Dialogando en el Café Salambó

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lunes, 1 de diciembre de 2025

Y ahora, ¿quién me pasa la pelota?


Y ahora, ¿quién me pasa la pelota? 


Mi amigo Alfonso Morillas falleció la semana pasada, el martes 25 de noviembre. Desde entonces necesitaba ponerme a escribir sobre él, a escribirle. No nos ha dejado él, nos lo ha robado el cáncer, esa enfermedad que no discrimina entre buenos y malos, ese cáncer sin corazón. Unos días antes el mensaje de los médicos era trágico: según las últimas pruebas, le quedaban días, acaso semanas de vida. Duro, muy duro, un diagnóstico lapidario. Sesenta años, los que cumplió el 21 de julio, es muy poca vida para nadie y menos aún para alguien tan valioso como Alfonso. Si entonces me quedé en shock, estos días ya no he dejado de pensar en otra cosa. Tan en shock como me quedé cuando fui a verlo el pasado 12 de julio y pude comprobar su deterioro físico y anímico en apenas un año. No pretendo caer en un ternurismo evidente, solo pretendo decir la verdad. Ni escribir un perfil de Alfonso ni un texto de estilo académico sobre su figura. Tampoco le hace falta a Alfonso, basta haberlo seguido para saber de sus logros y capacidades. Esto es solo el impulso de poner por escrito los recuerdos y el sentir de un amigo que llora su ausencia, como un merecido homenaje.



Nos conocimos en el Institut Francesc Macià de Cornellà el año 1979 cuando empezamos el primer curso de BUP. Él venía del barri Centre y yo del barri Pedró. Coincidimos en el 1º 5º donde rápidamente se ganó mi admiración por su calidad futbolística y su personalidad magnética. Empezamos a compartir aficiones, en aquel momento, principalmente el fútbol y la música. La literatura llegaría mucho más tarde, pero con la maravillosa virtud de unirnos nuevamente y hasta ahora. A eso me referiré más adelante. Yo envidiaba sanamente y admiraba su condición de jugador de nuestra UD Cornellà. Recuerdo muchos detalles de aquella pasión compartida. Una vez nos enfrentamos con ellos el juvenil de la UD Gavarra, otro equipo de barrio de nuestra ciudad en el que jugaba yo entonces, en un partido de copa local de Cornellà o algo así. El caso es que a falta de diez minutos nosotros íbamos ganando cero a tres, con uno de los goles mío y, en esos últimos diez minutos ellos fueron capaces de remontar y hacernos cuatro. Increíble pero cierto. Nunca me sentí peor ni una derrota me había dolido más hasta entonces. Lo comentamos en el instituto como una batallita más del fútbol y con rivalidad sana porque Alfonso era un ejemplo de deportividad. Con esos precedentes, con mis ganas de prosperar en el fútbol y el prestigio y el orgullo de jugar en el primer equipo del Cornellà, cuando el club me fichó por mi condición de goleador fue un momento de máxima felicidad para mí; iba a jugar además con mi admirado y querido compañero de instituto Alfonso Morillas. Solo jugué con la UD Cornellà un año, que no fue mi mejor año precisamente, pero esa es otra historia que ahora no vienen a cuento. Solo añadiré que él siempre fue un gran compañero, dentro y fuera del terreno de juego, como en el instituto, y que del guante que habitada en su bota derecha nació el centro de mi primer gol en mi debut y en nuestro campo, momento que inmortalicé en un relato de un libro, el primero que coordinamos juntos para la Agrupació de Veterans de la UD Cornellà.


En segundo de BUP volvimos a coincidir en el mismo grupo, pero en tercero y en COU nos separamos como compañeros de clase, él, orientado a los itinerarios de ciencias y yo, a los de letras. No obstante seguimos compartiendo muchas cosas, y hubiéramos compartido muchas más seguramente, de haber vivido en el mismo barrio. Tengo muchos recuerdos especiales, como cuando me habló con pasión de la banda inglesa de rock, Supertramp, y me acompañó a una tienda de discos de la rambla de Cornellà para comprar su sexto álbum, “Breakfast in America”. Aquel vinilo dio tantas vueltas en mi tocadiscos como los balones que hicimos rodar aquella época. O cuando nos escapábamos algún sábado en autobús al parque Cervantes de Barcelona. Allí pasábamos el rato dando toques y pases a un balón sobre la hierba natural que aún apenas habíamos pisado como jugadores en campos de fútbol. Para mí era un honor, porque me sentía muy lejos de su calidad técnica, compartir con él aquellos momentos, y lo vivía como un privilegio, como un regalo. 


