Dialogando en el Café Salambó

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lunes, 25 de agosto de 2014

Doble reseña, Sándor Marai y Luisgé Martín.











La mujer justa
Sándor Márai
Barcelona, 2ª edición de enero de 2012
Colección Letras de Bolsillo
Editorial Salamandra S.A.
ISBN: 978-84-9838-368-3        
                                                                  
La mujer de sombra
Luisgé Martín
Barcelona, 1ª edición de marzo de 2012
Colección Narrativas Hispánicas nº 498
Editorial Anagrama S.A.
ISBN: 978-84-339-7239-2


        Esta doble reseña quiere ser un ligero apunte sobre ambos libros pero sobre todo, quiere ser una reseña de la amistad, doble también; la amistad de dos personas. Siempre me ha gustado regalar libros. Y que me los regalen. Lo que no soporto es dejarlos en arriesgado préstamo, arriesgado para los libros y en especial, para la amistad. Considero que regalar libros es un pequeño arte y por lo tanto, no todo el mundo está igualmente preparado. Cada persona, cada relación y cada momento, requieren un libro y no otro porque en cada libro regalado puede haber un mensaje a medida, a veces, incluso inconsciente.
         El ritual tuvo lugar el pasado 29 de enero en la planta baja del Café Comercial de Madrid. Allí me encontré con mis amigos Mar Rodríguez y José Antonio López Guzmán, alias Jal, para brindar con cava y poner así un broche final simbólico a mi etapa madrileña de cuatro años y medio. Ellos forman parte de un nutrido grupo de amigos de esa ciudad incrustada en mi corazón, pero ellos son singulares al mismo tiempo. Porque no es fácil ser amigos a la vez que se comparte empresa. Pero sobre todo, porque no es fácil tener la inmensa talla humana que ellos tienen.
        De repente, decido jugar a que cada lector adivine qué libro me regaló cada uno de mis amigos. Sin pistas elaboradas, puro juego y albedrío.
      Jal es el profesional más serio y comprometido que conozco, un auténtico vendedor de libros, como Mar y un servidor también, pero Jal rompe el molde. Lleva toda su vida en ello, nunca debieron suprimir de nuestras nóminas la palabra viajante, pero ya se sabe que a menudo, nos asusta la autenticidad de las palabras y nos alejamos de ellas, buscando otras, porque nos da miedo parecer antiguos o lo que es peor, que estamos fuera de mercado. Jal es un viajante de experiencias y amistades, de ideas y excelentes resultados. Además de asiduo lector, fiel marido y buen padre de familia, es karateka y, qué le vamos a hacer, madridista inmoderado.
        Mar le pisa los talones en lo profesional, no en vano fue su discípula antes que amiga. Ella es un ejemplo de mujer independiente, amante de la cultura, inquieta y elegante. Hablo de esa elegancia que va más allá de la apariencia, que también, de esa elegancia innata pulida a base de haberse hecho a sí misma.
        Hablemos ahora de los libros.
    Hacía tiempo que sentía curiosidad por leer a Luisgé Martín, el autor de La mujer de sombra, de manera que recibir este libro ya empezaba siendo un acierto. Y la lectura ha saciado con placer dicha curiosidad.
     Guillermo, poco antes de morir le confiesa a su amigo Eusebio que tiene una relación sadomasoquista con una mujer misteriosa. Poco tiempo después Eusebio decide buscarla para contarle que su amigo ha muerto pero al conocerla se enamora y calla, se deja llevar e inician así una nueva relación. Julia a él no lo trata igual, no lo humilla sino que lo ama con ternura. Y la duda crece en la mente de Eusebio hasta la obsesión. Julia, ¿es la Marcia, que azotaba a su amigo, la misma que a él lo ama con dulzura? ¿Qué sabemos de ella? Acaso nada o solo el efecto que provoca en Guillermo primero y en Eusebio, después. Pero Eusebio está dispuesto a todo por averiguarlo.
