Los pozos del deseo
Raúl Nieto de la Torre
Madrid, 2013
Poesía. Colección Baños del Carmen nº 364
Ediciones Vitrubio
ISBN: 978-84-941208-5-5
Los pozos del deseo de Raúl Nieto de la Torre es un auténtico poemario de
amor. Un puñado de poemas de una profundidad y pasión tan desbocadas e
irrefrenables que al lanzarlos a la inmensidad de la lectura, te dejan
abandonado a la oquedad del silencio. Un amor que se hunde por el hueco de un
pozo que no tiene fondo y que hace que, como la piedra que cae, recordando a la
de Salinas de La voz a ti debida,
produzca un sonido pequeño, ensordecido al final del viaje. Una voz debida a su
motor e hilo conductor: la amada Melissa.
El libro se divide en dos partes, la primera, Sala de estar solo, cuyo título omite
por error el índice, con veinticinco poemas, y la segunda, Contra todo pronóstico, con veintiséis poemas más. Cincuenta y un
poemas en total, algunos de los cuales son verdaderas pedradas en la sien, que
diría Ramón Irigoyen que resulta ser un buen poema.
La curiosidad del libro no es que la propia amada,
Melissa, intervenga como motor del deseo y como actriz deseante a la vez, esto,
sería lo normal, lo extraordinario es que además, intervenga con su propia
palabra escrita. No sabemos si conscientemente ya que Raúl confiesa haber
utilizado e incluso usurpado algunas de las palabras de su diario íntimo. El
poeta y amante, cual voyeur celoso,
atrapa esas palabras para perpetrar una lírica cópula en algunos de sus poemas,
en un juego en el que las palabras del diario de Melissa y los poemas de Raúl,
se retan, se seducen y acaban por retozar sin pudor frente al lector perplejo.
Los fragmentos del diario de Melissa aparecen repetida y estratégicamente hasta
once veces a lo largo del libro, de manera que aunque el poeta no hubiera
confesado el delito en la presentación del libro, el lector la hubiera
descubierto en cualquier caso como el hilo conductor de los pozos del deseo que
habitan en muchos de los versos.
Algunos fragmentos de ese diario,
son un enigma que el poema desvela, otras veces, algunos poemas, son realmente
los explicitados por los fragmentos robados por el poeta al diario íntimo de
Melissa.
Y cómo no, el libro empieza con una
dedicatoria transparente de tan sencilla y sincera, a ella:
A
Melissa, mi más bella historia de amor.
Y no puedo evitar recordar, como imagino que Raúl en el
momento de escribirla, esos versos de Serrat en su linda canción de amor, Lucía:
Vuela
esta canción para ti Lucía,
la
más bella historia de amor que tuve y tendré (…)
De la primera parte, Sala
de estar solo, destaco dos versos del poema que da título al libro Los pozos del deseo, y que dicen:
(Pongamos que
escribir es una tierna
manera de juntar todos los trozos)
Se está refiriendo a los trozos de uno mismo, a esa suma
de aspectos más íntimos del ser humano. Pero además, me gustan esos dos versos
por la imagen que sugieren, porque me toca directamente como escritor y porque
recuerdan también a esas otras bellas palabras del escritor uruguayo, Eduardo
Galeano cuando dice aquello de:
¿Para qué escribe uno
sino para juntar sus pedazos?
Y dentro de la primera parte también, es inevitable
destacar otro poema excelente que viste la contraportada del libro,
precisamente para darle categoría al conjunto y al libro físico. Me refiero a Si no te hubiera conocido.
Cuando llegue la gran
pregunta
o nos salga de dentro, acuérdate
de que un día
elegimos ser libres y amarnos.
Acuérdate de eso –te digo-
porque los restos…
porque las cáscaras vacías…
porque qué otra cosa no arrojar a este pozo
enfrente del que vamos desnudándonos.
Qué ansiedad la del hombre
que se mira en la nada
y encuentra en ella su reflejo.
De la segunda parte, Contra
todo pronóstico, destacaré tres momentos especiales, o al menos, especiales
porque resumen de alguna manera la intencionalidad y el homenaje de amor al
amor, y a Melissa que lo encarna, especiales simplemente porque me encantan. El
primero, bellísimo y muy sensual, la imagen de la inmensidad y fetiche
universal del sexo femenino.
Secreta geografía
Tu vello púbico, el
principio
de un nuevo
continente
del cual solo
acercando bien la boca,
la nariz, el oído…
siento el mar
interior que lo recorre.
El segundo es un fragmento, una estrofa, la tercera, del
poema Diario enemigo dedicado al
enigma del diario íntimo de la amada como hilo conductor. Cuatro versos que
dicen la absoluta verdad al respecto, lo que cualquier autor de diarios y ya no
digamos lo que cualquier voyeur
usurpador de secretos entiende que es en realidad la verdadera utopía del
formato:
III
No son tus verdaderos
secretos los que
escribes en tu diario
sino los que callas
también en él.
Y finalmente, el poema Compañeros de viaje, porque explica y resume lo más bonito y
sencillo a lo que puede aspirar a recibir un amante de la otra parte del
sortilegio, del amado, que no es otra cosa que llegar a querer la condición
humana. Como un homenaje sensorial, pasando incluso por encima de la literatura
a la que casi relega en el último verso, a la condición de circunstancia menor.
Y hemos devuelto al
tiempo lo que es suyo
Para salir de aquella
alcoba oscura.
Dormida en el asiento
delantero,
mientras deshago el
nudo de las curvas
hacia un pueblecito
en la montaña,
me has dado de ti
algo que yo no conocía;
que tanto se parece a
la confianza,
al deseo y a la
lúcida locura
de amar seres
humanos…
Que el resto solo es
literatura.
Me apetece añadir finalmente que Raúl, el día de la
presentación del libro, estuvo suelto y exultante, de una generosidad,
transparencia y entusiasmos enormes. No recordaba una presentación en la que un
autor fuera más espontáneo y directo, mano a mano entre caña y poema, guiño al
editor y a la legión de amigos en un rincón de Don Antonio a rebosar. Y cosas
así, que en parte explican la calidad literaria y humana de la obra, también se
agradecen. En definitiva, huir de los academicismos para abandonarse al gozo
absoluto y humilde de los versos entre lettraheridos.