Dialogando en el Café Salambó

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sábado, 23 de agosto de 2014

Reseña de "Catalanes todos", de Javier Pérez Andújar.


Catalanes todos
Javier Pérez Andújar
Barcelona, 1ª edición de mayo de 2014
Colección Andanzas nº 834
Tusquets Editores S.A.
ISBN: 978-84-8383-877-8 


Esta crónica novelada de la relación entre el franquismo y Cataluña y buena parte de los catalanes de entonces, y de ahora, era necesaria. Pero hacía falta un escritor como Javier Pérez Andújar para escribirla. Algunos le acusarán, o lo han hecho ya, de oportunismo. Yo, lo acuso de oportuno. Porque más allá de la posición política que cada uno tenga frente a los entresijos del conflicto, está la verdad. Y para la verdad, ahí es nada, sólo es necesario ser valiente. No hay verdades subjetivas, la verdad es sólo una y agrada o escuece a unos y a otros en la medida en que cada uno quiera manipularla y ponerla al servicio de sus intereses. Pero la verdad son los hechos y esos, ahí están.
Y en Catalanes todos, los hechos se centran en las quince visitas que Franco hizo a Catalunya y especialmente a Barcelona a lo largo de sus cuarenta años de jodienda. Las masas lo recibían alborozado, las empresas enviaban a sus empleados para jalear al Caudillo, en una Vanguardia del 18 de junio de 1970 por ejemplo, podía leerse: A partir de las cuatro de la tarde, festivo, abonable y sin recuperar… como el propio Pérez Andújar recuerda en la introducción. Y las escuelas, cerraban como día festivo. Yo, que también tengo edad para haber vivido la última etapa, recuerdo que durante los últimos días de su agonía y nuestra esperanza, mis escuelas parroquiales cerraron una semana entera que dedicamos a jugar a fútbol, a las canicas, o a churro media manga mangotero. Y después, cuando Carrero Blanco comunicó compungido que Franco había muerto, volvimos a la tímida e incipiente normalidad.
Pérez Andújar ata y novela esas quince visitas con acierto, utiliza como “portland” narrativo, el motor dramático dice él, la vida de unas serie de personajes, sus aventuras y sus diálogos inventados. Y de pura chiripa nada, le sale bien, muy bien. Muchos de esos personajes son reconocibles, son esos franquistas catalanes que con el tiempo han evolucionado como demócratas catalanistas, algunos de los cuales, hoy hijos y nietos de aquellos, se están partiendo ahora la cara por la soberanía catalana. Son personajes que miraron para otro lado, catalanes que ajusticiaron a otros catalanes, personajes que salvaron su culo y sus empresas a costa de levantar el brazo con los dedos estirados. Patria es una manera épica de llamar a la caja registradora, se dice en algún momento. Personajes algunos que fueron movidos por el miedo a perderlo todo, catalanes que hablaban en castellano, se avergonzaban de su propia lengua y sólo la hablaban, si acaso, en la intimidad. Personajes que hoy tienen a sus descendientes cerca del poder. Y esta es la parte que más escuece de este libro valiente, que muchos de ellos son perfectamente reconocibles. En esto no hay sorpresa, dinero y poder, poder y totalitarismo iban y siguen yendo unidos. Dice Pérez Andújar, y dice bien, que el victimismo es la usurpación del dolor de las víctimas, pero habría que aclarar que víctimas haberlas las hubo, las hay. Lo que pasa es que este libro no va de eso y no va de eso quizás por ser lo más evidente, que franquismo es igual a dictadura, a miedo, a silencio. Yo diría que precisamente por eso, este libro lo que hace es señalar a sus cómplices.
Por otra parte, ya debería haberlo dicho, como quedó claro en la presentación a cargo de Gonzalo Laguno y Rubén Lardín, el pasado veintidós de mayo; este libro pretende ser un libro de humor, un libro para partirse el culo de la risa, y un libro sobre el mamoneo de aquellos. Y así es. Son impagables por ejemplo los diálogos entre Franco y Carmen Polo, “la collares” como creo recordar que la llamaban mis mayores. Por ejemplo:
__ Paco, ¿qué es el autoritarismo?
__ Pues que te pasean en auto, la misma palabra lo dice, Carmen.
__ Y el totalitarismo ¿qué es?
__ Una vergüenza, mujer. El oprobio de los regímenes. El totalitarismo es la decadencia, es cuando ya mangonea todo el mundo, de ahí el nombre: todos. Ya lo dijeron los latinos: Totus tuus: todos pillan. Y yo esta guerra la he ganado para nosotros dos solos, pichoncito. España, es nuestro nidito de amor
O cuando reciben la visita del cónsul italiano:
__ ¿Te quieres creer que a mí el italiano me recuerda un poquito el catalán?
__ ¡No digas disparates, mujer! El italiano es mucho más elegante. No vayas a comparar a Garibaldi con el tamborilero del Bruch.
De todos modos, quiero observar que el humor siempre tiene un contrapunto de tristeza, también de tragedia. El personaje que mejor ilustra ese contrapunto es el de Juan Oliva Fabregat, Juanito Oliva. Un claro espécimen de catalán franquista vendido al régimen con pleno convencimiento. Alguien que al volver a Barcelona desde el frente, solicitaba el orgullo de participar con un máuser en los fusilamientos del campo de la Bota, o una pierna de madera de pino sobre la que apoyar el muñón que le quedó al perder un pie defendiendo la unidad de España. Un Juanito Oliva que termina recogiendo las heces de los caballos en el Club de Polo para ganarse unas perras y que un día es vejado por los mismos dirigentes a los que ha servido e idolatrado.
Ese contrapunto de tragedia lo ilustra el miedo, un miedo más o menos explícito en algunos de los personajes que se cruzan en esta historia.
El libro termina con una narración extra y extraordinaria, La dimisión, un vodevil que teatraliza las horas previas a la dimisión del presidente de Gobierno Adolfo Suárez. Un ejemplo para un país actual en el que no dimite ni Dios. Un texto esperpéntico en el que el humor continúa y aún se acentúa. Y en el que se ilustra lo que Suárez tuvo muy claro y hoy ya es moneda común: que la televisión es el primer vehículo propagandístico al servicio de la política. Por eso tuvo la rara capacidad, impensable hoy, de retransmitir por televisión su propia dimisión como presidente. Otra cosa es, y para otro debate, si lo hizo porque sabía lo que iba a venir a continuación en forma de tricornio y bigote, disparos en el congreso y un Rey salvador. En alguna de las intervenciones del Suárez personaje de este vodevil se ilustra esa voluntad de servirse del poder de la televisión.
SUÁREZ: Pues la democracia española tiene que ser como Los Roper.
RAFAEL: ¿Por entregas?
SUÁREZ: No, por televisión. Las cosas ahora son para que se vean. La gente cree más en lo que ve en la tele que lo que ve en la calle, así que tenemos que construir una democracia de televisión más que de ninguna otra clase. Si no, no se la va a creer nadie.
RAFAEL: Un espectáculo para el gran público.
(…)
SUÁREZ: Pues en la televisión es donde nace la realidad. Igual que hice con el Rey, ahora vamos a fabricar la democracia desde la televisión. Ese será el modelo español de transición. Nos lo quitarán de las manos.
(…)
SUÁREZ: Los votos son la parte fácil de la democracia. Diez minutos de televisión son seis millones de votos. Así funciona.
Y ya ven, hoy día, hasta dónde hemos llegado con los medios.
En definitiva, en estas dos piezas de humor, Catalanes todos y La dimisión, tienen ustedes una denuncia divertida e inteligente de algunas de las miserias históricas y políticas recientes de este país, cuyo rastro llega, salpicando, hasta el presente más rabioso. No se engañen, es puro placer lector, el resto son simples aditivos que nos ponemos para pasar por políticamente correctos en un momento como el actual en el que cada uno camufla la verdad tras su bandera. Catalanes todos somos los que nacimos o no, vivimos o no, robamos o no; en Cataluña. Y el gran e inteligente, el gamberro de Javier Pérez Andújar, que escribió ya en el 2002 una primera versión de las visitas de Franco a Catalunya, que ahora las ha reescrito con Catalanes todos para entre otras cosas ligar pasado y presente; podría volver de nuevo a escribir sobre la que se avecina, la nueva caída de viejos mitos, la fresca y saludable vigencia del mamoneo.

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