     La novela consigue embaucarnos desde el principio con una historia triangular de sexo nada convencional o directamente al margen de toda ley o moralidad. Pero lo que en principio parece un puro efectismo para engancharnos desde el morbo, acaba convirtiéndose en un virtuoso renacer del sentimiento amoroso más espiritual desde la catarsis de lo sexual. En esa línea, el final es de una sutileza emocional que bien vale la pena el viaje de tensiones pasionales con escenas de una potencia sexual enorme. Como dirían en algunos programas de televisión, no lo prueben en sus casas.
     A Sándor Márai en cambio ya lo conocía desde hacía unos años cuando leí su magistral novela El último encuentro. Tan buena me pareció aquella novela, que como me ocurre con los mal llamados autores raros, decidí no leer nada más y quedarme con aquél sabor. Y entonces, apareció esta otra novela. Quién sabe si mis sagaces amigos me lo escucharon decir en alguna de nuestras conversaciones sobre libros y decidieron darme más motivos para admirar a este húngaro genial. Y hablando de triángulos amorosos, Sándor Márai en ambas novelas los borda.
       La mujer justa es una historia dividida en tres partes, la de Marika, la de su marido Péter, ambos ricos burgueses antes de la gran guerra del cuarenta y cinco y la de Judit, sirvienta pobre que trabaja desde muy joven en la casa de Peter y que acaba casándose con él. La primera mujer, Marika, le explica a una amiga en una cafetería de Budapest cómo descubrió a través de un pequeño detalle que su marido estaba enamorado obsesivamente de la sirvienta. Esa misma noche y en la misma ciudad, Péter le cuenta a un amigo cómo abandonó a su mujer por Judit a la que desea desde el día en que la conoce sirviendo en la casa de sus padres y cómo, después de casarse con ella, la pierde para siempre. Al alba, Judit le cuenta a su amante en esos momentos cómo ella, de origen muy humilde, consigue casarse con un hombre rico aunque el matrimonio termina víctima del resentimiento clasista y la venganza.
      La virtud de la novela y me temo que de Márai en general es la de diseccionar hasta una minuciosidad de relojero suizo la psicología de los personajes. Márai es un enorme constructor de personajes, de los que no deja resquicios hasta conseguir que los conozcamos con una perfección proustiana. Pero no solo escarba y bucea en sus almas, a menudo atormentadas, sino sobre todo en las relaciones, como juego de carambolas, que se establecen entre ellos a lo largo de una trama compleja que teje hasta configurar el tapiz perfecto de una historia sustancial.
      La coincidencia entre ambos títulos, dos mujeres, una de sombra y la otra, justa; es una coincidencia por supuesto accidental. Aunque quizás no lo sea tanto si tenemos en cuenta que la figura de la mujer es una constante en mi universo literario. La mujer como motor imaginario y narrativo, como si de una queste caballeresca se tratase.
      La coincidencia triangular de las novelas de Luisgé Martín, y de Sándor Márai, con este otro triángulo de amigos es eso, pura coincidencia, no existe parecido alguno con la realidad de la ficción. ¿Era necesaria la aclaración? Quizás no, o sí, imaginen lo que les plazca. La literatura está hecha de esta pulsión tan divertida de imaginar mentiras, de no creerse todas las verdades.

