Dialogando en el Café Salambó

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sábado, 22 de septiembre de 2012

Donde anidan los sueños



Donde anidan los sueños
Blas Gallego
Ediciones Carena
Barcelona 2012
ISBN 978-84-15471-56-1


 
            De vez en cuando la literatura, como la vida, te da sorpresas. Y eso es lo que me ha ocurrido con Donde anidan los sueños. A veces no hace falta irse tan lejos, ni leer a los más vendidos. A veces basta con volver a un viejo amigo, como hace Martín Serrano, para reencontrarse con Valentín Burillo, y sobrevolar el espacio físico y vital que unen y separan Barcelona de Ariño, provincia de Teruel.
            Al terminar la novela de Blas Gallego he sentido una sana envidia. Porque la novela Donde anidan los sueños es un ejemplo de algo difícil de conseguir, que no es otra cosa que, cómo desde la sencillez y la ausencia de imposturas se puede lograr la solvencia narrativa al servicio de una historia humana bien contada. La novela está entregada al más absoluto bucolismo del marco rural que acoge a sus personajes. Y lo hace con un léxico preciso, perfectamente ajustado al escenario de la acción, con el que consigue hacernos oler la tierra, sentir el frío y el calor del aire y notar las texturas silvestres de su vegetación e incluso escuchar la música de los pájaros aleteando y sus cantos en los cielos turolenses. Hasta tal punto es así, que un pájaro, la alondra de Dupont, tiene entidad de personaje, en vías de extinción, que el protagonista, V.Burillo, cabo de la guardia civil responsable del servicio de protección de la naturaleza, se propone rescatar del olvido, encontrar y fotografiar si quiera un instante efímero, como metáfora del paraíso perdido. La prosa de Blas Gallego se aleja de cualquier subterfugio o amago de falsa originalidad, de modismos sujetos a tendencias de la narrativa actual más atrevida o de género, en algunos casos, forzadamente híbrido. No pretende romper con nada ni con nadie. La prosa de Blas Gallego en esta novela es directa, transparente a la vez que sugerente porque como afirma nuestro amigo común, Paco Barquino en el prólogo: dice más por lo que calla que por lo que afirma. Y esto, que podría parecer un cumplido enlatado, en este caso es, absolutamente cierto. Porque el personaje V.Burillo está esbozado, sugerido, explicado con silencios y elipsis. Solo una cosa es evidente, V. Burillo, como cualquier mortal es víctima de los designios del destino. Incapaz de romper con la recia autoridad paterna y de la tradición, vuelve sin embargo, al origen de todas las cosas que lo definen, a su pueblo, con su alma de poeta, a encontrarse, como dirían espirituales y bien intencionados seres alternativos de la sociedad moderna; a sí mismo. Vuelve al verdadero escenario íntimo de todo ser humano, a la infancia y la juventud, convertido en poeta por los mismos designios del destino y en guardia civil por la inercia inevitable de la tradición familiar. Compaginar ambas identidades, en principio incompatibles a causa de la historia y de la literatura, es lo que convierte a V. Burillo en un ser singular. Y la razón de los atestados más bellos que podría escribir cualquier guardia civil. Estos son a mi juicio los mejores momentos de la novela de Blas Gallego: los atestados, porque describen sucesos anodinos de forma literaria, lo que podría ser de paso una de las múltiples definiciones de lo que es la literatura; y las llamadas de atención de su teniente, que además aportan una tímida nota de humor. ¿Cómo se puede escribir un atestado por el atropello de un zorro? Y escribir: (…) mientras espero la llegada de la grúa que se llevará al coche accidentado, miro las escombreras de la mina La Oportuna, como si fueran una pila de gigantescas paletas, llenas de todos los tonos de grises, negros y ocres, que hubiesen sido desechadas por un pintor triste y obsesivo. (…) O bien: Los arbustos quedan sucios, impregnados de hollín. Es como la ceniza de un incendio que aún no ha sucedido. (…) Y rematar así el atestado: Constato como cierto lo que he averiguado esta mañana gris de marzo.
            Pues esto es lo que define al personaje V. Burillo y Blas Gallego consigue darle esta voz propia en los atestados.
            Hemos hablado más de la forma de contar la historia que al final, es lo que cuenta en la buena literatura, más que de la historia misma. Pero no quiero cerrar esto sin añadir que la historia es más real que novelesca, más verosímil que espectacular. En medio de ese reencuentro de dos amigos, de esa búsqueda íntima del yo del protagonista, de ese lirismo de lo intranscendente, cómo no, hay una historia de amor. V. Burillo se enamora de Dora Gradnic una chica serbia que trabaja en un bar, otra ave de paso como la alondra de Dupont. Pero Dora, sin embargo, no volará más porque anidará y se quedará en Ariño quizás para siempre. No pretendáis que os explique el final. Los finales, como en Donde anidan los sueños, siempre deben dejar puertas abiertas al lector. Solo os confesaré que V. Burillo consigue encontrarse a sí mismo finalmente, ser poeta, conocer el amor y captar, aunque solo sea en su retina la quietud de una alondra de Dupont asustada en la rama de un árbol. Pero no podrá escribir ningún atestado para explicarlo.
            El único testimonio de ello es esta buena novela.
 

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