Dialogando en el Café Salambó

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lunes, 8 de agosto de 2016

Besos a la luz de la lona (Historias de boxeo)


Besos a la luz de la lona (Historias de boxeo)
Varios autores
Prólogo de Quique Peinado
Edición de Enrique Turpin
Texto preliminar de Eduardo Arroyo
Madrid, 1ª edición, abril de 2016
Editorial Demipage

ISBN: 978-84-944472-5-9

Si la literatura y el boxeo se alimentan de la épica de la existencia y ambos de la cara amarga del azar, de la sordidez como una oportunidad para el éxito, si como recuerdo haber oído en una clase de literatura de mi tierna adolescencia, la vida de color de rosa no tiene literatura; literatura y boxeo comparten el sentido trágico de la palabra convertida en placer, y por lo tanto, irremediablemente, son cómplices.
Lo insinúa infinitamente mejor Gonzalo Suárez en uno de sus textos que incluye este libro:

El arte es un largo combate, perdido de antemano,
Con las sombras.
Eso es cosa sabida.
Porque el boxeador combatía con su sombra, era un artista. (…)

Me atrevo a afirmar que esto es lo que motivó a algunos escritores a perder su mirada en algún momento sobre el boxeo, obviamente al margen de lo que pudieran pensar aquellos blandengues que creen que hay temas que no merecen la sacrosanta consideración de literarios, y lo que ha motivado a los Peinado y Turpin a editar estos Besos a la luz de la lona, un libro cuyo título ya es por sí solo, una obra de arte.
En mi caso, diría que no por blandengue, aún no me he atrevido a escribir sobre boxeo, a pesar de haber disfrutado de los combates de Muhammad Ali contra Joe Frazier o George Foreman, o contra Alfredo Evangelista y más cerca, aunque también lejanos y perdidos en la infancia, de los combates de Urtain, Perico Fernández o de Policarpo Díaz, el “Potro de Vallecas”.

En cualquier caso, esto más que una reseña solo quiere ser una nota bibliográfica de un libro, a mi modo de ver, necesario. Necesario para los que como yo apenas habíamos leído buena literatura sobre boxeo, en mi caso y hace ya unos años, el relato largo Young Sánchez de Ignacio Aldecoa.
El libro es una excelente antología de textos sobre boxeo, y lo es obviamente por la calidad de la selección. Siempre habrá alguien más entendido en esta literatura del ring, que pudiera echar de menos a Hemingway, o Cortázar por ejemplo, pero es evidente que los que están, pegan bien, muy bien, hasta dejarte aturdido de placer lector, algunos, directamente por knockout.

Los autores convocados son Onetti, Aldecoa (en dos ocasiones), Ana María Shua, Juan Villoro (en dos ocasiones), Piglia, Halfon, Fontanarrosa (en dos ocasiones), Pedro Juan Gutiérrez, Liliana Heker, Abelardo Castillo, Armando López Salinas, Ray Loriga, Antonio Martínez Menchén, Francisco Ayala, Gonzalo Suárez, Fernando León de Aranoa o Eduardo Berti.

Y el planteamiento es tan original como apropiado al contexto que nos ocupa ya que los relatos se agrupan de dos en dos, peleándose cada autor por algunas de las categorías clásicas del boxeo (pesado, semipesado, pluma, crucero, mosca, etc.). Cada combate viene a ser un asalto de la antología, y cada uno de ellos, según la extensión o la intencionalidad del texto les confiere cierta igualdad de condiciones a los autores combatientes.
Pero quien debe alzar el puño del púgil escritor, como vencedor de cada contienda debe ser quien lee. Así lo voy a hacer yo siguiendo la propuesta de este libro magnífico. Y así, aunque hablar de literatura de boxeo es hablar sobre la literatura del fracaso, y apenas hay algún autor que se recree en el éxito; todos ganamos, hay un vencedor seguro por cada lector.
Me dejo fuera de valoración dos capítulos-asaltos, Crónicas I, con textos de Manuel Alcántara y Eduardo Arroyo y Crónicas II, con textos de Joan de Segarra y de Jacinto Antón, y un capítulo más, Fuera de programa, de Jack London; que confieren al conjunto la sensación de velada pugilística completa, con un enfoque colateral más ensayístico que literario.

En el boxeo, como escribe Eduardo Arroyo en el texto introductorio La previa, (…) incluso si se gana, se pierde. Añadiría yo que es lo mismo que ocurre en la literatura, desde la posición del lector, y especialmente en la de autor en la que se lucha contra uno mismo, y con tu sombra, a la que no siempre somos capaces de vencer.
Les invito a ponerse el calzón, a vendarse las manos y ajustarse los guantes, a preparar el taburete, el cubo y la esponja; para que me acompañen en este combate de combates. Si son buenos púgiles y no le pierden nunca la mirada al texto no recibirán otro impacto que el del placer de salir vencedores, a hombros de la lectura.
Ahí van mis combates.


A un lado, Juan Carlos Onetti, uruguayo blanco de origen irlandés, fallecido en 1994 con un palmarés de los cinturones del Nacional de literatura y el Cervantes entre otros, defiende este título con Jacob y el otro.


Al otro lado, Ignacio Aldecoa, español de Vitoria, fallecido en 1969,  cinturón Premio Planeta, defiende este título con Young Sánchez.






Vence Ignacio Aldecoa a los puntos después de quince asaltos.


