Dialogando en el Café Salambó

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sábado, 9 de diciembre de 2017

Guibli, de Ana Ares. Relatos


Guibli
Ana Ares
Madrid, 1ª edición de 2017
Colección Narrativa
Huerga & Fierro Editores S.L.U.

ISBN: 978-84-947224-0-0


Tuve la oportunidad, y de inmediato el placer y el honor que deberían suponer el respeto al oficio; de leer el original de este libro hace más de cuatro años.
Desde entonces le buscaba Ana un editor, lo que transcurrido todo este tiempo no hace más que confirmar la dificultad de editar relatos, de encontrar un editor valiente aunque no fuera el referente sello de Páginas de Espuma, recién premiado en la FIL 2017. Un editor que apostara por las historias breves de un autor, y que este no fuera tampoco un autor consagrado al que de repente, para aprovechar tirón comercial, su editor le propone desempolvar esos ejercicios narrativos llamados relatos, esos que acumulan polvo en los cajones de la mayoría de escritores. Un editor en definitiva que valore lo que tiene de meritorio el muy difícil, que no menor, género breve del cuento. Huerga & Fierro Editores, por ejemplo.
Guibli fue presentado el pasado lunes dos de octubre en mi muy querido Café Comercial de Madrid. Acompañaron a Ana Ares el columnista en La Tribuna de Castilla-La Mancha Paco García Marquina, la editora Charo Fierro, Paco Moral, poeta y editor tigre, y un montón de amigos menos yo, que estaba aún en plena resaca del referéndum catalán, bombardeado por la incertidumbre.















Ana Ares es fundamentalmente poeta y como tal estaba ya consagrada. En este mismo blog se puede leer alguna humilde reseña mía sobre su poesía. Pero cuando empecé a leer de nuevo su libro, ahora ya con el efecto psicológico añadido del libro impreso a su favor, me prometí no caer en la evidencia de decir que cuando Ana escribe narrativa se nota que es poeta. Pero es inevitable y lo acabo diciendo. Es un valor añadido, iremos viendo el porqué. Leer el libro de nuevo me confirma también aquello que leí en alguna parte alguna vez, no sé quien lo decía, quizás fue Juan Cruz que siempre dice cosas así, como sin querer, que cuando un buen poeta se pone a escribir narrativa, los narradores, los cuentistas como yo; deberíamos preocuparnos…
El estilo de Ana Ares propone un ritmo ágil e inteligente, juguetón porque hace lo que quiere con el lector, de trilero porque te enseña una pista y a continuación te la esconde para hacerte creer otra cosa, de un lirismo justificado casi siempre, no como artificio aunque se guste a sí mismo en el trance, es exacto porque acompaña al verdadero arte de sugerir que necesita una buena historia.
El libro está compuesto por nueve relatos, nueve. Desconozco si el número responde a alguna razón concreta, es puro azar o quien sabe, un desafío al mal fario del número nueve desde Salinger a esta parte. Y como en todos los buenos libros de relatos, hay un tono y un estilo propio pero también, y es inevitable, dentro de ese sello personal que distingue al autor, unos relatos que gustan más que otros a cada lector.
Yo personalmente me quedo con El Astoria, que abre el fuego con pasión, con Guibli, cuyo nombre se honra en darle el título al conjunto, con Angélica vs. Universo, y con Bruno Luna o el sentido de la oportunidad, que curiosamente, cierra el libro. Ello me lleva a pensar con vanidad, que mi predilección quizás guarde alguna suerte de relación con la estrategia literaria deliberada a la hora de haber decidido el orden. O es pura coincidencia.
En estos y en el resto de relatos, Ana Ares dibuja un repertorio de situaciones afortunadamente alejadas de los tópicos, de lugares fácilmente comunes. Con un espíritu felizmente lúdico, juega a sorprendernos con las soluciones más emocionales pero menos esperadas. No quiero ni pensar en como hubiera tirado por tierra un texto extraordinario con un crimen pasional al final de Angélica vs. Universo… su particular versión mediterránea de la Lolita de Nabokov. Pero no, no lo hace, se ríe de este y de cualquier otro previsible final para ofrecernos el drama y la fuerza de lo anodino.