Después del año en la UD Cornellà vino la mili y a la vuelta, estuvimos a punto de coincidir de nuevo, esta vez en el Levante Las Planas CF, pero la decisión de un entrenador y de una junta directiva lo impidieron.Yo había jugado en ese club el año anterior, había terminado como máximo goleador y el equipo a dos puntos del ascenso a pesar de lo cual no me renovaron cuando a él, junto a otros excompañeros de la UD Cornellà, el club los fichaba para la siguiente temporada y, nobleza obliga, hay que decir que el equipo encadenó dos ascensos seguidos y a punto estuvo de conseguir uno más que los hubiera situado en la tercera división nacional de entonces. Pero esa es otra historia que recogí también en otro libro, en “La alineación y otros relatos esféricos”, Stonberg Editorial, Barcelona 2024, que Alfonso me presentó hace apenas un año y medio. 

Después de ese reencuentro futbolístico frustrado se produjo un gran paréntesis en nuestra relación, desde el año 1985 hasta el año olímpico. Eso no quiere decir que durante ese paréntesis no supiéramos el uno del otro; no. Seguimos en contacto o en encuentros esporádicos que tuvieran que ver con el fútbol, o a través de amigos comunes, como mi primo Pedro Gamero –otro crack humano y como jugador, que también nos dejó hace tres años, cuyo abrazo está esperando a Alfonso en el cielo. 


Volvimos a retomar nuestra amistad después de que yo abriese con mi hermana Inma en 1992 un bar musical al que llamamos “Piano Bar Punto y Aparte”.  Me pasó con él y con otros viejos amigos que, de repente, la coartada del bar nos reunía para pasar buenos ratos juntos. Un buen servicio, música en vivo, karaoke y la amistad, garantizaban el éxito del reencuentro. Venía solo o con su novia, o con mi primo Pedro u otros amigos y nos pusimos al día después del primer paréntesis en nuestra relación. Y cómo no, volvimos al balón. Esta vez, como propietario del bar, yo me convertí inesperadamente en sponsor y él, era un fichaje de lujo. Y jugamos un par de campeonatos de fútbol sala en el Club de Tenis Forn de Sant Joan Despí donde competían otros grandes equipos de fútbol sala. El primer año fuimos subcampeones y el segundo, sinceramente, no me acuerdo. 

El fútbol en este caso, como suele ocurrir en el contexto del fútbol humilde, nos servía para tomar algo antes y, sobre todo, después de los partidos. Y cantábamos canciones de karaoke en mi Piano Bar. Recuerdo a Alfonso y a mi primo Pedro cantar a dúo una y otra vez la canción “Entre dos tierras”, imitando a Enrique Bunbury de la banda de rock “Héroes del silencio”.  Después de cinco años inolvidables, hacia finales del 1997, mi hermana y yo decidimos dejar el bar musical y lo cedimos en alquiler durante unos años. Digamos que eso significó el paréntesis más largo en nuestra relación, hasta el año 2015.  Cada uno llevó su vida, seguíamos teniendo referencias el uno del otro a través de los muchos amigos comunes, sí, pero Alfonso ya se había ido a vivir a El Vendrell, y yo estuve viviendo y trabajando en Madrid desde el 2009 al 2014, de manera que la distancia y las obligaciones de cada uno, ambos ya padres además, no ayudaban a que nos viéramos más a menudo.

            Y de repente, irrumpió la literatura para unirnos de nuevo. Fue en el año 2015 cuando descubrirnos mutuamente que ambos éramos dos “literaturadictos” como me gusta decir a mí. Además, en su caso lo descubrí como un experto en literatura futbolística. Las cosas se habían ordenado de manera felizmente natural en una suerte de azar inteligente. Ambos habíamos sido dos buenos estudiantes y lectores, sí, pero no solíamos hablar de libros en nuestra juventud. También habíamos sido jugadores, él excelente, yo del montón y, de repente, literatura y fútbol se unían en un matrimonio justo y necesario. La excusa fue que yo había publicado mi segundo libro de relatos “Las tres caras de la moneda”, Editorial Gramática Parda, Sevilla 2013. Alfonso se puso en contacto conmigo porque a raíz de un encuentro con excompañeros del Levante Las Planas CF, supo a través de mi primo Pedro que yo había publicado ese libro y que ese libro incluía el relato futbolístico “La alineación”. 


