Dialogando en el Café Salambó

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domingo, 16 de abril de 2017

Mac y su contratiempo


Mac y su contratiempo
Enrique Vila-Matas
Barcelona, 1ª edición, febrero de 2017
Colección Biblioteca Breve
Editorial Seix Barral S.A.

ISBN: 978-84-322-2988-6


Todos los libros de Enrique Vila-Matas me obligan a escribir, no puedo evitarlo. Así que éste no iba a ser una excepción. Un libro que me ha dado la oportunidad de llevarme por primera vez su firma, y de charlar con él apenas lo que duró el ritual, sobre una de sus muchas anécdotas, quizás inventada, o eso quería saber yo, y que me interesaba personalmente. Esta vez tenía tres opciones para calmar la patología.

La primera era más bien prestada o sugerida por una buena amiga que me decía que podía limitarme a decir únicamente lo que me había dejado la lectura de este último libro de mi querido Vila-Matas, algo muy concreto, por cierto. Eso tan concreto que debo a esta lectura es la decisión de empezar a escribir, en breve y por primera vez en mi vida; un diario. Ni siquiera cuando fui adolescente lo hice, me parecía, por error, que escribir un diario era algo solo adolescente, y por eso ya entonces escribía ficciones. Dicho queda. Hubiera sido una reseña elíptica, muy breve y con un marcado rastro de ironía implícita en su brevedad, una reseña que habría terminado en la línea anterior, contentando así a ricitos de oro.

La segunda opción era escribir una reseña extensa y meterme hasta las trancas. Porque soy incapaz de quedarme en la anécdota con mi colega barcelonés. Porque confirmo que leer a EVM, una vez más nutre mi reflexión literaria y mi creatividad. Y porque confieso al mismo tiempo, que no puedo poner en práctica algo que le leí a él mismo, algo que dijo que había dicho o escrito cualquier otro, vete a saber quién, que en su caso, todo es posible. Me refiero a la idea de que el silencio a veces es el más elocuente de los argumentos. En cualquier caso, yo persisto para ir perdiendo teorías con la esperanza de encontrar alguna que valga la pena conservar. Y no desisto, como un Bartleby cualquiera. Aunque sigo sin saber, lo juro, cual de las dos decisiones, seguir o dejar el oficio, es más admirable.
La tercera opción y la elegida finalmente era hacer ambas cosas a la vez. Así que llegados hasta aquí, empecemos.
No suelo comentar las citas iniciales que muchas veces los autores utilizamos para encabezar un texto. Porque creo que a menudo la razón de estar allí solo la entiende el autor a menos que la relación con el texto sea muy evidente o a menos, como es el caso, que la cita me sugiera una serie de vínculos con el libro y el autor que me dan un gran juego interpretativo. La cita es del artista y escritor estadounidense Joe Brainard, y dice así:

Me acuerdo de que casi siempre
me vestía de vagabundo o de fantasma.
                         Un año fui de esqueleto.

EVM en Mac y su contratiempo se disfraza de diferentes maneras de ser autor y personaje. El vagabundo es el que repite, es el otro, el que merodea con clara tendencia depredadora sobre las vidas y las narraciones ajenas. Es sobre todo lector, y puede permitírselo antes de convertirse en autor. El fantasma es la idea que el narrador tiene de sí mismo, o la idea del que le gustaría llegar ser, ya sea como personaje, como narrador o como ambas cosas. Y el esqueleto sería el original, la idea nuclear, el punto de partida. Iremos viendo al autor oculto a la vez que visible en cada uno de los disfraces en la pretendida novela. Porque más o menos así fue anunciado este lanzamiento, como la noticia de que EVM volvía a la novela. Mac y su contratiempo es un ejercicio metaliterario, una vez más, pero en tanto que novela, también propone un hilo argumental.
Mac decide escribir un diario secreto como entrenamiento para la escritura literaria, un arte al que hasta ahora no se había dedicado. Para ello modifica toda su vida, cambia de hábitos y reinventa su realidad engañando a los que lo rodean. Pero Mac tiene un vecino escritor más o menos importante, Ander Sánchez, autor años atrás de Walter y su contratiempo, las memorias de un ventrílocuo que ha perdido su capacidad de proporcionar diferentes voces a sus muñecos, una novela escrita como un conjunto de diez relatos que en su día Mac, no supo entender. Y de repente decide releer y repetir esa novela reescribiéndola, imitándola, como la mejor estrategia para encontrar su propia voz narrativa. Su novela, Mac y su contratiempo, será el resultado de este proceso de metamorfosis, desde el diario al cuento y del cuento a la novela, pasando por la confusión entre la realidad y la ficción, inseparables. En medio de ese proceso, Mac descubrirá que Carmen, su mujer, es un personaje de la novela de Ander Sánchez y más adelante, que ella y el vecino escritor fueron amantes antes y durante la escritura de su novela.