Porque fue todo visillos blancos mi retiro voluntario y mi voluntaria soledad a partir de entonces, colgado del balcón recién arrasado por la niña. Angélica y su pecho liso, su camiseta de rayas marineras. Angélica y su boca de beso y de pecado sonriéndome a mí, al hombre más sombrío de la tierra. Angélica, ingenua y sin dogal, vellón de oro, y sus pecas anaranjadas de gata romana sobre el arco infantil de la nariz. Angélica y sus, a lo sumo, doce años.

O como en Guibli, nombre libio del Siroco, un viento procedente del Sahara que en los meses más cálidos calienta el Mediterráneo con las temperaturas más altas del planeta, como se dice en la ficha de la editorial. Aquí, cuando lo fácil es regocijarse en la denuncia del machismo musulmán, ahí queda la descripción crítica y objetiva de la realidad, lo que hace es empoderar la fuerza de la pasión y del amor, a cualquier precio, de manera incondicional, y a la vez, la libertad siempre a ultranza de la libido femenina. Y nos regala por ejemplo una escena de una fuerza sexual extraordinaria. La noche, la luna llena que refleja siluetas en el agua, el aire caliente del desierto… y a pesar o gracias a todas las elipsis, lo excitante sugerido, sin evidenciar el acto, con un lenguaje directo, sin pelos, pero con toda la lengua hundida en la imagen.

Bajo el agua y tomada por la espalda, se encaja en ella antes de la duda o la pregunta, ser con ser, para ensamblar cada sabiduría, la de la cadera estrecha y en tensión del hombre, la redondez exigua de la hembra que no lo esperaba pero que lo recibe, y el don de saberse y en dónde, el don de encontrarse ahora, en este cuándo, en esta urgencia.

Así, el amor y el sexo recorren de lado a lado, con narrativa densa, desconcertante a veces, elíptica y poética casi siempre las nueve historias de este libro. La sordidez de aquellos cines baratos de barrio de los años setenta, dos hermanas, y la inocencia de una de ellas, perdida en las sucias manos de desconocidos y el silencio, que las unirá siempre.

El hombre puso su mano sobre mi rodilla. Yo sabía que había alguien sentado a mi lado, pero no le vi. No le miré en ningún momento. Jamás le vi la cara. La mano era seca y dura, raspaba. La manga que acompañaba aquella mano era de color azul, tal vez un mono de trabajo. La película se borró para siempre de la pantalla.

O una niña candidata a prostituta salvada in extremis. Los diferentes perfiles que hacen posible el cine porno, tan necesario e inevitable como la hipocresía que lo relega a las catacumbas del cine. El exotismo de Marruecos y la persecución de una quimera en forma de león negro, y encontrarse finalmente a sí mismo. El follador profesional de empresa, el tímido solitario y la presa fácil. La crudeza del asesinato del concejal del partido popular Miguel Ángel Blanco, o como un asesino puede a su vez sufrir por amor; y Bruno Luna, un domador de tigres y leones, el mismo del relato del León negro, que se ha hecho mayor y en plena decadencia vital, prefiere suicidarse antes que sacrificar a las bestias que le dieron épocas de esplendor.
Esta es la galería de personajes y situaciones que le sirven a Ana Ares para completar este magnífico libro, una excelente tarjeta de presentación de su prosa. No se lo pierdan, y síganla, esto no ha hecho más que empezar


ANA ARES (Valencia, 1971) se dedica a la edición profesional de libros ajenos y a la producción limitada de libros propios. Licenciada en Periodismo, experta en materiales educativos, profesora universitaria y constante aprendiz, actualmente realiza un doctorado en la Universidad Complutense. Afincada desde hace años en el mundo de la poesía, es autora de varios libros Atreverse al Mar, Premio de la Asociación de Editores de Poesía 2008; 55 Minutos, finalista del Leonor 2013; Otomanía, 2015. Guibli, colección de relatos, es su primer libro publicado en prosa.

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