sábado, 23 de agosto de 2014

Reseña de "Catalanes todos", de Javier Pérez Andújar.


Catalanes todos
Javier Pérez Andújar
Barcelona, 1ª edición de mayo de 2014
Colección Andanzas nº 834
Tusquets Editores S.A.
ISBN: 978-84-8383-877-8 


Esta crónica novelada de la relación entre el franquismo y Cataluña y buena parte de los catalanes de entonces, y de ahora, era necesaria. Pero hacía falta un escritor como Javier Pérez Andújar para escribirla. Algunos le acusarán, o lo han hecho ya, de oportunismo. Yo, lo acuso de oportuno. Porque más allá de la posición política que cada uno tenga frente a los entresijos del conflicto, está la verdad. Y para la verdad, ahí es nada, sólo es necesario ser valiente. No hay verdades subjetivas, la verdad es sólo una y agrada o escuece a unos y a otros en la medida en que cada uno quiera manipularla y ponerla al servicio de sus intereses. Pero la verdad son los hechos y esos, ahí están.
Y en Catalanes todos, los hechos se centran en las quince visitas que Franco hizo a Catalunya y especialmente a Barcelona a lo largo de sus cuarenta años de jodienda. Las masas lo recibían alborozado, las empresas enviaban a sus empleados para jalear al Caudillo, en una Vanguardia del 18 de junio de 1970 por ejemplo, podía leerse: A partir de las cuatro de la tarde, festivo, abonable y sin recuperar… como el propio Pérez Andújar recuerda en la introducción. Y las escuelas, cerraban como día festivo. Yo, que también tengo edad para haber vivido la última etapa, recuerdo que durante los últimos días de su agonía y nuestra esperanza, mis escuelas parroquiales cerraron una semana entera que dedicamos a jugar a fútbol, a las canicas, o a churro media manga mangotero. Y después, cuando Carrero Blanco comunicó compungido que Franco había muerto, volvimos a la tímida e incipiente normalidad.
Pérez Andújar ata y novela esas quince visitas con acierto, utiliza como “portland” narrativo, el motor dramático dice él, la vida de unas serie de personajes, sus aventuras y sus diálogos inventados. Y de pura chiripa nada, le sale bien, muy bien. Muchos de esos personajes son reconocibles, son esos franquistas catalanes que con el tiempo han evolucionado como demócratas catalanistas, algunos de los cuales, hoy hijos y nietos de aquellos, se están partiendo ahora la cara por la soberanía catalana. Son personajes que miraron para otro lado, catalanes que ajusticiaron a otros catalanes, personajes que salvaron su culo y sus empresas a costa de levantar el brazo con los dedos estirados. Patria es una manera épica de llamar a la caja registradora, se dice en algún momento. Personajes algunos que fueron movidos por el miedo a perderlo todo, catalanes que hablaban en castellano, se avergonzaban de su propia lengua y sólo la hablaban, si acaso, en la intimidad. Personajes que hoy tienen a sus descendientes cerca del poder. Y esta es la parte que más escuece de este libro valiente, que muchos de ellos son perfectamente reconocibles. En esto no hay sorpresa, dinero y poder, poder y totalitarismo iban y siguen yendo unidos. Dice Pérez Andújar, y dice bien, que el victimismo es la usurpación del dolor de las víctimas, pero habría que aclarar que víctimas haberlas las hubo, las hay. Lo que pasa es que este libro no va de eso y no va de eso quizás por ser lo más evidente, que franquismo es igual a dictadura, a miedo, a silencio. Yo diría que precisamente por eso, este libro lo que hace es señalar a sus cómplices.
Por otra parte, ya debería haberlo dicho, como quedó claro en la presentación a cargo de Gonzalo Laguno y Rubén Lardín, el pasado veintidós de mayo; este libro pretende ser un libro de humor, un libro para partirse el culo de la risa, y un libro sobre el mamoneo de aquellos. Y así es. Son impagables por ejemplo los diálogos entre Franco y Carmen Polo, “la collares” como creo recordar que la llamaban mis mayores. Por ejemplo:
