Dialogando en el Café Salambó

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domingo, 28 de abril de 2024

Reseña "La última función", de Luis Landero.


La última función

Luis Landero

Barcelona, 1ª edición de febrero de 2024

Colección Andanzas nº1057

Tusquets Editores S.A.

ISBN: 978-84-1107-412-4



“Teatro, la vida es puro teatro...” cantaba la cubana La Lupe a finales de los setenta. Era una letra del compositor puertorriqueño Tite Curet sobre la impostura en el amor, un clásico de los boleros y de la literatura romántica en general. ¿Y qué decir de nuestra calderoniana “La vida es sueño”, donde se reivindica la libertad del individuo para vivir alejado del yugo del destino?

Ambos ejemplos ilustran lo que para mí es en el fondo la última novela de Luis Landero “La última función”; un homenaje al teatro como coartada para transmutar la realidad, torcer o enderezar el destino, cumplir con la recurrente voluntad de “ser otro”, otro individuo distinto al más o menos frustrado o incómodo con el papel que le ha asignado la vida antes de soñar. 

Los sueños y los afanes de un mundo mejor, la necesidad de la ficción para superar la “inmisericorde realidad” (página 93), por mucho que la propia realidad a veces nos sorprenda aún más que la imaginación; es algo transversal en todos los personajes y las novelas de Luis Landero, desde la primera “Juegos de la edad tardía” (Tusquets, 1989). Pero no por ser menos habitual en Landero no deja de maravillarnos cada vez, engarzando esa bífida bruma del ser o no ser, con historias de lo más extraordinario, pero también de lo más esperpéntico, como en la anterior “Una historia ridícula” (Tusquets, 2022). (...) “se esmeraba en interpretar escrupulosamente el papel de gestor (...) y en cuanto podía (...) pasaba por casa, y era cambiarse de ropa para que apareciese convertido –parecía en efecto cosa del teatro– en el verdadero Tito Gil, el hombre con trazas de vagabundo y de bohemio que en realidad era, sin la menor sombra de vanidad o de artificio”. (páginas 67-68).

De todo esto, en una entrevista previsible, apenas se habló el pasado 22 de febrero en la Biblioteca Jaume Fuster de Barcelona, cuando el escritor vino a presentar la novela. Fue un emotivo reencuentro después de algunos años, cuando vino también a presentar “El balcón en invierno” (Tusquets, 2014) y más años aún, desde el 2012, cuando nos conocimos en Madrid.

La novela tiene doscientas veinte páginas y se divide en dos actos, el primero, de once capítulos y el segundo, de ocho. La primera parte o acto alterna los capítulos dedicados a las vidas y la creación de los personajes –Landero es un novelista sobre todo de grandes personajes–, en este caso de sus dos personajes principales, Ernesto Gil Pérez, conocido como Tito Gil, y Paula. La narración es coral, a cargo de un grupo de jubilados que cuentan y recuerdan la tarde de 1994, cuando asistieron a la última función de teatro en su pueblo, San Albín, en la serranía de Madrid. Esto último ocurre en la segunda parte en la que convergen ambos protagonistas cuando Paula despierta por error en la estación de este pueblo desconocido para ella, y Tito Gil acude a San Albín, para gestionar una herencia familiar. 

Ese encuentro azaroso dará con el montaje de la última función en el pueblo de “El Milagro y Apoteosis de la Santa Niña Rosalba”, una leyenda litúrgica medieval, pero sobre todo, porque la obra es lo de menos, hará posible una verdadera historia de amor entre Paula y Tito Gil. Una Paula a la que hasta ese momento nunca le había ocurrido nada digno de contarse, “Es curioso, nos dijo, me he descubierto a mí misma convirtiéndome en otra” (página 206) y un Tito Gil que con esta apoteosis actoral final saldrá por fin de la grisura de su vida. Y así lo recuerdan el coro de narradores “ya viejos y desmemoriados”, reunidos “alguna tarde en un café de Madrid” (página 219). Un café que bien podría ser el Café Comercial, pero esto, habría que preguntárselo a Luis Landero. 

Como sigue la historia entre ellos después del teatro, tendrán que descubrirlo ustedes con su lectura. 

