Dialogando en el Café Salambó

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sábado, 25 de febrero de 2017

Nota y su contratiempo

Marc Vives, el protagonista de la última novela, sí, de Enrique Vila-Matas, Mac y su contratiempo, le escribe un correo electrónico a Peggy Day, pseudónimo bajo el que se esconde la autoría de la página del horóscopo de un periódico, y que Marc cree que corresponde a un amor de juventud.
En medio del fragmento breve, una frase me saca del contexto y me obliga a reflexionar, y a escribir. Eso que nadie como EVM provoca en mi condición de enfermo del mal de Montano.


(...) Me fui de tu vida como quien se va de una frase. (...)

Una buena amiga, me pregunta cómo se va uno de una frase. De momento, no tengo respuesta. Otro amigo le contesta, aplicando la lógica de la sintaxis: eliminando el verbo. Y añade que EVM no conoce el concepto proposición. Sigo sin saber. Pero se suma mi hermana indicando que EVM no invita a la lógica. Y también es cierto, como Kassel. Bulle el WhatsApp y aún hay alguien que añade que uno se puede ir de muchas maneras de una frase, pero nunca de rositas. Otro matiz interesante.

Lo que sí es cierto es que la frase me saca del libro. Y mientras estoy fuera escribo:

Las palabras me subrayan. 


Y sin más que el impulso ignoto de las palabras, sigo escribiendo, al azar:

Te beso como una tilde.
Me fui de aquella frase, porque yo era un mero substantivo, tú un verbo intransitivo y apenas predicábamos.


A pesar de todo y la resaca de la frase, sigo sin saber como huir de ella, pero lo que sí tengo muy claro es que somos palabras y con ellas nos significamos. Que lo más probable es que no haya respuesta. Porque siempre que salgamos de una frase indefectiblemente estaremos entrando en otra. Un bucle y un estigma, vivir eternamente entre ellas, a su merced, sea cual sea nuestro papel en cada escena. Oxígeno.



miércoles, 15 de febrero de 2017

Los zapatitos del dinosaurio

Estos días lábiles a la fuerza, pero vividos como si no fueran a terminarse mientras duran, revisité la brevedad.

El Club Marina estuvo el viernes 10 de febrero en la Librería, Café, Gastrobar El dinosaurio todavía estaba allí… para presentar el libro de relatos Los días lábiles, Barcelona 2016, Editorial Stonberg.


Y no tuve más remedio que volver al genio de la brevedad, Augusto Monterroso. A él se le atribuye el cuento más corto de la historia de la literatura que dice así:

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.








No vengo ahora a decir mi interpretación o proponer posibles lecturas del relato, que como el mismo autor ya dijo, son múltiples. Es común de la nanonarrativa, que a menor número de palabras y recursos, la interpretación y las lecturas se multiplican hasta llegar a la individualidad de una por lector. Es decir hasta el posible infinito. Por eso apreciamos más lo que no se dice pero queda sugerido, por eso la elipsis está tan valorada en la narrativa. Como sugerentes espacios vacíos, como el aire en la escultura.

El caso es que zascandileando por la brevedad, tropecé con algo que desconocía hasta ahora: el relato de seis palabras de Ernest Hemingway. Una palabra menos que el de Monterroso. El del americano, que él mismo consideró uno de sus mejores relatos, dice:

For sale. Baby shoes. Never worn.
(Vendo zapatos de bebé. Nunca se usaron/Por estrenar)
Y no he podido evitar elucubrar sobre esta coincidencia. Al parecer, lo de Hemingway fue una apuesta entre amigos sobre la capacidad de escribir un relato de seis palabras, allá por los años veinte. Evidentemente ganó el reto. El nobel como sabemos, se suicidó en el 1961 y fue en 1959 cuando Tito Monterroso publicó el dinosaurio dentro del libro titulado Obras completas y otros cuentos.
Mi pregunta es obligada y evidente, ¿Conoció Monterroso el relato de Hemingway? Parecería lógico pensar que sí, pero en ese caso habría tenido la oportunidad al menos de igualarlo escribiendo: Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba.
O incluso de superarlo en brevedad escribiendo: Cuando despertó, el dinosaurio estaba.
Lo que es más improbable, es que el americano conociera el relato del guatemalteco en esa última etapa de declive personal hasta conducirse al suicidio. Y en el supuesto de que hubiera conocido el relato del dinosaurio, una palabra más largo, eso tampoco hubiera compensado su tendencia al suicidio desgraciadamente.
Otra cosa improbable es ser aún más breve que ambos en sendos relatos, el del dinosaurio y el de los zapatitos. Aunque se podría intentar. Y me he acordado entonces de algunos epitafios, verdaderas joyas de la brevedad. Si aceptamos el contexto como parte del texto, hay muchísimos, tendríamos por ejemplo el de Borges: Y no tengan miedo… O este otro que no sé a quien se le ocurrió: Os lo dije… pero que es toda una sugerente obra de arte.