Dialogando en el Café Salambó

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lunes, 18 de agosto de 2014

Reseña de la novela "Tiza", de Eugenio Asensio.


Tiza
Eugenio Asensio Solaz
Barcelona, 1ª edición de marzo de 2014
Colección Narrativa nº 2
Editorial Playa de Ákaba S.L.
            ISBN: 978-84-941451-5-3


Esta novela tenía que publicarse. Hacen falta novelas como ésta en el panorama literario actual de este país. Y me consta que alguna editorial menos atinada que la emergente y atrevida Playa de Ákaba, se debe estar tirando de las melenas, pero allá ellos. Yo también tuve el placer y el honor de leer la versión original, incluso antes que los editores, y de considerar desde mi condición de amigo, y un amigo es el que dice la verdad; que la novela merecía que esta reseña empezase como la he empezado.
Tiza no es una novela juvenil, ni tampoco negra a pesar de contener un asesinato, no es una novela más sobre el desencanto que padecen algunos docentes y sin embargo la novela tiene algo de todo eso. El argumento es sencillo. Un profesor visita a un ex alumno que está en la cárcel acusado de asesinato. La madre de Héctor le pide al profesor que hable con él porque confía en su inocencia y necesita, desde su desesperación, que alguien crea en su hijo. Pero lo que en principio parece una trama tópica acaba convirtiéndose en una lucha psicológica entre Héctor y su ex profesor. Una batalla final de ambas conciencias, una acusación del chico ante la indolencia y la supuesta impunidad del profesor en la forma de dar sus clases y de repercutir con ellas, y con el trato de ciertos tópicos universales de la literatura; sobre la maduración de los alumnos. En eso se escuda Héctor para pasar por alto su verdadera responsabilidad. ¿Quién será finalmente el verdadero culpable?

Tiza es una novela bien estructurada, con un ritmo equilibrado y de tensión ascendente que lleva al lector a sorprenderse y a querer saber toda la verdad hasta la última página. Una novela con diálogos excelentes y el mérito de construir dos grandes personajes. ¿No es eso en gran medida la buena literatura? ¿La construcción de buenos personajes? ¿La manera de diseccionarlos en medio de una trama fluida y sencilla? El profesor y Héctor son ese tipo de personajes, complejos y profundos en su misma sencillez y miseria humanas. El profesor es un desencantado de la profesión, un ser humano en decadencia que busca sin embargo redimirse y Héctor, el alumno, un delincuente que busca también redimirse demostrando la culpa de los demás. Pero hay otros personajes transcendentales, el más tierno e inocente como es la madre, que se limita a padecer la situación y buscar ayuda, pero sobre todo la chica que acompaña a Héctor el día del asesinato, Olga, la amiga cuya actitud y pasividad acentúa la ira y la oportunidad de gallear del chico ante la víctima. Ese momento quizás sea el clímax de la acción, una acción que pasa casi desapercibida a lo largo de la novela pero sobre la que sin embargo gira toda ella. Eugenio Asensio como buen profesor y doctor en Filología Hispánica, sabedor de la importancia del inicio de una novela para captar ese primer impulso lector, nos regala una primera página magistral en la que se condensa el tono confesional de la voz narrativa, la voz en primera persona del profesor que nos cuenta su historia y la de Héctor:
La primera imagen que se me dibuja al recordar a Héctor la sitúo en una estancia estrecha, enmarcada en una limpieza oficial, donde venían a morir melodías desafinadas, llamadas amplificadas y rematadas con el pitido tembloroso de un timbre lejano. Todos los sonidos, que previamente rebotaban por el corredor, penetraban con el esfuerzo de una reverberación moribunda. También recuerdo que ese lugar se difuminaba en la irrealidad de un tragaluz que proyectaba la caída oblicua del polvo, como una fuente malsana que irrigase luz sucia. Ahí, guardado en el álbum fotográfico de la memoria, habitará para siempre Héctor. (…)


