Dialogando en el Café Salambó

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domingo, 2 de marzo de 2014

Ahora que amaneces.

Ahora que amaneces
Felipe Sérvulo
Madrid, 1ª edición, abril de                 2013
Poesía. Editorial Playa de                  Ákaba S.L.
ISBN: 978-84-941025-1-6


Ahora que amaneces es un poemario de amor entregado a la causa, al placer y al gozo del sentimiento que mueve al mundo y a la poesía. De hecho, ese es el sello identificativo de su autor, Felipe Sérvulo, poeta jienense y catalán de adopción, como el mismo se declara.
Son cuarenta y cuatro poemas que ponen el acento en esos momentos minúsculos pero imprescindibles en las veinticuatro horas de un poeta y, en este caso, de un poeta enamorado. Enamorado del amor, de lo femenino, de la lluvia y de la ciudad de Barcelona, otro elemento presente en gran parte de los poemas. La voz poética de Felipe Sérvulo está al servicio de ese ideal de amor que es espiritualidad y sensualidad a un tiempo, que vale para su amada y para todas las mujeres del mundo reunidas en una, con el marco de la ciudad cobijadora y vigilante, húmeda y canalla de fondo. El amor, un suburbio… dice en uno de los poemas titulado Se adormece Barcelona.
            Se trata de un poemario dulce que apenas pasa de puntillas por el desamor, por el dolor contrapunto inseparable del amor y que si acaso lo hace en algún momento fugaz, lo hace camuflado de la nostalgia de los momentos amorosos que sin duda, un día se perderán llevados por el tiempo. Quizás de ahí la cita inicial de esa mítica escena de Blade Runner (1982), dirigida por Ridley Scott en la que el replicante Roy Batty, interpretado por el actor Rutger Hauer improvisa estas bellas palabras:
(…) Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como... lágrimas…en la lluvia.
           Es como si la única amargura del amor fuera simple y rotundamente el miedo a perderlo. Pero Felipe no acaba la cita que en la película termina diciendo: Es hora de morir. En este caso, en Ahora que amaneces sería hora de amar. Morir, amar, dos caras de la misma moneda. Los amores que matan que nunca mueren que diría Sabina.
            Pero yo no quería hacer con esto una reseña al uso sino la crónica de un encuentro y del placer de haber conocido al poeta Felipe Sérvulo.
            Eso ocurrió antes de ayer viernes 28 de febrero en el Café Salambó de Barcelona. El encuentro con el poeta fue organizado y moderado por Cati Gómez, miembro del Club literario Marina. También estuvimos otros profesores, escritores, lectores y amigos como Guadalupe Mendoza, Mercedes Gascón, Mariela Puértolas, Herminia Meoro, Susana Tomás, Alicia Blanco, Eugenio Asensio, Pedro Lara, Enrique Clarós, José Luis Rebollo, Javier y un servidor. En la cabecera de la mesa, además de Cati y Felipe, estaban Blanca Ruiz del colectivo de escritores El Laberinto de Ariadna y el también poeta Alfonso Levy que nos regaló con una semblanza profunda y muy espiritual de Felipe Sérvulo.
            La cabecera de la mesa leyó una buena selección de poemas del libro a la que yo sumaría mi personal selección que, curiosamente solo coincidió en un poema Cinco minutos, leído por Cati:

            EN cinco minutos te habrás ido,
            ahora que la vida es un torrente
            y tantas cosas quedan por decir.

            Llueve. Llueve dentro de nuestro hogar
            y no puedo recorrer la ciudad sin ti,
            ahora que ofrezco mis venas
            para que inyectes tanto amor como desees.

            Importan miradas, pactos, una señal…

            Y compartir ilusiones, ahora
            que todo se cumple inexorable,
            abres la puerta, me abrazas,
            derrotas el tiempo y quiebras la noche.

            Porque en poesía, nos enamoramos de unos poemas y no de otros, o de unos más que de otros, a menudo por razones mágicas. Y podemos explicarlo y divagar todo lo que queramos, e incluso ponernos intelectuales y acertar en teorías literarias, pero lo que sucede en realidad es que el poema nos lee a nosotros, como dijo alguien en la mesa, o lo que es lo mismo, rescata matices olvidados de nuestros recuerdos, algo íntimo que nos hace vibrar, desempolva el sentimiento. Puede ser una estrofa, un verso, una sola combinación de dos palabras a veces. Y eso es lo que nos conmueve.
            También me ocurre con Iré donde estés.

            MÁS allá de L’Eixample,
            se pierde la mirada
            y los crepúsculos rebosan destierros.

            En la linde habitan otros vecinos:
            funcionarios de la Generalitat,
            profesores, abogados,
            algún freelance…

            Iré donde estés:
            Horta, La Pau, Sant Adrià,
            Palau Reial o Gavarra;
            qué sería un metro sin tus huellas.
           
            La amada y la ciudad unidas por la pasión del poeta, inseparables, lo que me ha llevado al recuerdo de una frase rescatada de una lectura de hace tantos años, en una de las novelas de la tetralogía del cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell y que decía: una ciudad es un mundo cuando amamos a uno de sus habitantes.
            Y podría citar más versos y poemas pero yo no quería que esto fuera una reseña más sino solo una forma de celebrar el descubrimiento de un buen poeta, humilde y autorizado a un tiempo en su trato y su discurso, y de celebrar un reencuentro con mi ciudad y mis amigos letraheridos. Ahora que amaneces será para siempre el título de este reencuentro.
            Gracias Felipe, y gracias también a la editorial Playa de Ákaba por el acierto en la publicación.

1 comentario:

  1. Tengo su libro y es una delicia, otro poema suyo dice:

    Cuando apagues la luz de la mesilla,
    sabrás que no soy yo quien te vela,
    sino la ciudad que guarda
    tantos secretos.
    Anoche al marchar quise besarte,
    pero estabas ausente,
    sólo encontré las doce
    en un reloj que no me conocía.
    Cerré la puerta y olí tu madrugada.

    ...Es maravilloso..

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