__ Paco, ¿qué es el autoritarismo?
__ Pues que te pasean en auto, la misma palabra lo dice, Carmen.
__ Y el totalitarismo ¿qué es?
__ Una vergüenza, mujer. El oprobio de los regímenes. El totalitarismo es la decadencia, es cuando ya mangonea todo el mundo, de ahí el nombre: todos. Ya lo dijeron los latinos: Totus tuus: todos pillan. Y yo esta guerra la he ganado para nosotros dos solos, pichoncito. España, es nuestro nidito de amor
O cuando reciben la visita del cónsul italiano:
__ ¿Te quieres creer que a mí el italiano me recuerda un poquito el catalán?
__ ¡No digas disparates, mujer! El italiano es mucho más elegante. No vayas a comparar a Garibaldi con el tamborilero del Bruch.
De todos modos, quiero observar que el humor siempre tiene un contrapunto de tristeza, también de tragedia. El personaje que mejor ilustra ese contrapunto es el de Juan Oliva Fabregat, Juanito Oliva. Un claro espécimen de catalán franquista vendido al régimen con pleno convencimiento. Alguien que al volver a Barcelona desde el frente, solicitaba el orgullo de participar con un máuser en los fusilamientos del campo de la Bota, o una pierna de madera de pino sobre la que apoyar el muñón que le quedó al perder un pie defendiendo la unidad de España. Un Juanito Oliva que termina recogiendo las heces de los caballos en el Club de Polo para ganarse unas perras y que un día es vejado por los mismos dirigentes a los que ha servido e idolatrado.
Ese contrapunto de tragedia lo ilustra el miedo, un miedo más o menos explícito en algunos de los personajes que se cruzan en esta historia.
El libro termina con una narración extra y extraordinaria, La dimisión, un vodevil que teatraliza las horas previas a la dimisión del presidente de Gobierno Adolfo Suárez. Un ejemplo para un país actual en el que no dimite ni Dios. Un texto esperpéntico en el que el humor continúa y aún se acentúa. Y en el que se ilustra lo que Suárez tuvo muy claro y hoy ya es moneda común: que la televisión es el primer vehículo propagandístico al servicio de la política. Por eso tuvo la rara capacidad, impensable hoy, de retransmitir por televisión su propia dimisión como presidente. Otra cosa es, y para otro debate, si lo hizo porque sabía lo que iba a venir a continuación en forma de tricornio y bigote, disparos en el congreso y un Rey salvador. En alguna de las intervenciones del Suárez personaje de este vodevil se ilustra esa voluntad de servirse del poder de la televisión.
SUÁREZ: Pues la democracia española tiene que ser como Los Roper.
RAFAEL: ¿Por entregas?
SUÁREZ: No, por televisión. Las cosas ahora son para que se vean. La gente cree más en lo que ve en la tele que lo que ve en la calle, así que tenemos que construir una democracia de televisión más que de ninguna otra clase. Si no, no se la va a creer nadie.
RAFAEL: Un espectáculo para el gran público.
(…)
SUÁREZ: Pues en la televisión es donde nace la realidad. Igual que hice con el Rey, ahora vamos a fabricar la democracia desde la televisión. Ese será el modelo español de transición. Nos lo quitarán de las manos.
(…)
SUÁREZ: Los votos son la parte fácil de la democracia. Diez minutos de televisión son seis millones de votos. Así funciona.
Y ya ven, hoy día, hasta dónde hemos llegado con los medios.
En definitiva, en estas dos piezas de humor, Catalanes todos y La dimisión, tienen ustedes una denuncia divertida e inteligente de algunas de las miserias históricas y políticas recientes de este país, cuyo rastro llega, salpicando, hasta el presente más rabioso. No se engañen, es puro placer lector, el resto son simples aditivos que nos ponemos para pasar por políticamente correctos en un momento como el actual en el que cada uno camufla la verdad tras su bandera. Catalanes todos somos los que nacimos o no, vivimos o no, robamos o no; en Cataluña. Y el gran e inteligente, el gamberro de Javier Pérez Andújar, que escribió ya en el 2002 una primera versión de las visitas de Franco a Catalunya, que ahora las ha reescrito con Catalanes todos para entre otras cosas ligar pasado y presente; podría volver de nuevo a escribir sobre la que se avecina, la nueva caída de viejos mitos, la fresca y saludable vigencia del mamoneo.