Así mismo, el último capítulo es impecable porque cierra y ata todos los cabos de la trama dándole sentido al conflicto, con una batalla dialéctica entre profesor y ex alumno maravillosamente escrita. En ese largo diálogo hay incluso rasgos de thriller psicológico con momentos de gran tensión narrativa, como cuando Héctor, dominador de la situación, controla los movimientos de su ex profesor, rozando incluso las puertas del enfrentamiento físico:
Me levanté decidido a pulsar el botón del interfono para pedir a quien estuviera en la otra parte, que me vinieran a buscar. Héctor se levantó a toda velocidad y me cortó el paso.
            __ Profe, la clase no se ha acabado. ¿Tú has oído el timbre? –Y clavó sus ojos en los míos, aunque aquellos ya no pareciesen los suyos.
Por otra parte, Eugenio Asensio ha insistido en los medios y en las diversas presentaciones realizadas, que Tiza es una novela desmitificadora, una novela cuyo principal objetivo es el de reivindicar el derecho de un profesor a ser imperfecto y huir así de toda idealización. Haberlo conseguido, con un personaje que rompe el mito social del buen profesor sin embargo no esconde algunas evidencias. Escoger el entorno de la docencia que tras una dilatada experiencia conoce perfectamente le sirve de coartada y, el hecho de que desmitificar comporta que existe un mito, el de la figura de los docentes como profesionales valorados socialmente; son algunas de esas evidencias. Siempre ha habido profesores faltos de vocación o disidentes de la misma ante la impotencia de contrarrestar un sistema convertido en enemigo.  Sin necesidad de caer en los tópicos, la profesión docente hoy por hoy ya ha caído en un progresivo desprestigio en manos de los intereses políticos y económicos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Pero ése sería tema para otro debate muy aburrido. Lo que quiero decir es que Tiza, de alguna manera también contiene algo de dignificación de la profesión. Algunos ejemplos podrían ser el hecho de que la madre del alumno vaya a pedir ayuda al profesor, y no a cualquier otro elemento, que en la voz del profesor pese la conciencia de un compromiso que reconoce no estar cumpliendo siempre como es debido, o que el alumno busque la credibilidad del profesor y a su vez, parte de su culpabilidad en medio de una estrategia bien urdida entorno a una gran empresa, conseguir engañar, ahí es nada, a su propio ex profesor.


Por lo tanto, el gran personaje que construye Eugenio Asensio, el personaje del profesor, se convierte en un antihéroe y ya sabemos que todo antihéroe goza de ambas caras de la moneda, la del éxito y la del fracaso. La dignidad de su condición de profesor y el derecho a echarla a perder en tanto que también es humano e imperfecto. En Tiza, en el fondo nadie quiere salvar a nadie, el profesor, y Héctor; sólo quieren salvarse a sí mismos.
En cualquier caso, y como ocurre con toda buena novela, ustedes extraerán sus conclusiones desde el gran placer de su lectura, y se dejarán llevar por momentos de gran nivel literario. Como los ya citados, u otros como cuando Héctor describe cómo se siente en la cárcel:
(…) Aquí dentro el tiempo huele como la ropa de las viejas, huele…
__A alcanfor –dije yo.
Cuando el profesor, seducido por la imagen de una compañera de instituto piensa en clave poética y dice:
(…) De aquel despertar me quedó otro verso que lancé contra la portada de mi “Cancionero para desengañados”, como se lanza un calcetín al cesto de la ropa sucia. El verso se doblaba y redoblaba en los atabales de las sienes, y después de haber impregnado el espacio, todavía quedó su eco repitiéndome algo así como “la eternidad sueña con días efímeros”.
O como cuando el profesor, advierte de las consecuencias colaterales que tienen sus palabras para la materia sensible con la que trabaja; y dice:
No confundamos vida y literatura, muchachos; esta va en serio.
Y sí, así es, lo dijo con desgarro el propio Jaime Gil de Biedma, que la vida iba en serio, una lo empieza a comprender más tarde…
Por eso yo les invito a que no tarden en comprobar lo muy en serio que va esta primera novela de Eugenio Asensio, lo muy en serio que auguro, irá la carrera de este buen escritor.



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