A partir de ahí Alfonso puso en marcha su enorme habilidad de investigador para rastrear primero en Facebook y después en la Biblioteca Marta Mata de Cornellà, donde localizó un ejemplar de mi libro. Y me hizo un gran regalo: una extraordinaria reseña del relato y del libro en su blog.

Descubrí su magnífico Futbol Club de Lectura https://futbolclubdelectura.com en el que Alfonso desplegaba su pasión por la literatura futbolística con un sinfín de reseñas y recomendaciones de libros. Empezamos a compartir referencias, lecturas y experiencias y me rendí ante su sabiduría. Si yo descubría un artículo, un relato, una entrevista o lo que fuera sobre el tema, corría a compartirlo con él. Pero él ya lo conocía... y no solo eso, me aportaba además todo lujo de detalles sobre el contexto y me recomendaba nuevos libros que tuvieran alguna relación con el asunto. Llegué a la conclusión, y me ratifico de nuevo en que, si bien no conozco a todos los expertos sobre literatura futbolística que pueda haber en este país, Alfonso Morillas sin duda ha sido uno de ellos. Y me pregunto: y ahora, ¿quién me pasa la pelota?

            El regalo de esa reseña provocó un nuevo regalo tan inesperado como el primero. De repente, me hizo saber que otro enfermo de la causa, el periodista y profesor de literatura David García Cames me había incluido en su extraordinaria tesis doctoral “La jugada de todos los tiempos. Fútbol, mito y literatura”, Prensas de la Universidad de Zaragoza, Zaragoza 2018. Dentro de un subcapítulo dedicado a la narrativa futbolística del momento, citaba mi relato “La alineación” entre los de otros autores españoles. Entonces no supe los detalles, pero me confirma David estos días que, efectivamente, él supo de mi relato gracias al blog de Alfonso, que le fue muy útil para su tesis y añade, literalmente: «su trabajo resultó fundamental para todos los que llegamos después». Es de justicia recordarlo ahora y poner en valor el mérito del trabajo que hizo Alfonso, por más que él, siempre tan humilde, nunca alardeara de ello. 

            ¿Se puede ser más generoso?

            Desde entonces, y hasta este trágico final, este partido perdido por penalti injusto en el tiempo de descuento y sin VAR que lo pueda revisar, Alfonso y yo hemos estado compartiendo pasión por la literatura en general y la futbolística en particular de la que yo solo he sido lector y él, un experto.

            También volvimos a compartir balón y terreno de juego porque, a raíz del reencuentro gracias a la literatura que acabo de contar, lo animé a que se sumase a la Agrupació de Veterans de la UD Cornellà donde yo ya llevaba algunos años. Un fichaje extraordinario para nuestra tercera y última etapa como compañeros de vestuario. Con los veteranos estuvimos jugando, de manera esporádica, desde el año 2016. 



Para la Agrupació coordinamos juntos la edición de dos libros de recuerdos en forma de relato, el ya citado antes, “Recuerdos con historia”, Ediciones Gráficas Rey S.L., Cornellà 2018 y, posteriormente, “Recuerdos con historia 2”, Ediciones Gráficas Rey S.L., Cornellà 2023. Qué fácil fue trabajar con él en esos dos libros... Fue cumplidor y preciso, ordenado, hábil en la interpretación y revisión de los textos y dialogante, proponiendo ideas sin intentar imponerlas nunca, negociando los detalles y respetando siempre mi opinión y la de los compañeros de la Agrupación que nos encargaron el trabajo. Y claro está, presentamos juntos ambos libros haciendo un juego, nunca mejor dicho, futbolístico, como si fuera un partido de fútbol el primer libro, y al estilo de una entrevista cruzada entre un periodista y un entrenador con el segundo.

