
evitando una caricia que rompa el sortilegio

disfruta así el instante que brinda tu osadía
y no abras el periódico ni consultes el reloj
dos hábitos tristes y fuera de lugar
ante un escote de alas blancas que te observa
con la atención de quien afila un lápiz
y cortés alza las cejas cuando al fin se descruza
con esa lentitud que sólo tienen ellas

quizá se llame Lola tiene un lunar una bufanda
y no volverás a verla nunca.

O este otro muy breve, Desde tu corazón de ayer, que yo interpreto como un poema de profundo agradecimiento del amante, que hace recuento emocionado.

Así cruzamos juntos
las solemnes avenidas y los campos
los anchos días plenos y los años miserables
la fiebre y sus salones

sin caer en la cuenta de tus cuentas
y el futuro más cerca del pasado (…)

Para terminar de una forma redonda y lapidaria con la belleza de dos versos que lo dicen todo con tan poca cosa, esencia de la poesía, y muestran ese agradecimiento tan profundo.

(…) cuando entiendas que la vida que te falta
es entera la vida que me has dado.

La segunda parte se titula Vivir es un asunto personal y la introduce este verso, frase o idea de Borges:

El futuro tiene forma de caerse en la mitad.

Enigmática idea que podría venir a significar la debilidad de los sueños, o como de todo lo que esperamos en la vida, lo conseguido se suele quedar, a modo de rebajas, en el cincuenta por ciento. A veces, por la magnitud del deseo, a veces, por la magnitud de la vida y la muerte, ambas, de extensión caprichosa.
Este bloque trata pues de los enigmas de la existencia, de la vida escurridiza que a veces nos quiere huir, del enigma insondable de Dios, especialmente en el primer poema En busca y captura desde antaño que termina diciendo:

(…) Ése el que sabe líbreme
Ése el que ignora cuídeme

desde su rincón celeste en el valle feraz de los desaparecidos

de tipos como yo
en un mundo de certezas viviendo con su Duda.

Fíjense que el pronombre demostrativo Ése, va en mayúscula, como la palabra final Duda que es como decir, cuando en todo el libro aparecen muy pocas mayúsculas más allá de las estrictamente obligadas; Dios eres Duda, quizás necesaria, pero duda al fin y al cabo. Y este bloque, que también trata de los años mozos y sus descubrimientos, o de la soledad, cierra con otro poema sencillamente brutal, Inventario, dedicado quizás a esa soledad que produce el recuento de lo vivido.

Asma
pánico a lugares sin luz
o escasamente ventilados
una deuda joven
renovada cada julio con esmero
un amigo antiguo que llama los domingos
varias gafas de sol
perdidas todas en lugares hermosos y lejanos
una promesa
que sonríe con sorna cuando hablo
un buzón que abro sólo si se queja
algunas oraciones en buena compañía
un ascensor donde tropiezo conmigo cada tarde
un homenaje que nunca merecí
un divorcio merecido
odio al alcohol
incomprensible y falso
dos plumas
una sincera la otra perezosa
y un día más para seguir conmigo.

Y finalmente, la tercera y última parte, La casa helada, que quizás sea la más dura de las tres. Dura en el sentido en que está dedicada al principio del fin, al tánatos, a esa muerte o a esa idea que el poeta se va pergeñando del éxodo involuntario que nos libra de los espejismos de la vida. Ya el verso que lo introduce, de un poeta al que desgraciadamente desconozco, Manuel Jurado López; es de una crudeza tan aplastante como inexorable:

Y es que la muerte espera en el lugar previsto

De este bloque destacaría dos poemas, a cual mejor. Uno es Ahora que todo me rodea, y el otro Cierra los ojos, cuenta, que si bien aparecen así, en ese orden, yo me voy a permitir citarlos en orden inverso. Porque Cierra los ojos cuenta, se refiere al temido momento en el que la parca viene a buscarnos.

Que uno aprenda tu nombre
ni por otro te lleve confundida

cuando un día descarada se presente
choca esos cinco venga esa vida
a dos carrillos engullendo cuanto queda

que nunca aparezca de repente
en mitad de una bronca copa en mano

y si viene llegue tarde y lejos sobrevivas
aunque artera piense que sólo sobremueras.

Mientras que Ahora que todo me rodea es un poema podríamos decir que de ultratumba. Porque leído tres y cuatro veces descubres que es un alma ya sepultada la que habla del anhelo de salir del espacio reducido de un ataúd y poder volver a la vida a través del cuerpo abandonado, al que querría abrazar. Claustrofóbico, tétrico y aplastante poema.

Para darme aquí la vuelta necesito más espacio

una cadera por ejemplo
y un codo obediente que resista mi empeño
tan fuera de lugar y tan hermoso

dos vértebras quisiera del esternón a los talones
y qué será del esternón
y a dónde fueron los talones
tan altivos y de estreno con Aquiles
pero yo no

salir de mí quisiera
entre dos vértebras y un codo
hasta cambiar definitivamente de postura

despacio y sin resquicios contra el mármol
en busca de mi cuerpo y de tu abrazo.

Y muere aquí mi voluntariosa reseña de este libro imprescindible de poemas. El objetivo no es otro que invitarlos a hacer ahora su lectura, que irremediablemente será otra distinta a la mía. Así es la literatura. Me lo agradecerán, se lo agradecerán.