Armando todo el relato, al más puro estilo landeriano y de contador de historias sencillas, rurales, familiares, de vida en definitiva; tenemos una galería de secundarios extraordinarios imprescindibles. Como ocurre en la inmensa mayoría de la novelas de Luis Landero, los secundarios solo lo son en apariencia, tienen la virtud de actuar sobre el destino de manera determinante, no son casi nunca testimoniales, cumplen su cometido en medio de una trama milimétricamente estructurada, soportan la arquitectura perfecta de la historia. Es el caso de Ángel Cuervo, el maestro de Tito y quien descubrirá la vis actoral que se halla detrás de su voz prodigiosa de rapsoda. O de Blas, el primer marido de Paula, insulso, fracasado y hasta esquizofrénico que lastrará la vida de la protagonista hasta que ella se atreve a huir de esa cárcel emocional. Está también Margarita, la secretaria de la gestoría “Gestores Gil y Gil”, quien le cubrirá la espalda a Tito en su locura por la interpretación y la poesía. O Rufete y Galindo, los socios accionistas de Tito en su compañía de teatro y quien a su manera, desde la sencillez de sus quehaceres, electricista el primero, profesor de instituto de latín el segundo, comparten el sueño y la utopía del arte como negocio. O Amalia, la única pareja más o menos formal de Tito en esta historia, como los mismos narradores nos dicen, (...) “su mejor experiencia amorosa. Si no era amor, se le parecía mucho” (página 122) Pero será una historia que acaba en cuernos con un Tito como víctima, gordo y devorado por la insaciable, casi giganta Amalia, glotona de ricas viandas y de hombres.

Y finalmente, Claudia, (...) “una actriz casi profesional con la que había trabajado hacía años (“Y hasta fuimos medio novios”...” (página 185) Así cuentan los narradores cómo Tito había invitado a dicha actriz. Pero el azar, esa circunstancia necesaria de la verdad y la mentira, hace que llegue antes Paula, la no esperada. Y Tito ve en ella a la auténtica actriz que necesita, y Tito, cuando tiene que explicarle porqué será ella la protagonista –porque en el fondo quizás sepa que Claudia no iba a presentarse– le pide que siga respondiendo al nombre de Claudia para no tener que dar más explicaciones en el pueblo.

Hipnotizada y convencida Paula de ser Claudia, para ser en realidad más ella que nunca, la Paula que había soñado, Tito le va dictando verdaderas consignas del teatro y de la vida: “El público no existe, y tú tampoco, solo existe tu personaje, y no hay otro espacio que el ilusorio de la escena”, “El cuerpo y la palabra tienen que ir a compás. Si desafinan, aparece la mentira, se le ven las tripas al juguete”, “Relájate, recorre tu cuerpo con la mente, y recuerda siempre que la cara está como está el cuerpo”. (página 202). “Cabe decir que la relación ficticia (...) se fue haciendo real quizá sin que ellos mismos lo advirtieran, como si el teatro y la vida se confundieran entre sí.” (página 203). 

        Y así, van contando esta historia de amor casi juglaresca, cancioneril y teatral, los narradores del pueblo de San Albín, pero ya desde un café de Madrid, recuperando la memoria para recuperar lo que son. Leandro Lobato es uno de ellos, un exprofesor de lengua y literatura, escritor en secreto, que animaría a Tito para dar esa “última función”, y otro es Andrés Cruz, pesimista irredento, exconcejal de cultura del pueblo que emigró, dejó los estudios, volvió para ejercer de jefe de la estafeta de Correos y quien el día del estreno de la última función se subiría al escenario para discursear con cosas como estas: “Estamos asistiendo al fin del mundo”, dijo, “¿No oís ya las trompetas? Este es nuestro apocalipsis, porque este lugar es nuestro mundo, (...) “Y sin embargo, dijo, tras una larga pausa y como reanudando un penoso trabajo, “por una vez creo ver una luz de esperanza” (...) (página 150)

Todos ellos, narradores y personajes, acaso reales, hijos son del autor Luis Landero, contador de escenas del teatro de la vida y de la vida como sueño.

Cierro aquí la crónica de la penúltima función de este maestro de las letras.

  


                                             





    


domingo, 7 de abril de 2024

Reseña "La alineación y otros relatos esféricos"

https://futbolclubdelectura.com/2024/04/06/la-alineacion-y-otros-relatos-esfericos-de-jorge-gamero-stonberg-editorial-2024/

Extraordinaria reseña del blog, ya de referencia, Futbolclubdelectura.com


Presentación "La alineación y otros relatos esféricos"

El pasado jueves 4 de abril, "La alineación y otros relatos esféricos" ganó el partido al recuerdo por goleada. El equipo estuvo formado por mi familia, amigos del colegio Sant Miquel, compañeros de la Editorial Santillana, compañeros de la Agrupació de Veterans de la UD Cornellà, excompañeros del Levante Las Planas, profesores amigos, colegas escritores, titulares amigos de colegios como Gran Capitán y Utmar y muchos más, amigos todos ellos... Gracias una vez más a las autoridades de la ciudad de Cornellà y a Jordi Castelló de Stonberg Editorial por volver a confiar en mí. Estaban todos los que tenían que estar, incluso los que no estaban.