Pero vuelvo atrás en el tiempo para citar otros momentos cruciales en nuestra amistad “futbolibresca”, como diría él. En septiembre de 2018 perdimos a nuestra maestra común, a nuestra exprofesora de ciencias sociales, Carmen Dulanto, quien había sido nuestra tutora en primero de BUP. Ambos habíamos tenido una relación especial con ella y teníamos un recuerdo inmejorable de su maestría, de tantos valores como nos inculcó en los años del instituto y posteriores. Tuve el honor de coordinar un libro de recuerdos de exalumnos y excompañeros de profesión de Carmen, junto a los amigos Cristina Serna, exalumna también de Carmen, y Jaume Codina exprofesor del INS Francesc Macià, “La Dulanto. Textos para recordar a la profesora Carmen Dulanto”, Ediciones Gráficas Rey S.L., Cornellà, 2019. Cuando le pedí a Alfonso que participara en el libro, no dudó un segundo y aportó un texto muy emotivo. En su recuerdo cuenta una anécdota personal deliciosa y como, a raíz del sorteo de un simple lápiz, Alfonso había sido capaz de comprender el mensaje oculto en la sabiduría de nuestra querida profesora Carmen: no bastaba con desear las cosas, había que creer en ellas, quererlas, y trabajar por conseguirlas. Presentamos el libro en el instituto, en una sala de profesores rebosante de amigos y emoción, más o menos al cumplirse un año de su muerte. Un recuerdo imborrable que iría consolidando nuestra complicidad como amigos, excompañeros de instituto y enamorados de la docencia.

            El mismo año 2019, debutaba el escritor dormido que Alfonso llevaba dentro desde siempre, haciendo así justicia consigo mismo y con su trabajo como lector, bibliotecario, animador a la lectura y bloguero. 

Y más regalos de Alfonso, primero cuando me pidió que leyera y le comentara el original, y después cuando le presenté, primero en la Biblioteca Marta Mata, en su barrio de siempre, y después en el FNAC de Cornellà su primer libro “La hermandad de los balones desaparecidos”, Libros Indie, Torrelavega, Cantabria 2019. Quedaba claro que el “virus” de la escritura le había atacado y así se lo dije, y que no existía vacuna contra él. 




Solo pasaron dos años más para publicar su segundo libro “Futbolsilibros. Una intriga bolsilibresca”, Libros Indie, Torrelavega, Cantabria 2021, en el que crea un trasunto de él mismo, René Morillas, para adentrarse, en clave de género policíaco, en otra de sus pasiones: la literatura Pulp y las novelas de quiosco. Además de su condición de escritor, Alfonso tenía siempre el entusiasmo y la capacidad infatigable para organizar cualquier evento o contenido que tuviera que ver con su pasión. Recuerdo por ejemplo cuando en julio del 2017, con motivo del treinta y cinco aniversario de uno de los partidos míticos de la historia del fútbol, el Brasil-Italia del Mundial de España de 1982, organizó el visionado y tertulia sobre el partido, en la Biblioteca Marta de Cornellà.

Había participado también en la promoción y dinamización lectora en algunos colegios, de la célebre colección de libros “Los futbolísimos” de la Editorial SM. Montaba paradas en Sant Jordi en Barcelona para promocionar la literatura sobre fútbol a la que invitaba cada año a diferentes autores, como por ejemplo a Julián Cerón Madrigal, amigo común desde entonces, un prestigioso doctor en Bioquímica enamorado del fútbol y la literatura.

En los últimos dos años había empezado otro proyecto, el “Espacio Kalima” creo que lo llamaban, porque consistía en reunir en el Bar Kalima de Coma-ruga a amigos y lectores entorno diferentes temas, aunque no necesariamente relacionados con el fútbol. También se presentaban libros y se mantenían tertulias sobre alguno en concreto, trayendo a autores de prestigio como por ejemplo a Gabi Martínez el año pasado, con motivo de la publicación de su libro “Delta”, Editorial Seix Barral, Barcelona 2023.

            Y como no hay dos sin tres, Alfonso publicó su tercer libro, “Una sorprendente incógnita”, Stonberg Editorial, Barcelona 2025, con un epílogo del filólogo y periodista Joaquim Noguero. 


Volvía al género policíaco con su personaje René Morillas y a los bolsilibros, esta vez para homenajear a los portadistas de la literatura de quiosco. Este libro no se llegó a presentar. Porque otro bicho, no el de la literatura sino el maléfico, negro e injusto del cáncer, se interpuso en nuestro camino.

