Dialogando en el Café Salambó

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domingo, 26 de junio de 2016

Marienbad eléctrico, o la nutritiva amistad literaria.


Marienbad eléctrico
Enrique Vila-Matas
Barcelona, 1ª edición, febrero de 2016
Colección Biblioteca Breve
Editorial Seix Barral S.A.

ISBN: 978-84-322-2578-9

Recientemente yo escribía sobre la vanidad en este oficio de la escritura con motivo del lanzamiento de la antología de relatos, Los días lábiles, Stonberg Editorial, cuya autoría colectiva, corresponde al Club Marina de escritores, del que me honra formar parte. Mostraba como excepcional a este grupo de escritores, no sé si excepcionales, eso le corresponde decirlo al lector. Y lo hacía porque es rara la armonía entre amistad y literatura en un contexto en el que lo normal es mirarse de reojo, con recelo, con la utópica voluntad de ser únicos, los primeros, originales… menudo despropósito después tantos grandes inimitables. No voy a hacer listas, aunque les aseguro que Enrique Vila-Matas estaría incluido en ellas.
Y me sorprende una vez más el raro e imprescindible Vila-Matas, para poner luz y acompañarme en mis reflexiones de esta extraña forma de vida que es la literatura. Acabo de leer estos días Marienbad eléctrico, que contiene una rareza más, aunque no lo es tanto según mi parecer y experiencia; la ruptura del tópico de la difícil sincronía entre amistad y literatura a la que me refería al principio. Seguramente, en este libro a medio camino entre lo biográfico, lo reflexivo y lo ensayístico, híbrido una vez más al fin y al cabo, encontramos la defensa a ultranza de la amistad entre letraheridos como algo nutritivo, y creativo por lo tanto. Seguramente en esta convicción, tuvo mucho que ver Marguerite Duras, que le haría de casera y referente literario cuando el joven Vila-Matas, allá por los años setenta, acudiera a París sin saber qué quería escribir aún.
Por un lado está la evidencia del enriquecimiento mutuo, cuando dos cautivos del arte comparten el objeto, ya sea libro, película, música o pintura. Nutrirse del equívoco, de los felices equívocos creativos entrambos, de la discrepancia. No en vano, las amistades de Vila-Matas suelen iniciarse con el debate encontrado, con las diferentes formas de interpretar lo mismo. Nutrirse de la interpretación del otro e incluso crear una tercera interpretación que es la suma de las dos. La amistad literaria se nutre del diálogo, del difícil arte de conversar. Y en lugares propicios, como por ejemplo el Café Bonaparte de París.
Así, Vila-Matas nos cuenta en Marienbad eléctrico, su relación de amistad con Dominique González-Foerster, prestigiosa artista francesa que como él, transita por el arte con obras atrevidas y huidizas de los cánones de los géneros establecidos. Y nos explica sus encuentros en el Café Bonaparte de París, o en la exposición Splendid Hotel en el Palacio de Cristal en la que la ausencia, se convierte en el quid de la cuestión. Una ausencia que hace recordar al escritor una de sus ficciones obsesivas, ser el único huésped de una única habitación de hotel, o como en otras ocasiones, tener solo a un espectador entre un público ausente, que acudiera a escuchar una de sus conferencias. Pero esa relación entre Dominique y Vila-Matas, no se fundamenta solo en sus encuentros en persona, sino también en la armonía de su capacidad de interpretar un libro por separado, una obra de arte o lo que fuere, un pensamiento ficcional que a la postre, provoca coincidencias inauditas. Una relación, eléctrica, que conecta o desconecta de manera intermitente, impulsada por un juego azaroso que el mismo arte impulsa de manera autónoma. Y como en Kassel no invita a la lógica, Vila-Matas vuelve a la reflexión del arte contemporáneo.

Se trata de un relación en la que no hay rivalidad ni se compite por nada. Para crecer como artista uno debe regurgitar la obra de otros y reelaborarla, esto en lo que Vila-Matas siempre insiste como autor que descubre a otros, o los reinventa, y que los lee de otra manera distinta a la que los lee el común de los mortales. Por eso le viene muy bien una de sus muchas citas recurrentes, la del poeta Rimbaud, je est autre, yo es otro, el resultado de lo que otros han sido a través de sus obras, podríamos deducir. Así, junto a Dominique, investigan el misterio de la creación literaria y concretamente de las múltiples técnicas de escritura. Reutilizar materiales ya producidos, trasladarlos de un sitio a otro, esas sinapsis, dice Vila-Matas, resignifican lo que empezaba a vaciarse de contenido.
Y cita también a Gombrowicz, a quien Vila-Matas atribuye la capacidad del atrevimiento, el mismo que el se permitiera al interpretarlo incluso antes de leerlo con profundidad, para descubrir, una vez leído, que era tanto más distinto de lo imaginado y hace suya la afirmación del polaco-argentino: yo no era nada, por lo tanto podía permitírmelo todo.
En definitiva, Mareinbad eléctrico son cien páginas en las que ilustra una vez más su teoría del uso de las citas de otros, a veces incluso distorsionadas, al más puro estilo Borgiano, la técnica con la que ha ido construyendo su narrativa. Una forma de exponer dice él mismo, que mi falsa erudición funcionara como una sintaxis. Construir un texto híbrido de otros textos de otros autores y de su propia interpretación como reciclador, mostrar la admiración, algo impropio en el tópico, porque escribir la admiración hacia todos ellos, es al mismo tiempo, respetarlos.
Compartir, quien lo probó lo sabe… en tantas tertulias, Gijón, Comercial, Salambó, pero incluso en un café irlandés a media tarde, en la cafetería de la facultad, aún recuerdo aquello de la luz es una ráfaga de ojos que alguien que quiso ser anónimo escribió en una pared, en la cafetería de una librería; de sitios así han salido grandes ideas, y se han perdido teorías para elaborar otras nuevas.


Escribir dando vueltas y más vueltas a la sopa caliente, como dice Vila-Matas que dice Walser, dar vueltas a aquello de lo que realmente queremos hablar para terminar hablando de otra cosa, aparentemente accesoria pero definitiva y definitoria del escritor que somos.
Yo por ejemplo, sin ir más lejos, aquí y ahora, que me escribo y me hablo encima para sentir el placer de dejarme ir, ser yo mismo desde los otros. Solo Vila-Matas, autor y personaje a un tiempo de su propia obra tiene la capacidad de nutrirme, de provocarme la incontinencia, de atreverme a crear, y creer, que la amistad literaria, también es posible entre autor y lector, ambas caras, en diferentes momentos y al mismo tiempo del mismo mal de Montano. Por eso puedo entender perfectamente a Dominique.

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