jueves, 21 de agosto de 2014

Magazine Cultural Láudano


Láudano
Magazine Cultural
Número 01/2014 Memento mori
Barcelona, 2014
Editor: Beatriz G. Guirado
Redacción: José Juan F. Panzano
Diseño: Helio Lozano Carreras
Fotografía: Dir. Stefanía Vara
y Fernando Medina(Coin)
Comunicación y márquetin: Martín G. Guirado
Ediciones Cuarenta Pisos (Badalona)
DL.B.3573-2014


Esté verano, por una suerte de carambolas cayó en mis manos el primer número del magazine cultural Láudano. No he podido resistir la tentación y a la vez, escribir esta reseña como un acto de justicia. Porque le auguro y deseo una larga vida y un sinfín de números al magazine. La principal razón es sin duda su calidad, pero también, por qué no decirlo, el derroche de pasión y valentía que comportan una iniciativa así en los tiempos que corren de la prisa, lo efímero y la estupidez anti papel.
Quizás por eso el nombre esté bien escogido y ya sea una provocación inicial, porque para vacunarse contra la incultura, el Láudano, un preparado que ya se utilizaba mucho en el siglo XIX como analgésico, cuya base es el opio, el azafrán y el vino blanco; sea una buena solución.
El formato, la edición y la calidad del papel son muy destacables, un continente a la altura de lo más importante, el contenido. Y de ambas cosas son responsables la editora Beatriz G. Guirado, el redactor José Juan F. Panzano, el diseño de Helio Lozano y la fotografía, dirigida por Stefanía Vara a quien acompaña Fernando Medina (Coin), aunque en este número echo de menos una mayor presencia del gran fotógrafo que es Coin. Además de este equipo, el primer número cuenta con un nutrido grupo de diecinueve colaboradores.
Este primer número monográfico, titulado Memento mori, recuerda la presencia de la muerte en diferentes manifestaciones del arte. Así, tenemos cuatro textos de Beatriz G. Guirado, con una redacción ágil y directa. De estos cuatro me han interesado especialmente los dedicados a la artista americana Laurie Lipton, recomendable el artículo y los dibujos de Lipton; y el artículo dedicado al Death Drawing, un club inglés de dibujantes, dedicado al arte de lo macabro y lo siniestro.
Tenemos también un curioso reportaje a cargo de uno de los colaboradores, Carlos G. Castilla. En él se nos presenta a Adrià y Manel Hernández, nieto y abuelo respectivamente, dos expertos sobre la gestión del morir, ambos muy cercanos ya que Adrià trabaja en el Departamento de Comunicación del Cementerio de Montjuïc; y el abuelo Manel es el fundador de la segunda mayor biblioteca funeraria de Europa. ¿No se perdería cualquier bibliófilo, yo mismo por ejemplo, entre esas estanterías?
De otra colaboradora, Marina Sanmartín, tenemos el reportaje digamos que más mediático del número, dedicado a la pasión post mórtem del actor e historietista (según Wikipedia), Carlos Areces. Areces muestra algunos ejemplos de su colección de fotografías post mórtem. La fotografía de difuntos estuvo muy extendida desde la segunda mitad del siglo XIX y hasta la primera guerra mundial, excepciones posteriores las hay, como por ejemplo la del Che Guevara. Es interesante imaginar las dificultades de esta práctica, porque se trataba de preservar el recuerdo de los finados, para quien pudiera permitírselo, claro, teniendo que preparar el cadáver y los decorados de manera que el resultado fuera digno.
Al margen de otros tantos trabajos a la altura de los ya comentados, destacaría una sección de pura creación literaria, titulada relatos, que imagino, pretende ser una sección fija en sucesivos números. Siempre es interesante y de agradecer, apostar por nuevas voces literarias. En este caso, girando en torno a la muerte, se presentan tres relatos breves, cuyo resultado es tan pretencioso como prometedor.
No me queda más que invitarlos a disfrutar de esta propuesta cultural de calidad, un Láudano que les calmará el aturdimiento de la numerosa oferta existente y, habitualmente vendida a los intereses económicos de los grupos de comunicación que la financia.
Y en mi caso, ya no me queda otro remedio que esperar el número dos. La revista Láudano y yo, nos lo merecemos.

lunes, 18 de agosto de 2014

Reseña de la novela "Tiza", de Eugenio Asensio.