            Íbamos a coincidir firmando juntos, por primera vez en un Sant Jordi y compartiendo editor este año 2025, él con ese último libro y yo, con mi “La alineación y otros relatos esféricos” que Alfonso me había presentado en Cornellà el 6 de abril del año anterior. Llamé a nuestro editor, Jordi Castelló. Yo tenía asignada otra hora,  pero le pedí la misma hora que tenía Alfonso en la franja de firmas de autores, por la tarde, para darle una sorpresa. Y de repente la sorpresa me la llevé yo: el mazazo de la cancelación por prescripción médica y la vertiginosa decadencia de su salud hasta el final, en apenas ocho meses. Un partido amañado... La vida, como el fútbol, es así... así de imprevisible y azarosa, así de cruel a veces, cuando apenas un milímetro más aquí o allá, decide si el balón sale rebotado o entra en la portería. 

            En este tiempo desde el diagnóstico del cáncer, Alfonso ha evitado siempre provocar la conmiseración. Decía la verdad, pero sin detalles, sin profundizar. ¿Para qué? Ha sido un señor, como lo fue en el terreno de juego, en todo momento. Cuando le preguntaba por su estado, por las pruebas y los análisis, respondía vagamente, cambiaba de tema o hablaba de sus nuevos proyectos. Como dije al principio, el pasado doce de julio fui a verlo a su casa. Esa visita fue una bofetada emocional para mí e imagino que también para él, porque su deterioro físico era evidente, aunque poco después tuvo una esperanzadora mejoría. Estuvimos charlando un buen rato los dos con su mujer, Toñi y, a pesar de todo, guardaré siempre un buen recuerdo de aquel día. Yo me resistía a que fuera una despedida, como lo ha sido desgraciadamente, y lo animé a seguir investigando sobre el tema al que había dedicado los últimos años. Tenía yo un as en la maga, una motivación extra. Le traje un libro con gran ilusión, sabiendo que le iba a encantar, un libro rescatado del bookcrossing en una cabina telefónica de Oslo reconvertida en librería pública. Se trataba de un bolsilibro de un western en noruego, editado en 1970, lo que confirmaba sus sospechas de que el género, importado de los EEUU a partir de los años cincuenta, no solo había calado en España sino también en otros países europeos. Y se animó a tirar del hilo. Le preocupaba no haber podido promocionar el libro “Una sorprendente incógnita”, más por la editorial que por él mismo. Yo le decía, sabiendo de la bonhomía del editor, que no se preocupara, que ya lo haría una vez recuperado. Le preocupaba también el silencio en las redes, obligado por las circunstancias de su convalecencia y la enfermedad y con los amigos y entonces, el pasado 14 de agosto subió un vídeo en sus redes. En el vídeo explicaba por encima su situación y presentaba brevemente el libro animando a la gente a comprarlo. Por cierto, ahí sigue para los que aún no lo tengan https://www.stonbergeditorial.com/product-page/una-sorprendente-incógnita-alfonso-morillas  

Para todos los que desconocían la situación de Alfonso, el vídeo fue un duro golpe, pero por encima de todo, por parte de Alfonso fue un nuevo gesto de generosidad, de humildad y valentía. Me consta que muchos amigos lo llamaron por teléfono o le escribieron. Con algunos de ellos yo mismo intercambié llamadas aquellos días.

            Alfonso Morillas fue el mismo en la vida, en el terreno de juego y en su literatura. Ingenioso, elegante, práctico, preciso, amigo. Ha sido una suerte haberlo acompañado durante cuarenta y cinco años, recibiendo pases, creando jugadas que nos han reportado grandes momentos vitales, literarios pero ahora, su hueco es irremplazable. Mi primo Pedro lo habrá abrazado en el paraíso de los buenos, y seguirán hablando de fútbol, de música y de libros. 



Mientras tanto aquí abajo nos quedará el recuerdo, su legado, la pérdida y la nostalgia irreparables. Su mujer, Toñi, ha sido otro ejemplo de entereza y saber estar a la altura del amor y su hijo, Biel, muy joven aún pero ya un hombre, no podrá tener mejor ejemplo de vida para siempre que el de su padre. Para ellos, para la madre y sus hermanos va también mi más sentido abrazo.


Alfonso Morillas Romero era Licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Barcelona, Máster en Formación del Profesorado de Educación Secundaria, Bachillerato y FP por la UNIR, Máster en Edición por la UOC, creador del blog Futbol Club de Lectura https://futbolclubdelectura.com y trabajó los últimos diecisiete años en la Biblioteca Pública Terra Baixa del Vendrell.



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