A un lado Ana María Shua, blanca, bonaerense nacida en 1961 y con un palmarés del Premio Nacional de cuentos y relatos entre otros, defiende el título con La revancha. 

Al otro lado, Juan Villoro, barbudo blanco, nacido en Ciudad de México en 1956, posee los cinturones del Herralde o el Premio Iberoamericano José Donoso entre otros, defiende este título con Campeón ligero.

Vence Villoro por knockout en el décimo asalto.



A un lado Ricardo Piglia, blanco, natural de Adrogué, provincia de Buenos Aires, nacido en 1941 y con un palmarés del Rómulo Gallegos y el José Donoso entre otros, defiende este título con El Laucha Benítez cantaba boleros.

Al otro lado, Eduardo Halfon, blanco natural de Guatemala, nacido en 1971, con un palmarés del Café Bretón y El José Mª Pereda de Novela corta, defiende este combate con el título El boxeador polaco.


No hay vencedor, el combate resulta nulo por empate técnico.


A un lado Roberto Fontanarrosa, blanco rosarino fallecido en 2007, fondón, barbudo y futbolero, con un palmarés in extremis de una Mención de Honor del Senado de la Nación en 2006, defiende este combate con el título Regreso al cuadrilátero.

Al otro lado, Pedro Juan Gutiérrez, cubano blanco de Matanzas, nacido en 1950, con un palmarés del Alfonso García-Ramos de Novela y el Premio de Narrativa Sur del Mundo, defiende este combate con el título El Boxeador.



Vence Fontanarrosa por knockout  en el tercer asalto.

A un lado Liliana Heker, blanca bonaerense nacida en 1943, Mención de Honor Premio Casa de las Américas, diploma de Honor y Premio Konex en diferentes convocatorias, defiende este combate con el relato Los que vieron la zarza.

Al otro lado, vuelve a combatir desde las alturas, el rosarino Roberto Fontanarrosa, campeón del peso mediano, esta vez opta a esta nueva categoría con el relato Semblanzas deportivas.                                       





Vence Fontanarrosa por knockout fulminante en el segundo asalto.


A un lado Abelardo Castiilo, blanco de la ciudad costera de San Pedro, provincia de Buenos Aires, nacido en 1935, con un Konex y un Nacional de Literatura como palmarés, defiende este combate con el título Negro Ortega.

Al otro lado Armando López Salinas, madrileño blanco aunque rojo, como dirigente del Partido Comunista de España, fallecido en 2014, con un palmarés de un Nadal y un Antonio Machado de novela, defiende este combate con el título El boxeador.
Vence López Salinas a los puntos en un duro combate de doce asaltos.

A un lado Ray Loriga, blanco español de Madrid, nacido en 1967, escritor, guionista y director de cine, tatuado y representante del realismo sucio español, con un palmarés del Premio San Pancracio, el Lateral de Narrativa y el Tähtivaeltaja Award, defiende esta lid con el relato La muerte del hermano.

Al otro lado, el veterano Antonio Martínez Menchén, blanco, nacido en Linares, Jaen, en 1930 aunque afincado en Madrid desde finales de los cincuenta. Colchonero, funcionario, y padre de poeta. Con un palmarés menor del merecido por su firme y larga trayectoria, defiende este combate con el relato Torito.

Vence Loriga a los puntos en un combate de quince asaltos.


A un lado, el ilustre Francisco Ayala, granadino nacido en 1906 y fallecido en Madrid en 2009, escritor, traductor, sociólogo, abogado y crítico literario además de académico, con un palmarés muy importante con un Cervantes y un Príncipe de Asturias entre otros, defiende esta batalla con el relato El boxeador y un ángel.

Al otro lado el asturiano blanco y fortachón Gonzalo Suárez, nacido en Oviedo en 1934, director de cine, guionista, actor y escritor además de futbolero y raro. Seduce, y muy bien a la literatura a pesar de lo cual su palmarés es casi en exclusiva cinematográfico, con premios como el Nacional de Cinematografía, la Medalla de Oro de las Bellas Artes, Caballero de las Artes y las Letras (Francia), Concha de Plata en San Sebastián y un puñado más; defiende este duro combate con el relato Paso atrás.

Vence Suárez por abandono de Ayala  en el décimo asalto.



A un lado, repite combate el mejicano Juan Villoro, campeón del peso crucero, esta vez defiende esta otra categoría con el relato Un disparo.

Al otro lado se estrena y debuta Fernando León de Aranoa. Blanco larguirucho, barbudo y melenudo nacido en Madrid en 1968. Director de cine y guionista, su palmarés se ciñe al ámbito cinematográfico con una Concha de Oro en San Sebastián, cinco premios Goya y un Premio Ariel, defiende este difícil combate con el brevísimo relato Oración del boxeador.

Vence Villoro a los puntos en diez asaltos.

A un lado, Eduardo Berti, enésimo bonaerense, blanco, nacido en 1964, hijo de rumano emigrado a Argentina durante la Segunda Guerra Mundial, escritor y periodista, con un palmarés prometedor de finalistas, como el Fémina o el Herralde, defiende este combate con el relato híper breve de siete líneas Caso del boxeador.

Al otro lado vuelve a la lona el gran Ignacio Aldecoa, campeón del peso pesado con Young Sánchez, compite esta vez y de nuevo desde el más allá por la diametralmente opuesta categoría del peso paja, con el relato híper breve de dieciséis líneas titulado Neutral Córner.

No hay vencedor, el combate resulta nulo por empate técnico.