Catalanes todos
Javier Pérez Andújar
Barcelona, 1ª edición de mayo de 2014
Colección Andanzas nº 834
Tusquets Editores S.A.
ISBN: 978-84-8383-877-8
Esta crónica novelada de la relación entre el franquismo
y Cataluña y buena parte de los catalanes de entonces, y de ahora, era
necesaria. Pero hacía falta un escritor como Javier Pérez Andújar para
escribirla. Algunos le acusarán, o lo han hecho ya, de oportunismo. Yo, lo
acuso de oportuno. Porque más allá de la posición política que cada uno tenga
frente a los entresijos del conflicto, está la verdad. Y para la verdad, ahí es
nada, sólo es necesario ser valiente. No hay verdades subjetivas, la verdad es
sólo una y agrada o escuece a unos y a otros en la medida en que cada uno
quiera manipularla y ponerla al servicio de sus intereses. Pero la verdad son
los hechos y esos, ahí están.
Y en Catalanes
todos, los hechos se centran en las quince visitas que Franco hizo a
Catalunya y especialmente a Barcelona a lo largo de sus cuarenta años de
jodienda. Las masas lo recibían alborozado, las empresas enviaban a sus
empleados para jalear al Caudillo, en una Vanguardia del 18 de junio de 1970
por ejemplo, podía leerse: A partir de
las cuatro de la tarde, festivo, abonable y sin recuperar… como el propio
Pérez Andújar recuerda en la introducción. Y las escuelas, cerraban como día
festivo. Yo, que también tengo edad para haber vivido la última etapa, recuerdo
que durante los últimos días de su agonía y nuestra esperanza, mis escuelas
parroquiales cerraron una semana entera que dedicamos a jugar a fútbol, a las
canicas, o a churro media manga mangotero. Y después, cuando Carrero Blanco
comunicó compungido que Franco había muerto, volvimos a la tímida e incipiente normalidad.
Pérez Andújar ata y novela esas quince visitas con acierto,
utiliza como “portland” narrativo, el motor
dramático dice él, la vida de unas serie de personajes, sus aventuras y sus
diálogos inventados. Y de pura chiripa nada, le sale bien, muy bien. Muchos de
esos personajes son reconocibles, son esos franquistas catalanes que con el
tiempo han evolucionado como demócratas catalanistas, algunos de los cuales,
hoy hijos y nietos de aquellos, se están partiendo ahora la cara por la
soberanía catalana. Son personajes que miraron para otro lado, catalanes que ajusticiaron
a otros catalanes, personajes que salvaron su culo y sus empresas a costa de
levantar el brazo con los dedos estirados. Patria
es una manera épica de llamar a la caja registradora, se dice en algún
momento. Personajes algunos que fueron movidos por el miedo a perderlo todo,
catalanes que hablaban en castellano, se avergonzaban de su propia lengua y
sólo la hablaban, si acaso, en la intimidad. Personajes que hoy tienen a sus
descendientes cerca del poder. Y esta es la parte que más escuece de este libro
valiente, que muchos de ellos son perfectamente reconocibles. En esto no hay
sorpresa, dinero y poder, poder y totalitarismo iban y siguen yendo unidos.
Dice Pérez Andújar, y dice bien, que el
victimismo es la usurpación del dolor de las víctimas, pero habría que
aclarar que víctimas haberlas las hubo, las hay. Lo que pasa es que este libro
no va de eso y no va de eso quizás por ser lo más evidente, que franquismo es
igual a dictadura, a miedo, a silencio. Yo diría que precisamente por eso, este
libro lo que hace es señalar a sus cómplices.
Por otra parte, ya debería haberlo dicho, como quedó
claro en la presentación a cargo de Gonzalo Laguno y Rubén Lardín, el pasado
veintidós de mayo; este libro pretende ser un libro de humor, un libro para
partirse el culo de la risa, y un libro sobre el mamoneo de aquellos. Y así es.
Son impagables por ejemplo los diálogos entre Franco y Carmen Polo, “la
collares” como creo recordar que la llamaban mis mayores. Por ejemplo:
__ Paco, ¿qué es el
autoritarismo?
__ Pues que te pasean
en auto, la misma palabra lo dice, Carmen.
__ Y el totalitarismo
¿qué es?