Tiza
Eugenio Asensio Solaz
Barcelona, 1ª edición de marzo de 2014
Colección Narrativa nº 2
Editorial Playa de Ákaba S.L.
            ISBN: 978-84-941451-5-3


Esta novela tenía que publicarse. Hacen falta novelas como ésta en el panorama literario actual de este país. Y me consta que alguna editorial menos atinada que la emergente y atrevida Playa de Ákaba, se debe estar tirando de las melenas, pero allá ellos. Yo también tuve el placer y el honor de leer la versión original, incluso antes que los editores, y de considerar desde mi condición de amigo, y un amigo es el que dice la verdad; que la novela merecía que esta reseña empezase como la he empezado.
Tiza no es una novela juvenil, ni tampoco negra a pesar de contener un asesinato, no es una novela más sobre el desencanto que padecen algunos docentes y sin embargo la novela tiene algo de todo eso. El argumento es sencillo. Un profesor visita a un ex alumno que está en la cárcel acusado de asesinato. La madre de Héctor le pide al profesor que hable con él porque confía en su inocencia y necesita, desde su desesperación, que alguien crea en su hijo. Pero lo que en principio parece una trama tópica acaba convirtiéndose en una lucha psicológica entre Héctor y su ex profesor. Una batalla final de ambas conciencias, una acusación del chico ante la indolencia y la supuesta impunidad del profesor en la forma de dar sus clases y de repercutir con ellas, y con el trato de ciertos tópicos universales de la literatura; sobre la maduración de los alumnos. En eso se escuda Héctor para pasar por alto su verdadera responsabilidad. ¿Quién será finalmente el verdadero culpable?

Tiza es una novela bien estructurada, con un ritmo equilibrado y de tensión ascendente que lleva al lector a sorprenderse y a querer saber toda la verdad hasta la última página. Una novela con diálogos excelentes y el mérito de construir dos grandes personajes. ¿No es eso en gran medida la buena literatura? ¿La construcción de buenos personajes? ¿La manera de diseccionarlos en medio de una trama fluida y sencilla? El profesor y Héctor son ese tipo de personajes, complejos y profundos en su misma sencillez y miseria humanas. El profesor es un desencantado de la profesión, un ser humano en decadencia que busca sin embargo redimirse y Héctor, el alumno, un delincuente que busca también redimirse demostrando la culpa de los demás. Pero hay otros personajes transcendentales, el más tierno e inocente como es la madre, que se limita a padecer la situación y buscar ayuda, pero sobre todo la chica que acompaña a Héctor el día del asesinato, Olga, la amiga cuya actitud y pasividad acentúa la ira y la oportunidad de gallear del chico ante la víctima. Ese momento quizás sea el clímax de la acción, una acción que pasa casi desapercibida a lo largo de la novela pero sobre la que sin embargo gira toda ella. Eugenio Asensio como buen profesor y doctor en Filología Hispánica, sabedor de la importancia del inicio de una novela para captar ese primer impulso lector, nos regala una primera página magistral en la que se condensa el tono confesional de la voz narrativa, la voz en primera persona del profesor que nos cuenta su historia y la de Héctor:
La primera imagen que se me dibuja al recordar a Héctor la sitúo en una estancia estrecha, enmarcada en una limpieza oficial, donde venían a morir melodías desafinadas, llamadas amplificadas y rematadas con el pitido tembloroso de un timbre lejano. Todos los sonidos, que previamente rebotaban por el corredor, penetraban con el esfuerzo de una reverberación moribunda. También recuerdo que ese lugar se difuminaba en la irrealidad de un tragaluz que proyectaba la caída oblicua del polvo, como una fuente malsana que irrigase luz sucia. Ahí, guardado en el álbum fotográfico de la memoria, habitará para siempre Héctor. (…)