Este impecable argumento sirve, como un guante, para poner encima de la mesa todos los elementos de la narrativa y especialmente de la narrativa de Vila-Matas, un collage de lecturas y relecturas combinadas entre sí, de citas y experiencias propias de lector, de personaje y narrador simultáneamente. Por eso, con Mac y su contratiempo no solo no se aleja de lo que EVM ya es desde hace años, y sobre todo desde Bartleby y compañía (2000): un maestro del género híbrido o si quieren un titular, un escritor total, representante del anti género. En esta ocasión, sencillamente decide añadir un argumento novelesco a su universo narrativo.
Nos recuerda tópicos olvidados a veces en pos de la falaz originalidad, como la repetición y la modificación, porque escribimos constantemente sobre lo ya escrito y tan solo nos queda conseguir nuevas formas de hacerlo, como Mac, como EVM y como tantos otros pretendemos. La confusión entre realidad y ficción, de una vez por todas la misma cosa con dos palabras distintas para justificar la terapéutica literatura. La conveniencia de ser un buen lector como la primera forma de ser escritor. Las diferentes voces narrativas, donde la metáfora del ventrílocuo es un excelente logro aunque apenas la explote en la trama. Así, tenemos a Vila-Matas como Mac, un Mac que tampoco es él exactamente, sino más bien un individuo metido a narrador que intenta suplantar a Ander Sánchez, tercer escritor de la historia, que escribe a su vez sobre un ventrílocuo, fabricante de voces distintas… Llegados hasta aquí, podríamos ver al fantasma, al vagabundo o al esqueleto en más de una de las voces citadas pero al final, lo que importa es la profunda reflexión sobre la creatividad que ilustra casi como colofón, este brillante fragmento de la página 264:

(…) pero quizás no se trate de llenar de signos un papel, sino de saber o, mejor dicho, de intentar saber. Y de crear sin complejos. Porque, contrariamente a lo que piensan algunos frustrados que odian la creatividad, para llevar a cabo retos de la imaginación no es necesario renunciar a ser humilde. La creatividad es la inteligencia divirtiéndose (…)

Metaliteratura de nuevo, esta vez además, tirando con palabras bala. Salpicándolo todo, tenemos acciones mínimas de todos los personajes del poliedro, citas reales, transformadas o directamente inventadas. Borges ya lo hizo y todo el mundo también lo aplaude.

Y alguna perla magistral, como la de la página 58 cuando Mac recuerda a una antigua amante y escribe lo siguiente: Me fui de tu vida como quien se va de una frase… Una perla que ya mereció, sin poder evitarlo tampoco, una breve nota mía e incluso, oh Dios mío, algún verso desapercibido en este mismo blog cuando empecé la primera lectura de este libro tan intenso. Tenemos también juegos de espejos con otras obras en las que se apoya. La burla a la verosimilitud, tan sobrevalorada por el sistema literario y editorial. La teoría del iceberg de Hemingway sobre una historia central que pasa inadvertida o incluso no resuelta, y a expensas de otras historias laterales que conforman la trama.












En el caso que nos ocupa, un supuesto asesinato que no queda esclarecido. Una reflexión constante sobre los géneros y una declaración sobre su predilección, dice EVM en la página 14, por las formas breves tras la cual, no puedo evitar observar un guiño al libro Formas breves de Ricardo Piglia, una recopilación de pensamientos y reflexiones de escritor, precisamente.

 Cita de nuevo a Piglia en la página 117 cuando al justificar que uno descubre lo que quería decir a lo largo del proceso, atribuye al escritor argentino la idea de que uno no progresa sino que avanza por descartes. Algo así como el cepillo del ebanista que diría por ejemplo García Márquez. En la página 170 nos trae también a uno de sus habituales, el polaco Witold Gombrowicz, para ilustrar perfectamente la condición de lector de Mac, un lector que de repente decide jugársela, y lo hace con la cita siguiente, ya utilizada otras veces por EVM: yo como lector no era nada y por tanto podía permitírmelo todo.

        Y así podríamos seguir con Cheever, Carver, Poe, Perec o Pessoa…
¿Novela? ¿Todavía creen que tenemos que ponerle un nombre a lo que escribe este monstruo de siete cabezas?
            Pues yo no, me importa un bledo todo eso, e importa un bledo lo que yo mismo diga sobre su obra, otra cosa es que no pueda evitarlo y la soledad me lleve a compartirlo. Lo que sí me importa es seguir leyéndolo.