__ Una vergüenza,
mujer. El oprobio de los regímenes. El totalitarismo es la decadencia, es
cuando ya mangonea todo el mundo, de ahí el nombre: todos. Ya lo dijeron los
latinos: Totus tuus: todos pillan. Y yo esta guerra la he ganado para nosotros
dos solos, pichoncito. España, es nuestro nidito de amor
O cuando reciben la visita del cónsul italiano:
__ ¿Te quieres
creer que a mí el italiano me recuerda un poquito el catalán?
__ ¡No digas
disparates, mujer! El italiano es mucho más elegante. No vayas a comparar a
Garibaldi con el tamborilero del Bruch.
De todos modos, quiero observar que el humor siempre
tiene un contrapunto de tristeza, también de tragedia. El personaje que mejor
ilustra ese contrapunto es el de Juan Oliva Fabregat, Juanito Oliva. Un claro
espécimen de catalán franquista vendido al régimen con pleno convencimiento.
Alguien que al volver a Barcelona desde el frente, solicitaba el orgullo de
participar con un máuser en los fusilamientos del campo de la Bota, o una
pierna de madera de pino sobre la que apoyar el muñón que le quedó al perder un
pie defendiendo la unidad de España. Un Juanito Oliva que termina recogiendo
las heces de los caballos en el Club de Polo para ganarse unas perras y que un
día es vejado por los mismos dirigentes a los que ha servido e idolatrado.
Ese contrapunto de tragedia lo ilustra el miedo, un miedo
más o menos explícito en algunos de los personajes que se cruzan en esta
historia.
El libro termina con una narración extra y
extraordinaria, La dimisión, un
vodevil que teatraliza las horas previas a la dimisión del presidente de
Gobierno Adolfo Suárez. Un ejemplo para un país actual en el que no dimite ni
Dios. Un texto esperpéntico en el que el humor continúa y aún se acentúa. Y en
el que se ilustra lo que Suárez tuvo muy claro y hoy ya es moneda común: que la
televisión es el primer vehículo propagandístico al servicio de la política.
Por eso tuvo la rara capacidad, impensable hoy, de retransmitir por televisión
su propia dimisión como presidente. Otra cosa es, y para otro debate, si lo
hizo porque sabía lo que iba a venir a continuación en forma de tricornio y
bigote, disparos en el congreso y un Rey salvador. En alguna de las intervenciones
del Suárez personaje de este vodevil se ilustra esa voluntad de servirse del
poder de la televisión.
SUÁREZ: Pues la
democracia española tiene que ser como Los Roper.
RAFAEL: ¿Por
entregas?
SUÁREZ: No, por
televisión. Las cosas ahora son para que se vean. La gente cree más en lo que
ve en la tele que lo que ve en la calle, así que tenemos que construir una
democracia de televisión más que de ninguna otra clase. Si no, no se la va a
creer nadie.
RAFAEL: Un
espectáculo para el gran público.
(…)
SUÁREZ: Pues en la
televisión es donde nace la realidad. Igual que hice con el Rey, ahora vamos a
fabricar la democracia desde la televisión. Ese será el modelo español de
transición. Nos lo quitarán de las manos.
(…)
SUÁREZ: Los votos son
la parte fácil de la democracia. Diez minutos de televisión son seis millones
de votos. Así funciona.
Y ya ven, hoy día, hasta dónde hemos llegado con los
medios.
En definitiva, en estas dos piezas de humor, Catalanes todos y La dimisión, tienen ustedes una denuncia divertida e inteligente de
algunas de las miserias históricas y políticas recientes de este país, cuyo
rastro llega, salpicando, hasta el presente más rabioso. No se engañen, es puro
placer lector, el resto son simples aditivos que nos ponemos para pasar por
políticamente correctos en un momento como el actual en el que cada uno camufla
la verdad tras su bandera. Catalanes
todos somos los que nacimos o no, vivimos o no, robamos o no; en Cataluña.
Y el gran e inteligente, el gamberro de Javier Pérez Andújar, que escribió ya
en el 2002 una primera versión de las visitas de Franco a Catalunya, que ahora
las ha reescrito con Catalanes todos para
entre otras cosas ligar pasado y presente; podría volver de nuevo a escribir
sobre la que se avecina, la nueva caída de viejos mitos, la fresca y saludable
vigencia del mamoneo.
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