Así mismo, el último capítulo es impecable porque cierra y ata todos los cabos de la trama dándole sentido al conflicto, con una batalla dialéctica entre profesor y ex alumno maravillosamente escrita. En ese largo diálogo hay incluso rasgos de thriller psicológico con momentos de gran tensión narrativa, como cuando Héctor, dominador de la situación, controla los movimientos de su ex profesor, rozando incluso las puertas del enfrentamiento físico:
Me levanté decidido a pulsar el botón del interfono para pedir a quien estuviera en la otra parte, que me vinieran a buscar. Héctor se levantó a toda velocidad y me cortó el paso.
            __ Profe, la clase no se ha acabado. ¿Tú has oído el timbre? –Y clavó sus ojos en los míos, aunque aquellos ya no pareciesen los suyos.
Por otra parte, Eugenio Asensio ha insistido en los medios y en las diversas presentaciones realizadas, que Tiza es una novela desmitificadora, una novela cuyo principal objetivo es el de reivindicar el derecho de un profesor a ser imperfecto y huir así de toda idealización. Haberlo conseguido, con un personaje que rompe el mito social del buen profesor sin embargo no esconde algunas evidencias. Escoger el entorno de la docencia que tras una dilatada experiencia conoce perfectamente le sirve de coartada y, el hecho de que desmitificar comporta que existe un mito, el de la figura de los docentes como profesionales valorados socialmente; son algunas de esas evidencias. Siempre ha habido profesores faltos de vocación o disidentes de la misma ante la impotencia de contrarrestar un sistema convertido en enemigo.  Sin necesidad de caer en los tópicos, la profesión docente hoy por hoy ya ha caído en un progresivo desprestigio en manos de los intereses políticos y económicos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Pero ése sería tema para otro debate muy aburrido. Lo que quiero decir es que Tiza, de alguna manera también contiene algo de dignificación de la profesión. Algunos ejemplos podrían ser el hecho de que la madre del alumno vaya a pedir ayuda al profesor, y no a cualquier otro elemento, que en la voz del profesor pese la conciencia de un compromiso que reconoce no estar cumpliendo siempre como es debido, o que el alumno busque la credibilidad del profesor y a su vez, parte de su culpabilidad en medio de una estrategia bien urdida entorno a una gran empresa, conseguir engañar, ahí es nada, a su propio ex profesor.


Por lo tanto, el gran personaje que construye Eugenio Asensio, el personaje del profesor, se convierte en un antihéroe y ya sabemos que todo antihéroe goza de ambas caras de la moneda, la del éxito y la del fracaso. La dignidad de su condición de profesor y el derecho a echarla a perder en tanto que también es humano e imperfecto. En Tiza, en el fondo nadie quiere salvar a nadie, el profesor, y Héctor; sólo quieren salvarse a sí mismos.
En cualquier caso, y como ocurre con toda buena novela, ustedes extraerán sus conclusiones desde el gran placer de su lectura, y se dejarán llevar por momentos de gran nivel literario. Como los ya citados, u otros como cuando Héctor describe cómo se siente en la cárcel:
(…) Aquí dentro el tiempo huele como la ropa de las viejas, huele…
__A alcanfor –dije yo.
Cuando el profesor, seducido por la imagen de una compañera de instituto piensa en clave poética y dice:
(…) De aquel despertar me quedó otro verso que lancé contra la portada de mi “Cancionero para desengañados”, como se lanza un calcetín al cesto de la ropa sucia. El verso se doblaba y redoblaba en los atabales de las sienes, y después de haber impregnado el espacio, todavía quedó su eco repitiéndome algo así como “la eternidad sueña con días efímeros”.
O como cuando el profesor, advierte de las consecuencias colaterales que tienen sus palabras para la materia sensible con la que trabaja; y dice:
No confundamos vida y literatura, muchachos; esta va en serio.
Y sí, así es, lo dijo con desgarro el propio Jaime Gil de Biedma, que la vida iba en serio, una lo empieza a comprender más tarde…
Por eso yo les invito a que no tarden en comprobar lo muy en serio que va esta primera novela de Eugenio Asensio, lo muy en serio que auguro, irá la carrera de este buen escritor.